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Por: Salvador Holguín, diciendo lo que otros callan.

Altice

La gestión del presidente Luis Abinader se ha caracterizado, hasta ahora, por mantener un perfil institucional, respetuoso del Estado de derecho y alejado de los excesos que históricamente han marcado a muchos gobiernos de la República Dominicana. A su favor, hay que reconocerle que no ha recurrido a la represión, ni ha estado vinculado a escándalos de sangre, desapariciones forzadas o crímenes de Estado. Sin embargo, hay sectores que parecen dispuestos a manchar esa imagen, empujando acciones que podrían terminar costándole caro no solo en términos de percepción pública, sino en el ámbito de los derechos humanos y la legitimidad internacional.

El caso más reciente —y alarmante— es el del comunicador Ángel Martínez, actualmente detenido en la cárcel preventiva del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva. Su estado de salud es crítico, y las denuncias sobre una posible negligencia o desacato a órdenes judiciales para que reciba atención médica urgente fuera del recinto carcelario, ponen al gobierno de Abinader en una posición incómoda, peligrosa y potencialmente devastadora.

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No se trata de simpatizar con Martínez porque nunca hemos estado de acuerdo con su accionar ante la sociedad, ni de justificar su estilo comunicacional, muchas veces cuestionado, irrespetuoso e injusto. Se trata de algo más profundo: la responsabilidad del Estado ante la vida y los derechos fundamentales de una persona bajo su custodia. Si este caso termina en una tragedia, será difícil para el gobierno desligarse del costo político y moral. Los adversarios no dudarán en presentar el hecho como una mancha irreversible, y lo que hasta hoy ha sido una gestión limpia, puede comenzar a verse como una administración indiferente o permisiva frente a abusos institucionales.

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Presidente Luis Abinader le habla Salvador Holguín, su amigo, hermano y casi hijo… que nunca le ha engañado ni fallado, escúcheme por favor, este no es un simple expediente judicial. Es una bomba de tiempo política, que puede estallar justo en las manos de quienes hoy ostentan el poder, que son ustedes.

La historia enseña que los gobiernos no caen solamente por corrupción o economía: muchas veces caen cuando permiten que la vida de alguien se apague sin hacer nada y hasta haciendo, como es el caso de la especie, pero lamentablemente se convierte en un muerto mal matado frente a los ojos del pueblo.

Todavía hay tiempo de evitarlo. Pero no mucho…

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