Si Estados Unidos es el primero en desarrollar una vacuna eficaz contra el nuevo coronavirus, tiene que compartirla rápidamente con el mundo, dijo a la AFP el jefe de los Institutos Nacionales de Salud, Francis Collins, en una entrevista.
La administración del presidente Donald Trump ha sugerido que si bien compartiría su conocimiento científico, priorizaría la producción de dosis para la población estadounidense desde el primer momento.
Pero Collins dijo que está “absolutamente” de acuerdo con los líderes de Francia y China en que una vacuna debería ser lo que ellos llamaron un “bien público global”, y expresó particular preocupación por los países de África y América Latina.
“Ciertamente, si tuviéramos una vacuna que funcione, me gustaría asegurarme lo más rápido posible que esté disponible allí (África) y en América del Sur. Mire a Brasil en este momento”, dijo Collins.
“Tenemos una gran responsabilidad. Como la nación más rica del mundo, no solo tenemos que cuidarnos a nosotros. Ese sería un resultado terrible”, dijo el especialista de salud.
Los institutos de los que Collins es jefe (NIH, por sus siglas en inglés) constituyen uno los principales centros de investigación del mundo. Con un presupuesto de 42.000 millones de dólares, se han asociado a compañías privadas en la carrera frenética para encontrar una vacuna contra el virus que ha matado a más de 320.000 personas en todo el mundo.
La administración Trump se ha fijado el objetivo de producir 300 millones de dosis a enero, lo suficiente para vacunar a toda su población. Pero si el país tiene éxito, ¿debería exigírsele exportar algunas de esas dosis a poblaciones vulnerables en otros países, en lugar de ofrecerlas a estadounidenses sanos?
Collins dice que sí, aunque advierte que cualquier pronóstico se basa en “mucha esperanza”.
“Personalmente, creo que debería ser una cuestión de gran atención y no en algún momento en 2022”, dijo. “Tal vez tan pronto como a fines de este año, cuando realmente tengamos la capacidad de hacerlo”.
– Esperanza posible –
Uno de los proyectos de vacunas experimentales más avanzados en el mundo hasta ahora es el emprendido por la firma estadounidense de biotecnología Moderna, que trabaja con los NIH.
La compañía, que recibió una subvención del gobierno de casi 500 millones de dólares, informó resultados prometedores de sus primeras pruebas clínicas en un pequeño número de voluntarios el lunes.
El gobierno de Estados Unidos también ha firmado un contrato con el grupo farmacéutico Sanofi, con sede en París, para garantizar que tenga prioridad en la producción de futuras de vacunas.
Ese acuerdo provocó indignación en Francia, obligando a la compañía a aclarar que tal prioridad solo se otorgaría para las dosis de vacunas producidas en las fábricas que el grupo tiene en Estados Unidos.
Collins, un médico y genetista que ha sido director de los NIH desde 2009, bajo el mando de Barack Obama y Trump, admite que el enfoque de Washington podría verse como “Estados Unidos Primero”.
Pero el experto de 70 años insiste en que la comunidad científica está cooperando a nivel internacional.
“Todos creemos que (…) todos deberían tener la oportunidad de tener acceso a algo que pueda salvarles la vida en momentos de una pandemia como esta”, dijo. “Y haremos todo lo posible para trabajar con otras agencias y otros países para intentar que eso suceda”.
Consultado sobre si los laboratorios deberían poder beneficiarse de un producto visto como un “bien público global” para los más de 7.000 millones de habitantes del mundo, Collins respondió: “No creo que debieran hacer una ganancia excepcional, eso es seguro”, dijo.
Pero “creo que hay que tener claro que las empresas van a gastar miles de millones de dólares para producir estas vacunas, y no se puede esperar que simplemente absorban eso”, explicó.
“Tiene que haber una compensación razonable, pero no deberían estar en una circunstancia en la que esto se convierta en un gran impulso para sus resultados”.