“El cine es una invención sin futuro”, esta frase fue supuestamente mencionada por los hermanos Lumière, las personas a quienes la mayoría de los libros de historia del cine atribuyen su invención, e innegablemente realizaron un aporte valiosísimo con el cinematógrafo: una de las primeras máquinas que podía filmar imágenes en movimiento y proyectarlas sobre una gran superficie, como una pared, para poder apreciarlas.
Fue uno de los pasos iniciales para crear el arte/negocio que millones de personas disfrutan hoy en día. Claro que los Lumière fueron solo dos de las tantas personas que aportaron al desarrollo de la cinematografía mundial en sus comienzos. Otros nombres importantes a destacar son los de George Méliès y Alice Guy Blaché, la primera persona en realizar una película de ficción, pero, en el caso de nuestro país, fueron las personas osadas que se atrevieron a trabajar con este medio de comunicación en masas. El cine dominicano no es una novedad desde hace unos pocos años y su historia está cargada con datos muy interesantes.
Primero que nada, debo indicar que la primera sala de cine establecida en el país fue en el 1900, en la provincia de Puerto Plata. Segundo, una pregunta de mi parte hacia el lector, ¿qué tan antiguo crees que es el cine dominicano?
En promedio, la respuesta que más he escuchado oscila entre los 25 a 30 años. Realmente, es un número mucho mayor. En 1922, Francisco A. Palau filmó un cortometraje llamado La leyenda de la Virgen de La Altagracia, la primera filmación audiovisual a cargo de un dominicano registrada en el país. Pero, hace unos pocos años, el destino hizo de las suyas para que Edwin Espinal Hernández, eminente abogado e historiador de nuestra Ciudad Corazón, descubriera un dato valiosísimo con respecto a la historia del cine nacional en una investigación totalmente ajena al tema, que trata sobre una película llamada Pecado de Juventud, proyectada en Santiago de Los Caballeros, en 1915.
La evidencia señala que, posiblemente, la persona responsable de este proyecto fue la señora María Electa Stéfani Espaillat, cuyo propósito era hacer una recaudación de fondos para construcción de una Iglesia. Si este hecho logra ser verificado, entonces esta dama comenzó con la producción cinematográfica siete años antes que Palau.
El siguiente gran aporte para la jovial industria audiovisual dominicana vendría en 1930, en la toma de posesión presidencial de Rafael Leónidas Trujillo. La filmación de este evento sería el primer verdadero recurso audiovisual hecho en el país, ya que no solo se filmó la imagen del dictador, sino las voces y sonidos de los participantes, incluyendo el discurso que pronunció “El Jefe” como nuevo mandatario.
La era del tirano fue, posiblemente, el evento más nefasto que ha perjudicado a la industria cinematográfica nacional. En 31 años, solo se filmaron 13 documentales que enarbolaban el régimen trujillista. La razón de tal estancamiento fue la situación socio-política de la época que limitaba la realización y difusión del libre pensamiento o creencias de los realizadores audiovisuales, solo había una excepción: vanagloriar el gobierno del dictador.