Veinte años después de la asonada terrorista perpetrada por el grupo Al Qaeda que lideraba Osama bin Laden el 11 de septiembre 2001 al Centro Mundial de Comercio (Word Trade Center) donde fueron pulverizadas las torres gemelas, los especialistas siguen identificando víctimas a través de biología forense.
Entre los últimos muertos identificados con el ADN extraído de sus huesos pulverizados, se encuentran la señora Dorothy Morgan, residente en el suburbio de Hempstead (Nueva York), y un hombre cuyo nombre se reserva a petición de su familia, confirmó ayer martes la Oficina del Médico Forense.
Tras los ataques a las torres con dos de cuatro aviones secuestrados en el aire por los terroristas, los científicos han continuado la labor de identificar a cientos de muertos que se dieron por desaparecidos mientras de otros, solo se enviaron a los familiares pedazos de los cuerpos como la clavícula del británico Geoff Campbell quien murió en los ataques y en 2002 las autoridades de Nueva York mandaron la pieza a su familia.
Las pruebas de ADN que se extraen con la alta tecnología se hacen en un sitio especial dispuesto para la lúgubre tarea, dijo la doctora Barbara Sampson en un comunicado, explicando que “hace veinte años, hicimos una promesa a las familias de las víctimas del World Trade Center de hacer lo que sea necesario durante el tiempo que sea necesario para identificar a sus seres queridos, y con estas dos nuevas identificaciones, continuamos cumpliendo con esa obligación sagrada”.
Cientos de huesos no identificados fueron sepultados en el histórico cementerio de la Isla de Hart (Hart Island) en El Bronx, conocido como el camposanto de los muertos sin nombres, y las tumbas están marcadas con números.
“No importa cuánto tiempo pase desde el 11 de septiembre de 2001, nunca lo olvidaremos, y nos comprometemos a utilizar todas las herramientas a nuestra disposición para asegurarnos de que todos los que se perdieron puedan reunirse con sus familias”, agregó la funcionaria.
Se cree que los restos identificados de Sampson y el hombre no identificado son parte de las 1,646 víctimas cuyos restos fueron hallados y 1.647 que se identificaron entre los escombros del Word Trade Center (WTC) en general, y las primeras identificadas desde octubre de 2019.
Las técnicas de identificación de ADN de vanguardia se combinan con equipos de alta gama para resolver problemas que eran imposibles hace una década.
Alrededor del 40 por ciento de las personas muertas en el ataque, 1.106 víctimas, no han sido identificadas, pero las pruebas continúan, dice el comunicado.
“La Oficina del Médico Forense continúa empujando la ciencia por necesidad para tratar de hacer más identificaciones” dijo por su parte el doctor Mark Desire, subdirector del Departamento de Biología Forense y jefe del equipo de Identificación de ADN del WTC.
“El compromiso hoy es tan fuerte como lo fue en 2001”, añadió.
Según el libro “The Last Secrets of 9/11” las consecuencias globales están bien documentadas, pero aún quedan misterios por resolver en la que era la Zona Cero. El texto publicado años después de los ataques revela que los científicos forenses que trabajan en un laboratorio especial hacen haciendo todo lo posible para poner fin a la angustia de los seres queridos de las 1.113 víctimas dadas por desaparecidas entre los escombros y los escombros que perduran, ahora 20 años después.
El libro revela que, gracias a los científicos forenses, utilizando técnicas actualizadas, la familia Campbell recibió tres partes más del cuerpo de Geoff, para que pudiera descansar en paz de acuerdo con su religión que no permite sepultar una sola.
“Además de los aspectos emocionales de separar los restos de la gran masa de escombros, la ciencia real involucrada es increíble, y resolver problemas específicos como este es a menudo la mejor manera de dar saltos conceptuales y tecnológicos”, añade el autor del libro del que también se llevó a la televisión un documental.
Califica la antigua Zona Cero como la escena del crimen más grande del mundo y los investigadores aprovechan todas las herramientas a su disposición.
Por Miguel Cruz Tejada