La creadora dominicana, figura central de la mejor y más salvaje literatura caribeña, regresa, casi una década después de publicar el revolucionario ‘El Juidero’, con un álbum grabado durante la cuarentena, ‘Mandinga Times’
Aparece, Rita Indiana, la inclasificable y libérrima escritora, compositora y cantante dominicana, desmontadora del merengue, del gagá, de la samba, la cumbia, el cabaret, y hasta el ya de por sí poco clasificable dembow, en las fotos de promoción de Mandinga Times, su segundo y a la vez esperado e inesperado álbum, con una voluptuosa boca azul hecha de papel pegada a la mascarilla sanitaria que le cubre la mitad de la cara. Tal vez la tenga cerca cuando responde al teléfono. El teléfono está en Puerto Rico, en la casa en la que vive con su mujer y sus hijos. Llevan más de 50 días encerrados, allí se impuso el aislamiento “bien temprano”, dice. “Ahora la gente empieza a relajarse”, se lamenta, “es el momento más peligroso, pienso”. “Estamos agotados”, dice también.
Nacida en Santo Domingo en 1976, Rita Indiana, sobrina nieta de soprano y trastataranieta de poeta —del prócer de la Guerra de la Restauración, Manuel Rodríguez Objío—, empezó deconstruyendo la literatura caribeña — de la que es hoy figura clave— en relatos que publicaba en revistas allá por finales de los noventa, y, antes de firmar el disco que pondría patas arriba la sola idea del merengue, convirtiéndolo en puñetazo disfrutón, en indómita guerrilla, El Juidero (2011), publicó dos novelas, La estrategia de Chochohueca (2000) y Papi (2010), la primera, esta última, que la situó en el mapa, literariamente hablando, y con la justicia de aquella que lucha, sin complejos y con altas dosis de un corrosivo sentido del humor, por ampliar el campo de batalla.
Y, si bien siguió escribiendo, después del combativo y transformador El Juidero, álbum de culto instantáneo, que desde el título ya presagia algo que dará que hablar —en realidad, el juidero es el revuelo que se despierta alrededor de algo, en quisqueyano—, no había vuelto a ponerse tras el micrófono, y nada apuntaba a que pudiese volver a hacerlo, tan concentrada como parecía en su carrera literaria —publicó tres novelas más, entre 2013 y 2018, editadas por Periférica—. De ahí que este Mandinga Times resulte a la vez esperado e inesperado. Por el momento, en cualquier caso, solo ha llegado un impactante adelanto, ‘Como un dragón’, “de Game of Thrones”, en el que Rita Indiana —aka La Montra—, “regresó”, como canta, “pa’ comérselos de cena”.
“Los últimos años de Puerto Rico han sido extremadamente convulsos: un huracán categoría 5 (María) en el 17 en manos de un gobierno inepto; tumbamos a ese gobernador a golpe de protestas el verano del 19, un terremoto y infinitos temblores para enero 2020. Ahora pandemia. Todo eso en una colonia en la quiebra, supeditada al sentido del humor de Donald Trump. No ha habido tiempo ni recursos para recuperarnos de ningunos de estos procesos. Aquí todo el mundo tiene trastorno de estrés postraumático”, dice. No habla de lo que le ha devuelto a la música, sino de cómo ha cambiado en una década el negocio. “Es extraño, el artista es ahora un relaciones públicas y maneja las cifras de su alcance al dedillo. El público por su parte está mucho mejor educado, tiene más referentes”, considera.
Los últimos años han sido extremadamente convulsos: Aquí todo el mundo tiene estrés postraumático
Tal vez no cuente por qué ha vuelto, pero sí por qué se fue. “Paré porque no me gustaba la dirección que tomaba todo, mi vida, mis relaciones, mi forma de pensar. Volver a la literatura fue un bálsamo, me estabilizó”, recuerda. Respecto al animal salvaje en el que transforma todo lo que toca, musicalmente hablando, dice que prefiere no definirlo de ninguna manera. Que en su música “hay mezclas de todo”, que “son experimentos con la música popular como base, la música del siglo XX”. ¿Cómo de distinto es el proceso de concepción de un disco y el de una novela? ¿De qué manera encajan uno y otra en el universo Rita Indiana? “La música ha sido hasta ahora más espontánea, menos pretenciosa. En las novelas me explico mejor, pero en las canciones me entienden más. Las dos prácticas son narrativas, que es lo que me gusta hacer”, dice.
