Por Noel Ceballos
“Un escándalo, un insulto y una verdadera ofensa”. Así describía el crítico del diario Süddeutsche Zeitung la publicación de Stella (2019, editada en España por Salamanda), una novela con la que el periodista y escritor alemán Takis Würger se enfrentó a uno de los mayores enigmas históricos de la Segunda Guerra Mundial: la figura de Stella Goldschlag, caracterizada en su momento por El Cultural como “la judía que enviaba a sus correligionarios a las cámaras de gas”. Para Würger, la existencia misma de esta aspirante a artista transformada en letal agente de la Gestapo planteaba una pregunta de muy difícil respuesta, la misma que ahora se formula el cineasta Kilian Riedhof con Stella, víctima y culpable, otra dramatización de la vida, avatares y pecados de alguien a quien, con toda probabilidad, podríamos considerar como la santa patrona del colaboracionismo.
La película no está llamada a meterse en el bolsillo a todos aquellos que, como el Süddeutsche Zeitung, consideraron que la novela de Würger (toda una superventas en su país de origen) era un ejemplo de “Holocaust kitsch” y una afrenta a la memoria de la Shoah, pero ambas versiones de la historia difieren en el ángulo con el que se aproximan a su protagonista. En manos de la actriz Paula Beer, Goldschlag puede pasar de la vulnerabilidad extrema a una forma fatal de narcisismo con una simple caída de ojos, lo cual añade capas de ambigüedad a una interpretación que, en su mayor parte, rehuye esa banalización del Mal que caracterizó al fenómeno literario de Takis Würger. Sin embargo, Riedhof tampoco tiene intención de juzgar a su versión de Stella. “Más de una vez me encontré pensando que yo podría haber actuado como ella”, confiesa en las notas de producción. “Al final, es una película que plantea preguntas. ¿Qué harías tú si estuvieras en una situación así? ¿Qué harías si fueras joven y vivieras en una dictadura?”.
Nacida en el seno de una familia berlinesa más o menos acomodada, Stella Goldschlag fue una de las muchas niñas judías que empezaron a sufrir las políticas nazis a partir de 1933, cuando le prohibieron seguir asistiendo a la escuela pública y vio como su padre perdía su trabajo en la Gaumont a causa de la infame Ley para la Restauración de la Función Pública. Su familia intentó escapar de Alemania tras la Noche de los Cristales Rotos, pero no lo lograron: a partir de entonces, Stella tomó la determinación de hacerse pasar por no judía, para lo cual llegó a teñirse el pelo de rubio e incluso a imitar los manierismos de las señoras de la alta sociedad. Tampoco sirvió de mucho: cuando toda su familia fue arrestada durante la primavera de 1943, la leyenda negra del “Veneno Rubio”, tal como sus superiores en la Gestapo la conocían, comenzó a tomar forma. A cambio de su vida y la de su familia, Goldschlag llegó a un pacto con el Diablo para trabajar como agente provocadora. Se calcula que entre 600 y 3.000 personas cayeron en sus redes hasta el final de la guerra, momento en que ella decidió esconderse debajo de la piedra más grande que pudo encontrar… solo para ser descubierta poco después por los soviéticos, quienes la condenaron a diez años de trabajos forzados. Stella acabó sus días convertida al catolicismo y expresando sus ideas ferozmente antisemitas a todo aquel que quisiera escucharla.
No es la primera vez que la siniestra y controvertida figura del Veneno Rubio es llevada al cine: en 2006, Steven Soderbergh estrenó El buen alemán, basada en la novela de Joseph Kanon: en ambas versiones, el personaje de Renate Naumann, rebautizado para el cine como Lena Brandt, actúa como una sosias de Goldschlag, contrafigura de Oskar Schindler a quien Cate Blanchett interpreta como una suerte de cruce entre Marlene Dietrich, especialmente la Marlene Dietrich de Berlín Occidente (1948), e Ingrid Bergman en Casablanca (1942). Por su parte, Beer también recurre al glamour del Hollywood clásico en ciertas escenas de Stella, pero su interpretación resulta mucho más humana. Demasiado humana en algunas ocasiones, lo cual entronca con la estrategia global de una película tan difícil como rara de ver en los tiempos que corren. revistagq.com