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Por Miguel Ángel Cid Cid

Altice

En un encuentro de Julio César Valentín y quien suscribe –26 noviembre recién pasado— se habló de tópicos diferentes, su salida ¿abrupta? del PLD, entre ellos. Nada de entrevista periodística. Ahora, divisar la raya divisoria entre lo personal y lo público es imposible si interviene una figura de reconocida trayectoria.

En consecuencia, las revelaciones –si las hay– cuentan con la anuencia de Valentín.

Pero, decir que el exsenador emprendió la huida cuando los morados menos lo esperaban, el permiso sobra. Que la salida representa un golpe contundente para el Partido de la Liberación Dominicana. Que el leñazo se sintió igual o más fuerte que el que propinó Leonel Fernández en 2019. Que el éxodo iniciado por el expresidente se congeló –a poco más de dos años– y Valentín lo renovó. Que, además, le trazó nueva ruta a los peledeistas descontentos…

No. La venia no es necesaria en estos casos.

Razones posibles de la renuncia

El libro Los movimientos sociales dominicanos en el siglo XXI, arroja luz sobre la génesis del escape de Valentín –autor del texto– del PLD. El libro es una crítica amarga a la práctica política de la cúpula morada.  Pero, hará falta, además, escarbar la historia de su militancia política, tan ascendente como traumática.

En la campaña electoral de 2006, Julio César tenía en un puño la candidatura a senador por la provincia de Santiago. Exhibía números para ganar cómodo. Leonel Fernández, entonces presidente del país, se la arrebató para favorecer a Francisco Domínguez Brito. Él, Valentín, debió conformarse con repetir como diputado.

Parece que para Brito ganar la senaduría, Julio César debía estar en la boleta congresual

Él quedo haciendo “bembitos”. Quisieron contentarlo con la presidencia de la Cámara de Diputados por un año. Pero, con el apoyo de sus amigos-colegas duró cuatro años en el cargo.

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Luego, el valiente, como le dicen sus seguidores, consiguió el deseado puesto de senador. La élite purpura le prometió un año en la presidencia del Senado. El acuerdo se fue a pique. Julio César es insistente, repitió en el cargo para el periodo 2016-2020 y, entonces, se renovó el acuerdo anterior.

Con todo, el difunto Reinaldo Pared Pérez se llevó la presidencia del senado a la tumba.

Por otro lado, pregúntese, ¿cuántos dirigentes del PLD podían ser encartados en el expediente de Odebrecht? La lista seria larga. Pero se antojaron de Julio César Valentín y algunos más. A pesar que, el difunto citado confesó haber nadado en el lodo sin enlodarse.

Y para colmo, en la Consulta Ciudadana reciente el partido escogió como candidato a la presidencia a Abel Martínez, un persecutor feroz de Julio César. Aunque, Valentín lo veía siempre como un compañero de lucha. Parece que, recoger el vino derramado de la copa será imposible.

Con el expresidente Danilo Medina compartiendo su liderazgo con Abel Martínez, cabe preguntarse:

¿Podrá Valentín y sus seguidores soportar la intolerancia y la animadversión en crecimiento?

Todo indica que, el exsenador llevaba tiempo cambiando de carril para romper el cuello de botella.

Ni estoico que fuera.

Favorecidos-afectados

Zarpar del barco morado perjudica, en primer lugar, a la organización peledeista. Segundo, a la candidatura presidencial de Abel Martínez. Candidatura que pasó de estado sólida a líquido.

Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo cubren dos bases en el juego, babean por Valentín en el cuadro y en el bate.

Pero, quizás, el PRM es el único en conectar bateo y corrido en este juego. Se ve a leguas que la escapada allana el camino de la reelección de Luis Abinader.

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¿Para dónde va Valentín?

Se presume que un segmento cree que Valentín va para la Fuerza del Pueblo. Otros, en cambio, les gustaría observar que será candidato por el PRM a alcalde de Santiago.  Pero no. Una u otra decisión sería contradecirse a sí mismo.

Valentín Jiminián dice: “las élites deben implementar un cambio de modelo en la forma en que se comporta la política”.  Y reitera, “Es hora de innovar en todos los sentidos”, (Los movimientos sociales dominicanos en el siglo XXI).

El dirigente político cree en la innovación. Cree en la política como un ejercicio ético. En tal sentido, aspira formar una organización política basada en la justicia social, la democracia, la tolerancia y la solidaridad hacia los sectores más vulnerables.

La organización podría llamarse –si la Junta Central Electoral no objeta– Justicia Social. En coherencia, pretende ser diferente del resto de los partidos políticos. Pasarían a engrosar el movimiento Latinoamericano de partidos progresistas. Un hibrido entre la corriente socialdemócrata y la centroizquierda.

Cabe aclarar que, ser diferente no implica cerrar las puertas a posibles alianzas coyunturales o estratégicas. Enclaustrarse seria el peor de los errores.

Pero es indiscutible que, Valentín quiere marcar distancia –no del PLD— sino del montón, en el cómo hacer política. Mudarse en casa propia es un derecho de todos, Julio César Valentín no es la excepción.

Con todo, la trocha abierta por Valentín parece conducir a una nueva trinchera que sirva de refugio a los peledeístas descontentos. Ofrece al país político una agrupación liberal y progresista. Un partido capaz de dialogar con el pueblo movilizado.

Miguel Ángel Cid

[email protected] Twitter: @miguelcid1

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