MEXICO.- Indignación desbocada en la ciudad mexicana de Guadalajara tras hacerse público que un joven murió a manos de la policía el pasado 4 de mayo. Cientos de personas asaltaron el jueves el palacio de Gobierno, en cuyo interior había decenas de trabajadores, y destrozaron varios vehículos policiales.
Los agentes se abstuvieron de actuar hasta que temieron por sus vidas y las de las personas que estaban en el interior del inmueble. No lejos de allí, un manifestante prendió fuego a un policía motorizado tras rociarlo con gasolina. La jornada se cerró con una veintena de detenidos.
Este estallido de violencia se produjo al margen de una manifestación de repulsa al cumplirse un mes de la muerte de Giovanni López, un albañil de 30 años que, supuestamente, fue detenido por no usar mascarilla mientras transitaba por la calle y falleció horas más tarde con evidentes signos de violencia.
En un vídeo publicado en Twitter, el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, del opositor Movimiento Ciudadano, ha condenado la violencia, ha prometido una investigación para depurar responsabilidades por la muerte de López y ha acusado a los seguidores del presidente Andrés Manuel López Obrador de estar detrás de los disturbios.
Como telón de fondo de este episodio que a muchos recuerda las protestas contra la violencia y el racismo policial en Estados Unidos, México atraviesa lo más duro de la pandemia de la COVID-19. El jueves se alcanzó un récord de casi 1.100 muertes y más de 4.000 contagios.
Es preciso aclarar que no todos estos fallecimientos son atribuibles a una sola jornada. Tal y como explicó el subsecretario de epidemiología, Hugo López-Gatell, buena parte de los decesos corresponden a personas que habían fallecido días atrás y a las que no se pudo realizar la prueba del coronavirus.