Muchas personas son infieles a sus parejas alegando que lo han sido simplemente por sexo y que entre ellos no hay relación ni sentimientos. Puede ocurrir, pero no es lo habitual.
Los datos más recientes sobre infidelidad en España señalan que un 35% de hombres y un 27% de mujeres afirman haberlo sido alguna vez, un porcentaje al que habría que añadir a aquellos que no lo confesarían nunca. Muchas de estas infidelidades llevan consigo algo más que meros encuentros esporádicos y terminan convirtiéndose en dobles vidas o en relaciones más intensas entre el infiel y la otra persona.
Aunque hay muchos tipos de infidelidad (todo dependerá de los términos de cada pareja), la realidad es que hoy por hoy se siguen relacionando con el sexo. En monogamia “se da por hecho que la infidelidad es tener una relación sexual o afectiva fuera del vínculo principal”, señala Cecilia Bizzotto, socióloga. Este acuerdo, “que se da por hecho, incluye que el sexo y el afecto fuera de la pareja están mal, sí o sí”.
Para las personas que se vinculan con las no monogamias, la fidelidad también existe, pero se construye en base a un pacto expreso. “Las personas no monógamas acuerdan normas y límites y el no respetarlos, implica una deslealtad al igual que el sexo fuera del matrimonio en relaciones monógamas”, señala Bizzotto.
La diferencia es que estas normas no se dan de per se, “sino que se deciden gracias a un proceso comunicativo y asertivo muy largo, en el que sacamos todos nuestros miedos y establecemos unos límites para poder construir una relación sólida”. Por ejemplo, “si acordamos ser una relación swinger en la que ambas partes de la pareja tienen encuentros sexuales con terceros siempre juntos, el tener sexo con otras sin estar presentes ambos se considerará una infidelidad. Hay personas poliamorosas que acuerdan que el bar en el que se conocieron es un sitio prohibido para llevar a otros vínculos. Hay parejas abiertas que deciden que los encuentros sean sólo sexuales y el vincularse de forma más afectiva supone una ruptura del acuerdo”.
¿Sexo sin amor?
Al margen de las relaciones abiertas y de su auge cada vez mayor, la realidad es que, en España, seguimos siendo monógamos. El tipo de relación que impera todavía a día de hoy es la monógama, es más, según los datos de un estudio realizado por la plataforma de citas Aslhey Madison, el 47% de los españoles asegura que no podría soportar que su pareja tuviera sexo con otras personas, un 43% se identifica con relaciones monógamas y un pequeño porcentaje declara que acostarse con otra persona sería una traición a su pareja (10%).
Pero, como apunta Jesús Rodrígez, sexólogo y director del Instituto Sexológico Murciano, “la infidelidad puede ser emocional, platónica, coqueteos virtuales presenciales o simplemente tener un contenido sexual”. De hecho, muchos infieles, cuando son cazados por su pareja, alegan, como excusa, el hecho de no tener sentimientos hacia la otra persona, es decir, ponen la típica excusa de “fue solo sexo”, con el fin de evitar la ruptura en la pareja. ¿Esto es posible? ¿es posible tener sexo sin amor o sin sentimientos? Para algunos expertos en psicología, esto dependerá de la madurez de la persona, por lo que sí sería posible.
Para otros, como Bizzotto, esto es imposible. “No creo que sea posible no sentir nada ni que, de hecho, sea necesariamente deseable”, expresa. Otra cosa es que la persona sea capaz de “separar la afectividad del sexo y que sea consciente en todo momento de que un encuentro sexual con otra persona (o la cantidad de encuentros que se produzcan) no necesariamente implique que nos queremos relacionar afectivamente con ella”.
Para Rodríguez, el sexo sin sentimientos es un mito: “Claro que sentimos respuestas emocionales intensas cuando tenemos sexo con otra persona, otra cosa será la importancia que le demos a esas emociones o cómo las etiquetemos”.
Una cosa es el amor y otra muy diferente son los sentimientos hacia la otra persona con la que nos acostamos. Y es que, para la psicóloga clínica Marta Arasanz, miembro de la Federación Española de Sexología, “el sexo está ligado a la afectividad, pero no tiene por qué estarlo al amor. El ser humano posee un gran abanico de sensaciones, como la atracción, el deseo, el cariño, y de ahí surgen las relaciones”. Aunque es difícil que dos personas que comparten libremente el sexo no sientan algo la una por la otra, “ese sentimiento no debe ser necesariamente amor, pero sí sensaciones placenteras. Podemos tener sexo con amor, amor con cariño o cariño con sexo”.
Cuando en una relación sexual no hay nada de cariño, amor o cuidado, es decir, cuando se elige “una sexualidad libre absolutamente de emotividad, se corre el riesgo de caer en el consumo indiscriminado de cuerpos”, advierte Bizzotto. Es cuando “nace el peligro de no cuidar, de ver al otro como un cuerpo en el que dentro no hay nada y que sólo me sirve para hacer realidad mis fantasías y eventualmente correrme”. Esto solo será sano si las dos partes están de acuerdo y lo entienden de la misma forma, afirma la socióloga, pero a su entender, “en todo acto sexual tiene que haber amor porque el sexo es amor, un amor no basado en el apego, sino en los cuidados y el respeto”, algo clave, porque “si no hay una mínima conexión emocional, es muy difícil erotizarnos y tener sexo placentero”.
Hombre, mujer, jóven, adulto…
Tras esta explicación, podemos llegar a pensar que cuando se producen este tipo de encuentros alguno de los implicados pueda verse afectado emocionalmente más que el otro. Esto, según los expertos, suele ocurrir más en las mujeres que en los hombres. “Esto es así, debido a que hemos sido educadas y educados en esquemas culturales totalmente distintos”, señala la socióloga. Según los datos arrojados por la tesis doctoral Interés y satisfacción sexual en las relaciones eróticas sin pareja romántica y estable, de la sexóloga Brenda Ruano Bodemen, los hombres están más interesados en mantener relaciones eróticas con alguien que no es la pareja romántica y estable y que, además, obtienen mayor satisfacción sexual en las mismas.
No sentir nada es deseable si lo que quieres es no comprometerte, es acumular cuerpos y medir tu éxito en la vida según la cantidad de personas con la que te acuestas, algo que “lamentablemente, ocurre más en los hombres, a los que se les ha medido con esta vara y se les exige que su “camino al éxito” pasa por ser seres despojados de sentimientos que acumulan muchas experiencias sexuales como quien acumula dinero o propiedades”. A nosotras, en cambio, “se nos ha educado en una fragilidad impuesta, en una incompletud que nos dice que necesitamos de alguien que nos cuide”. De ahí que, normalmente, sean ellas las que más sufren ante este tipo de relaciones.
Por eso es tan importante la comunicación entre las personas implicadas.
Para Rodríguez, “tanto hombres como mujeres sienten emociones intensas cuando tiene relaciones sexuales con otros seres humanos, lo que ocurre es que en los últimos años ese tipo de emociones han pasado a ser un producto más de consumo, en ocasiones fugaz, y ya no se asocian como en el pasado al amor romántico de forma exclusiva”.