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Por Luís Céspedes Peña

Altice

El Presidente Luis Abinader merece ser felicitado por su espíritu combativo en materia política, la cual está manejando con un alto grado de paciencia, sabiduría, como un buen negociador para lograr el apoyo que necesita y sin hacer caso a los escándalos políticos que se originan en su gobierno.

Heredó muchas habilidades políticas de su padre, el fallecido ex senador de Santiago de los Caballeros, doctor José Rafael Abinader, un permanente aspirante a la Presidencia de la República, a la cual nunca llegó, pero ocupó posiciones importantes en el Estado basado en su accionar estratégico.

Luis, su hijo, con la división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), donde militó, logró destronar al ex Presidente Hipólito Mejía e imponerse como candidato presidencial en dos ocasiones, ganando el poder político en la segunda oportunidad.

Y para ganar la Presidencia de la República, logró, con una alianza con Leonel Fernández, que las elecciones nacionales, que eran ganadas en el desarrollo por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), fueran pospuestas. Vino la posposición y Abinader ganó.

Y decimos que eso se produjo mediante un acuerdo con Leonel Fernández, porque el entonces Presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Julio César Castaños Guzmán, es un fiel amigo del ex mandatario nación, designado en ese cargo por éste en dos ocasiones.

Y ahora ocurre que el nuevo presidente de la JCE, Román Jáquez, es otro “pupilo” de Leonel Fernández, que antes lo había apoyado para presidir el Tribunal Superior Electoral (TSE). O mejor dicho, en la presidencia de la JCE hubo un cambio de nombre, pero el interés es el mismo.

Abinader, públicamente favoreció una JCE independiente de los partidos políticos, pero para rechazar al candidato de Hipólito Mejía, que era Eddy Olivares, su vocero en licencia. Eliminado Eddy Olivares, el Presidente Abinader negocia con Leonel Fernández, Federico Antún Batlle, presidente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y Eduardo Estrella, líder del Senado, que dirige a Dominicanos por el Cambio, para confeccionar una plancha partidista.

El jefe de Estado motivó al Senado para que escogiera una comisión para evaluar a cientos aspirantes a ser miembros de la JCE. Esa comisión escogió cinco ternas, pero la tarde del miércoles la senadora del PRM, Faride Raful, presentó una plancha elaborada en la Presidencia de la República, con los nombres de los candidatos a dirigir el organismo electoral, recomendados por ese grupo de organizaciones políticas adversas al PLD.

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En esa plancha no hay un simpatizante del PLD. A decir verdad, el PRM se cuidó al no escoger para la presidencia de la JCE a un perremeísta, sino a un aliado estratégico, como es Leonel Fernández, cuyo propósito primero fue evitar que el PLD ganara las elecciones pasadas, que lo logró,  y ahora su plan es el de dejar sin voz oficial institucional a la organización política que lo llevó en tres ocasiones a la Presidencia de la República.

Con una JCE totalmente adversa a los intereses del PLD, con la Fuerza del Pueblo (FP) de Leonel Fernández apoyando al gobierno perremeísta, con el PRSC como aliado estratégico del poder y con Eduardo Estrella como figura distinguida dirigiendo el Senado, el Presidente Abinader podría convertirse en “un gran jonronero de béisbol, bateándole a un lanzador con poca efectividad”.

Con la totalidad de un Comité Político del PLD que no fue capaz de luchar por la continuidad de su gobierno, defendiendo el derecho a la repostulación del Presidente Danilo Medina, que la mayoría de ellos se sentó a ver trabajar al jefe de Estado o a observar la gran labor política del candidato presidencial peledeísta, Gonzalo Castillo, el gobierno “transita por un camino con pocas espinas”.

A  excepción de Ramón Ventura Camejo, José Ramón Fadul, y algunos del Comité Central del PLD, como fue el caso de Silvio Durán, la repostulación de Medina, que aunque en la Constitución dice que éste no podía buscar la reelección, la misma Carta Magna señala que un Presidente puede optar por ocho años consecutivos” y el entonces gobernante sólo tenía cuatro, porque no se cuenta antes de la modificación.

Pero ya eso es parte de la historia, porque Danilo Medina, sin una modificación constitucional, ya no puede ser candidato a la Presidencia. Antes éste tenía los votos para una modificación y contaba con más del 60 por ciento de simpatía electoral.

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¡Pero no lo hizo por temor a la llamada sociedad civil, cuyos principales integrantes hoy son ministros, embajadores, cónsules, directores generales y funcionarios judiciales del gobierno del PRM! El viejo refrán dice: “El que no da, le dan”.

Al PLD lo salva una “renuevación” de los Comités Político y Central, para motivar a la base morada, que se sentó en las elecciones pasadas, para que trabaje por el triunfo en los comicios del 2024, ahora más difícil con una JCE con sus miembros 100 por ciento adversos a sus intereses, que aunque quieran demostrar imparcialidad, porque sus opiniones anteriores son conocidas por el país.

Recuerdan lo que escribimos de las complejidades de las elecciones de Estados Unidos. Así está ocurriendo. Estados identificados con Joe Biden, del Partido Demócrata, los votos electorales fueron contados para el Presidente Donald Trump. Estados conocidos por su control a favor de los republicanos, los votos electorales se le contaron a Joe Biden.

Ahora tenemos los resultados de unas elecciones sin credibilidad. Se habla de fraude de ambos sectores. Estados Unidos está obligado a modificar su Constitución, si quiere mantener su prestigio internacional. El ganador de las elecciones en ese país, debe ser el que tenga más votos generales, como existe en Rusia, Europea, América Latina y otras regiones.

Estados Unidos no debe seguir delegando los votos a 538 compromisarios que no representan la voluntad de la mayoría. Si un candidato tiene 10 millones de votos, debe contársele eso, no como ocurre en la actualidad, que cada Estado tiene asignado una cantidad determinada, expresada en un Colegio Electoral por unos llamados electores, que tienen derecho a sufragar contrario al interés de la mayoría.

No es bueno para la democracia que una nación, como Estados Unidos, sea dirigida por una persona que una gran mayoría de votantes crea que es el producto de un fraude electoral. Aunque no haya habido fraude, la percepción queda. Los Partidos Republicano y Demócrata deben ponerse de acuerdo, para comenzar a trabajar por la modificación constitucional. ¡Ya es tiempo de que Estados Unidos cuente con una Constitución moderna!

¡Gracias por leernos!

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