Por Perfecto Martinez
¿Puede un juez ser tan estricto en el ejercicio de sus atribuciones hasta rayar en lo inhumano e insensible? Bajo esa premisa, ¿es posible que actúe por convicción propia y en apego al procedimiento de la ley, o en cambio, funja como entelequia manipulada por intereses extrajudiciales? Lo que hace la justicia dominicana contra Fernando Rosa califica como una de las expresiones más aborrecibles del desprecio humano, a la vez, como forma despiadada de retaliación política donde equilibrio y límites no tienen espacio. Nadie discute que deba ser juzgado por los hechos que le imputa el Ministerio Público, pero no significa que aviesamente se vulnere su derecho a preservar la vida, ni que se deje de lado el debido proceso en lo que respecta al tema de la prisión preventiva en República Dominicana. Parecería que la evidente saña con que se maneja el caso, obedece al hecho de que algo o alguien empuja en la dirección de que se priorice el castigo político antes que valorar el progresivo deterioro de su salud. Importa poco que, en sus 18 meses de prisión, Fernando Rosa no solo haya perdido 90 libras de peso, sino que se han agravado sus padecimientos a causa de la Hipertensión Arterial, Diabetes Mellitus tipo II, Hipotiroidismo y el Vitíligo. Justo a consecuencia de esa última enfermedad, desarrollada en la cárcel, con frecuencia desencadena crisis que incluyen mareos y desmayos. No obstante, a pesar de lo expuesto y de que tanto sus abogados como él se han esforzado en persuadir a los jueces acerca de su crítica realidad, además de ofrecer reiteradas garantías de que no rehuirá al proceso, la justicia insiste en mantenerlo tras las rejas, ignorando de paso que la prisión preventiva es el último y más severo de todos recursos en la materia. Se trata de una opción extrema solo aplicable cuando existen peligros reales de que el imputado tenga la intención de sustraerse de la justicia, según reza el artículo 234 del código procesal penal, lo que no aplica para el muy enfermo Fernando Rosa. ¿A qué obedece entonces la razón de mantener en prisión en vez de variarle la medida de coerción y enviarlo a su casa con localizadores electrónicos? ¿Es que acaso se ha perdido el sentido de lo justo, al grado de ver en Fernando Rosa a un enemigo político y no a un ser humano indudablemente enfermo y necesitado de atención adecuada, especializada y urgente? ¿Qué es lo que motiva que se rebasen los límites de la compasión humana y de la propia ley cuando se prefiere ratificar su prisión por tres meses más? Frente a este cuestionable proceder, ¿es sustentable mantener la prédica de la supuesta imparcialidad de jueces y tribunales? La justicia debería cuidar que sus actos sean vistos como meras acciones políticas cargadas de sadismo inhumano y de venganza cruel.