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El hecho material tiene como acusado a Miguel Cruz, amigo de mucho tiempo de Orlando. Durante los años que tuve el privilegio de desarrollar una amistad de acero con Orlando, conocí al señor Cruz. De alguien haberme dicho que éste sería el asesino de su gran amigo, lo habría tomado como un chiste de mal gusto. No quiero especular de un caso legal en curso; sin embargo, la muerte de un ministro en ejercicio que, a su vez, tenía una carrera política que daba grandes frutos para nuestra sociedad, nos debe hacer reflexionar a todos. Orlando fue un impulsor de liderazgos que deberá ser reconocido con el paso de los años.

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Ya con más de un mes de esta tragedia sin sentido, y dejando de lado todos los sentimientos, nos quedan tantas dudas y preguntas. Si esto le puede pasar a un hombre humilde, paciente y honesto, ¿qué sentido tiene el servicio público? Quienes lo conocíamos sabemos de su accionar parsimonioso y, en mi caso particular, lo recuerdo tanto desde los años 90. Crecí como profesional a su lado, me abrió las primeras puertas de la política. Sus consejos acompañaron a aquel adolescente que luego se hizo hombre, profesional y político. Durante esos años las caídas no se hicieron esperar y en cada una de esas caídas Orlando era o el primero en llegar o el último en irse. Su accionar político lo encontró siempre del lado correcto de la historia. Luego de pensar mucho quiero emular aquel artículo de Zola “Yo Acuso” a principios del siglo 20, que ponía en perspectiva la sociedad europea de entonces. Todos debemos pensar cómo asimilamos y aprendemos de este suceso tan funesto como lamentable.

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A Orlando lo mató todo el que quiere una contratación sin competir con justicia en una licitación. A Orlando lo mató todo amigo de un funcionario, empresario o líder que solicita un sueldo sin ánimo de trabajarlo. A Orlando lo mató todo familiar o relacionado que haciéndose valer del poder de otro quiere prometer lo que no puede o vender un sueño que jamás será realidad. A Orlando lo mató todo empresario o contribuyente a una campaña política esperando privilegios o negocios a cambio. A Orlando lo mató todo aquel que espera de sus servidores públicos atajos a sus negocios, ventajas a sus esquemas, en fin, todos los que simulando emprendimiento desean robarse lo que no les corresponde. A Orlando lo mató todo funcionario o político que pagaba o paga lealtades con favores indebidos así dando un mal ejemplo de lo que algunos equivocados llaman ser consecuente, pero que en realidad es ser cómplice. A Orlando lo mató todo el que critica un accionar público no por convicción o desacuerdo sino para lograr que se le otorgue alguna dádiva. A Orlando lo mató el pasado que no permite el futuro que él quería defender. A Orlando lo mató una forma de hacer las cosas que muere, pero como comprueba este siniestro todavía se defiende con garras y que no se debe subestimar.

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Orlando Jorge, al margen de los detalles de un proceso legal que ahora será otro escenario para que el pasado lance sus flechas contra un futuro que vencerá, vivirá por siempre en el corazón de quienes le quisimos, y vivirá por siempre en todos aquellos que deseamos una sociedad más justa. Y como el futuro no tiene prisa por defenderse ya en términos más prácticos, que sepan todos que la memoria de Orlando tiene dientes y será defendida por los centinelas más leales. ¡Vamos!

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