Y si El Juidero, dice, era un álbum de banda, Mandinga Times es un álbum de estudio, “hecho por mí y por Eduardo Cabra (Visitante) —productor y cerebro musical de la banda Calle 13— en los meses de los temblores y el comienzo de la cuarentena. Había una lámpara allí”, y tal vez señale el lugar mientras habla, “con unos flecos, por la que Eduardo sabía si la tierra temblaba o no”. “El Juidero era una invitación a la fuga, Mandinga Times es un bajar de la montaña a mirar al mundo a los ojos”, apunta. No, no está retomando la música donde la dejó. En realidad, sus tres últimas novelas están contenidas en el disco, o son un preludio, sin música, del mismo. “Eduardo decía el otro día que era mi cuarto disco”, asegura. El de la grabación “fue un proceso bien de búnker apocalíptico”, añade.
“Entre las canciones que escuchamos mientras trabajamos: ‘War Pigs’ de Black Sabbath, ‘Holiday in Cambodia’ de Dead Kennedys, muchos vídeos de voguing y bandas de iglesias pentecostales dominicanas que encontramos en YouTube”, dice. Quizá por eso, por ese concentrado, ese cóctel de explosivas posibilidades, Mandinga Times sea, como dice Rita Indiana, “su propio universo”. “Es un lugar weird, donde conviven el horror y lo cómico, la alta magia, el merengue y la psicodelia. Con Noelia Quintero, mi esposa y colaboradora visual, estamos desarrollando ese mundo, y se verá en vídeos y otro tipo de contenido. Para el disco asumo una identidad alterna, La Montra, una criatura a quien introducimos en el videoclip de ‘Como un dragón”. Un ser de pelo azul y palidez extrema, un marciano andrógino en algún planeta de colores saturados.
En ese algún otro planeta, de ambientación apocalíptica, francamente adecuada para estos raros tiempos, “seres extraños conviven con la tecnología letal que La Montra engendra en su laboratorio musical”, así define el mundo creado, en animación 3D, la propia Noelia Quintero. En cuanto a lo que oímos es, podría decirse, una versión 3.0 de El Juidero, sí, hay folklore, y está ahí lo urbano, y la electrónica, pero también el metal, un dembow nada ortodoxo, salpicado de guitarras metaleras. La letra, dispara contra todo y contra todos: “Por letra no te preocupe’ que yo soy mi propia escuela / En lo que tú saca’te un coro yo escribí cinco novela’…”.
¿Y cuál diría Rita Indiana que es el espíritu, no ya ésta última, sino toda, la que forman por igual canciones y novelas? “Heredo de mi familia paterna una relación espiritual con el Cacique Caonabo, primer preso político de las Américas, responsable de la destrucción del fuerte que construyó Colón en su primer viaje. El Caribe es la primera cicatriz que dejó la conquista en el nuevo mundo. Angela Davis dice que ser radical es aprehender las cosas por la raíz, pues la raíz de nuestra cultura es la esclavitud. De las relaciones humanas en el contexto de la esclavitud proviene todo lo horrible y lo hermoso del Caribe. Intento responder como artista a esa realidad”, contesta.
Las piezas del álbum, tan imprevisible como su predecesor si no más, a juzgar por el mencionado adelanto, van a ir desvelándose a razón de sencillo al mes hasta la publicación del disco, el 9 de julio, y luego ¿qué? ¿Volverá a la escritura? “Espero estar escribiendo antes de que acabe el año, sí. Veremos como lo llevo”, dice la escritora y cantante que, cuando mira atrás, y recuerda el momento en el que la música se cruzó en su camino, se ve a sí misma imitando a Raphael. “Mi tío que estudió psiquiatría en Madrid a finales de los 70 me hacía imitarlo, me dirigía y todo, había que verme cantando Qué sabe nadie. Era una pequeña drag king a los 4 años”, confiesa. Y, de llevarla puesta, a buen seguro sonríe tras la mascarilla.