La instantánea de Hamilton y Bottas al final de la carrera en paralelo, a lo Le Mans, festejando en Ímola su séptimo título de constructores consecutivo, esa fue forzada. La risa loca de Ricciardo, celebrando el segundo podio de la temporada con el Renault, esa fue auténtica. Pero el show de Verstappen desde que se apagó el semáforo hasta que su Red Bull se rompió solo y le mandó a la grava en un peligrosísimo accidente… por eso se justifica el precio de una entrada. Ganó Hamilton, como casi siempre, sumó en el GP de la Emilia-Romaña el noveno triunfo de 2020 y el séptimo título está al caer, puede llegar en Turquía o como tarde, en Bahréin. Pero pasaron muchas cosas más en una carrera rápida y emocionante, sobre todo en el rush final.
Y vaya tarde de Verstappen, que le sucedió de todo y lo hizo casi todo bien. Enorme salida para adelantar a Hamilton y plantarse segundo, por detrás de Bottas, para presionarle hasta la extenuación. Entre ellos dos se peleaban por la victoria con un leve defecto aerodinámico en el coche del finlandés y los dos se copiaron la estrategia, dejando sólo a Hamilton por delante. El británico optó por su plan favorito: esperar a que pase algo y parar el último. Le salió bien, Ocon aparcó el Renault en el arcén cuando se averió, se decretó el coche de seguridad virtual y el británico se aprovechó de esa especie de Estado de Alarma en la pista: perdió menos tiempo al cambiar neumáticos porque fuera del pit lane se iba más lento de lo habitual. Salió líder.
Pero siguió Mad Max achuchando a Valtteri, forzando sus errores constantes y sus paseos por la grava, hasta que le cazó en la recta torcida de Ímola apurando la frenada hasta los límites más insospechados. El heredero de Villeneuve en estado puro, había adelantado a los dos Mercedes en la pista en la misma carrera, en cuerpo a cuerpo, como si eso fuera posible. Iba camino de la gesta Verstappen, puerta grande o enfermería, pero esta vez le tocaba lo segundo: se reventó su neumático trasero derecho en una frenada, sin aviso, y el Red Bull fue violentamente a la grava en un escalofriante accidente. No le pasó nada, se bajó y dio una patada a la rueda que falló, que no estuvo a su altura. Nadie lo estuvo en Ímola.
Salió el ‘safety car’ para limpiar el estropicio (y se chocó Russell contra los muros, él solo, así que se alargó la caravana). Sólo quedaron cinco vueltas de pura competición y como Bottas patinó en la arrancada, Hamilton no tuvo ninguna oposición. Otra victoria más para estirar el récord. Lo que sucedió tras él y el finlandés tuvo más de persecución callejera que de carrera de automovilismo.
Ricciardo logró el segundo podio de la temporada
Competían Ricciardo, Leclerc y Albon, con neumáticos gastadísimos, contra Kvyat, Pérez, Sainz y Norris, quienes montaron gomas blandas para intentarlo al final. Checo fue el más agresivo y cuando pasó al tailandés, este hizo un trompo. Por milímetros, Sainz pudo salvarlo con su McLaren, aunque el hueco que generó hizo imposible soñar con el podio. Por delante, sólo Kvyat se acercó en serio con el Alpha Tauri al top-3. Pero ahí estaba Ricciardo, al volante del Renault, listo para defender lo que era suyo mientras gestionaba una ventaja más que suficiente.
Segundo cajón de la temporada para el coche francés al que se subirá Alonso en 2020. No está nada mal. Por detrás, el ruso, Leclerc, Pérez, Sainz y Norris. El madrileño fue séptimo con el McLaren, adelantó a su compañero al poco de empezar pero no hubo muchas más posibilidades en un circuito que permite pocas maniobras. Raikkonen y Giovinazzi completaron los puntos para Alfa Romeo en casa, y eso tiene mucho mérito. A Vettel se la liaron con una parada de 13 segundos, hubiera sumado. La F1, en general, estuvo a la altura de Ímola.