En 1986, a tan solo 15 años de edad, Jeff Henigson tuvo un suceso inesperado que le cambió la vida. Y es que luego de sufrir un accidente de bicicleta y ser atropellado por una camioneta fue operado en un hospital de California y el diagnóstico fue lo que menos esperaban: un agresivo cáncer de cerebro.
El cáncer con que fue diagnosticado de denomina “astrocitoma anaplásico”, cuya expectativa de vida no era mayor a tres años, sin embargo, treinta y cinco años después Henigson contó su historia a “The Washington Post” y medios como la BBC se hicieron “eco de su milagro” y gracias a ese reportaje su vida dio un giro inesperado.
Un neuropatólogo jubilado de Nueva Jersey, cuyo trabajo se centró en los astrocitomas anaplásicos, Karl Schwarz envió un correo y dijo que en su carrera de 38 años, solo había visto a tres pacientes que habían sobrevivido mucho más allá de la esperanza de vida sombría de un diagnóstico correcto; tras la revisión, en dos de ellos el diagnóstico era erróneo.
El doctor instó a Henigson a que le llamara para discutir su caso. Luego de hablar por teléfono, Henigson comenzó a examinar sus propios archivos médicos a lo largo de los años.
Se sorprendió al descubrir que uno de los archivos, titulado “Patología quirúrgica”, fechado el 9 de agosto de 1986, diagnosticaba a Henigson con “astrocitoma pilocítico, un tumor benigno”. Y otro informe, presentado al día siguiente, ofreció esencialmente el mismo diagnóstico con un cambio menor.
Luego se encontró con un tercer informe, fechado una semana después, que citaba una consulta con un neuropatólogo de una universidad de primer nivel. En ese informe, recibió un diagnóstico diferente: astrocitoma altamente anaplásico de alto grado.
Henigson llamó al doctor y le leyó el informe. “Este es un diagnóstico completamente falso… No tuvo lugar en su hospital local. Alguien quería una segunda opinión de una institución respetada. Los hallazgos fueron enviados a esa persona. Pero en cualquier caso, estaba equivocado”, respondió Schwarz.
El neuropatólogo se ofreció a escribir una revisión formal por escrito de los informes de patología, que Henigson aceptó. En la revisión, Schwarz escribió que no podía explicar el tercer informe.
“Es un ‘non sequitur’ completamente incongruente con todo lo que había ocurrido antes”, escribió.
Henigson investigó si tenía motivos para emprender acciones legales, pero se enteró de que el límite de tiempo para las demandas por negligencia médica en California, donde tuvo lugar su diagnóstico, había vencido hace más de 30 años.
Añadió que si bien está de acuerdo con la opinión de Schwarz de que “el diagnóstico de cáncer fue incorrecto”, no está de acuerdo con su afirmación de que “el cáncer nunca ha sido parte de su historia”.
Dijo que las consecuencias de lo que él cree que es un diagnóstico erróneo son graves: visión, audición y hormonas dañadas por la radiación cerebral; disminución de la función pulmonar a causa de la quimioterapia; y tejido cicatricial en su cerebro que probablemente lo llevó a ser epiléptico.
Posteriormente, Henigson comenzó a encontrar algo de calma por saber la verdad sobre su diagnóstico. Poco después publicó unas memorias en las que contaba cómo fue su vida con la amenaza constante de un diagnóstico incorrecto.