La peligrosidad del metro de Nueva York amenaza con pasar factura a la recuperación de la ciudad y a uno de los motores de su economía, el sector financiero. El asesinato de un pasajero este domingo en un vagón de metro en Manhattan, un mes después de un tiroteo en otra línea que dejó una veintena de heridos, ha hecho sonar las alarmas sobre una violencia armada rampante, no sólo en el suburbano: la semana pasada una niña de 11 años murió en el Bronx por una bala perdida, disparada por un chaval de 15 años que pretendía matar a otro chico. La fuerza de la realidad se empeña en llevar la contraria al alcalde, un antiguo policía, y su promesa de mejorar la seguridad en la ciudad, de la que hizo bandera en campaña.
La víctima, Daniel Enriquez, de 48 años, viajaba en el último vagón de un tren que entraba en la estación Canal de Manhattan. Un individuo que recorría adelante y atrás el vagón le disparó en el pecho sin mediar palabra y huyó cuando el tren llegó a la estación. Los facultativos no pudieron hacer nada por la vida de Enriquez, empleado en el banco de inversión Goldman Sachs desde hacía 10 años. La policía ha distribuido imágenes del sospechoso, un hombre con capucha y mascarilla, para recabar la colaboración ciudadana.
Enriquez, de origen mexicano, había optado por el metro para cruzar a Manhattan desde Brooklyn, donde vivía, por el notable encarecimiento de las carreras de Uber en las últimas semanas, ha explicado su pareja. El cónsul general de México en Nueva York, Jorge Islas, lamentó su muerte en un mensaje de Twitter: “Lamentamos y condenamos enérgicamente el incidente en donde un mexicano fue asesinado en el metro de Nueva York. Ofrecemos nuestro pésame a su familia y amigos”.
Lamentamos y condenamos enérgicamente, el incidente en donde un mexicano fue asesinado en el metro de Nueva York. Ofrecemos nuestro pésame a su familia y amigos. Ponemos a disposición nuestros números de asistencia para cualquier apoyo que requieran sus deudos +1 917-459-2143.
El asesinato aleatorio de Enriquez es el último suceso que registra el baqueteado metro de Nueva York, un servicio deficitario que se mantiene a flote gracias a la inyección de ayudas federales. Cuando aún no ha recuperado el volumen de viajeros previo a la pandemia, en buena parte por la continuación del teletrabajo en muchos sectores, el decrépito y sin embargo vital servicio -crucial para el funcionamiento de una ciudad como Nueva York- ha sido escenario de una serie de ataques muy impactantes mediáticamente hablando, como el tiroteo perpetrado en abril por un hombre en un tren en Brooklyn o la muerte de una mujer en enero, empujada a las vías cuando el tren hacía su entrada en la estación de Times Square, el kilómetro cero del sistema.
La proliferación de incidentes ha llevado al alcalde Eric Adams a aumentar la dotación de las patrullas de policía en el suburbano, así como la financiación del departamento de policía, el mayor del país, en 200 millones de dólares. Según la autoridad municipal del transporte de la ciudad (MTA, en sus siglas inglesas), en los primeros tres meses de este año hubo 150 incidentes, la mayor cantidad registrada en ese periodo desde al menos 1997. Junto con un mensaje de combate al crimen, el alcalde anunció en febrero uno de sus planes más controvertidos: limpiar el metro de los sin techo que sobreviven en sus instalaciones, a los que hizo responsables en parte del incremento de la violencia. El hombre que empujó a la mujer a las vías era un indigente con trastornos psiquiátricos no tratados.
La violencia en superficie también se han multiplicado exponencialmente: hasta el 8 de mayo pasado, los tiroteos suponían un 75% más que hace dos años, y los crímenes de odio, un 103%.
En una entrevista publicada la semana pasada en el diario Financial Times, el alcalde invitaba a los directores ejecutivos de Wall Street a viajar en metro al trabajo como parte de su esfuerzo por devolver a los empleados a sus oficinas en Manhattan, un movimiento clave para la recuperación de la ciudad. Se estima que solo el 8% de los trabajadores se han reincorporado a sus puestos, mientras un 40% combina la modalidad presencial con el teletrabajo, y este último sigue siendo aún la fórmula mayoritaria. Según un estudio realizado en marzo por el influyente grupo Partnership for New York City, que agrupa a unos 300 CEO de las principales firmas financieras y de servicios que operan en la ciudad, el temor a la violencia en el suburbano es el principal obstáculo para el regreso. “La gente tiene miedo”, explicó una portavoz de la influyente asociación en la presentación del informe. “La encuesta refleja la ansiedad básica que siente la gente sobre su propia seguridad y sobre el futuro de la ciudad. Casi el 40% de los encuestados dijo que estaba considerando mudarse de la ciudad”.
Con las ayudas federales pendientes de un hilo -vigentes hasta finales de mayo, se esperan sean prorrogadas-, en la semana que finalizó el 13 de mayo, el tráfico en el metro de la ciudad fue un 12% más alto que el promedio del año pasado, pero aun así un 56% inferior al de 2019, antes de que estallara la pandemia, según datos de la MTA recogidos por la agencia Bloomberg.
Por María Antonia Sánchez-Vallejo Cobo
EL PAÍS