Por Tuto Tavárez
De la parte alta del ensanche Bolívar bajaba todas las tardes al estadio Cibao un jovencito de lánguida figura.
*
Su parada era el hueco que separa el Grand Stand por el lado del dogout de las Águilas Cibaeñas y la ampliación de la derecha, cuando todavía era bleacher.
*
Ahí tenía el maestro Pedrito Cruz su gimnasio de boxeo, donde con voz estentórea y una temible “cuica” en la mano imponía respeto a los hombres.
*
Sus boxeadores no solamente lo respetaban, sino que lo amaban y lo querían como a un padre, que buscaba que se manejaran correctamente.
*
El flaco muchacho que cada tarde entrenaba en espera de una pelea, responde al nombre de Juan Bautista Martínez.
*
Pero, nadie le llamaba ni conocía por ese nombre, sino por el apelativo de Kid Aguja.
*
Parecía la cuaresma, largo y sin carne, pero tenía buenos desplazamientos, ayudado por esa anatomía exenta de grasa.
*
Aguja boxeaba con elegancia, con graciosos y agiles movimientos laterales, que hacían difícil el blanco de sus adversarios.
*
Recuerdo que un año, cuando Darío Hidalgo fue premiado como Mejor Boxeador, Aguja resultó el mejor juvenil o novato.
*
Si la memoria no me traiciona, pienso que tenía un hermano que también boxeaba y que el maestro Pedrito Cruz bautizó como “Musaraña” por los raros movimientos.
*
Aunque de vista perdimos a Kid Aguja, siempre sabíamos noticia de él por medio del compañero Domingo Saint-Hilaire, que mantenía contactos y hasta lo visitaba en Los Ángeles, donde creo que todavía vive.
*
La descripción que he hecho de Kid Aguja, ustedes podrán comprobarla con la foto que ilustra esta entrega de hoy.
*

