Por Nate Cohn
THE NEW YORK TIMES
Si las encuestas están en lo correcto, Joe Biden podría obtener la victoria electoral más decisiva para una elección presidencial desde hace 35 años, superando la victoria de Bill Clinton en 1996.
Pero ese es un “si” muy grande.
La memoria imborrable del error en las encuestas de 2016, cuando Donald Trump estuvo rezagado en prácticamente todas las predicciones preelectorales y de todos modos arrasó con los estados en disputa para ganar el Colegio Electoral, ha flotado sobre la campaña de 2020. La anormalmente estable ventaja de Biden ha hecho poco para dejar claro si las encuestas estarán erradas de nuevo.
El presidente Trump necesita que las encuestas tengan un error enorme si quiere tener oportunidades de ganar la Casa Blanca. Joe Biden podría ganar, incluso si las encuestas estuvieran desfasadas tanto como en 2016.
Pero, mientras que la victoria sorpresiva del presidente Trump lo ha dotado de un aura de inmunidad política, las encuestas actuales lo pondrían en un predicamento mucho más grande que el que enfrentó durante el 8 de noviembre de 2016. Las encuestas muestran una ventaja para Biden que es bastante más significativa que la que tuvo Hillary Clinton, y muchas de las explicaciones para el error en las encuestas parecen no estar presentes esta vez.
Claro que es posible que las encuestas estén más equivocadas de lo que estuvieron hace cuatro años. Pero, para ganar, eso es exactamente lo que necesita Trump. Haría falta que las encuestas estén peor de lo que estuvieron en los estados del norte en 2016. Además, sería indispensable que las encuestas a nivel nacional y en el cinturón del sur estén erradas en un rango mucho mayor, y esas encuestas han demostrado ser relativamente acertadas en elecciones recientes.
O, para pensarlo de otra forma, esta vez las encuestadoras tienen muchas menos excusas para fallar que las que tuvieron hace cuatro años. La victoria de Trump fue, sin duda, una sorpresa, pero las encuestadoras argumentaron, con razón, que sus números no estaban tan mal como parecía. Clinton sí ganó el voto nacional, como las encuestas sugirieron que ocurriría. Incluso, las predicciones estatales no fueron tan malas, excepto por un puñado de estados con población blanca de clase media donde hubo pocas encuestas de calidad en el último periodo de la elección.
En las autopsias a las encuestas luego de la elección, las casas encuestadoras llegaron a una serie de explicaciones válidas sobre qué había salido mal. Ninguna de ellas seguiría siendo excusable si Trump gana en esta ocasión.
Estas son las formas en las que las encuestas son diferentes con respecto de las de 2016.
Las encuestas nacionales muestran una victoria contundente para Biden. Hace cuatro años, las encuestas nacionales sugerían una victoria para Clinton de alrededor de cuatro puntos porcentuales, muy cercanos a su márgen de 2.1 puntos en el voto nacional. Este año, las encuestas nacionales ponen a Biden 8.5 puntos arriba, de acuerdo con el promedio calculado por el Times. Las encuestas nacionales de mejor calidad lo muestran adelantado por más puntos todavía.
Contrario a la elección de 2016, las encuestas nacionales no prevén el avance de Trump en los estados del norte.
Hace cuatro años, las encuestas nacionales predijeron una recuperación enorme de Trump entre los votantes blancos sin un título universitario. Eso sugería que estaba en posibilidades de ganar el Colegio Electoral, con probables victorias en estados blancos de clase media como Wisnconsin, aun cuando las encuestas estatales colocaban a Clinton al frente.
Este año, las encuestas nacionales han sido constantes en la predicción de un avance grande para Biden entre los votantes blancos, particularmente los que no tienen un título universitario. En ese respecto, las encuestas nacionales son muy similares a las estatales y muestran una buena carrera para Biden en los estados relativamente blancos del norte como Wisconsin y Michigan. Las encuestadoras nacionales no podrían deshacerse de la culpa responsabilizando a las encuestadoras estatales.
Hay muchos menos votantes indecisos. Hace cuatro años, las encuestas mostraron a un gran número de personas indecisas o que no sabían si apoyar al candidato de un partido menor, y siempre quedó la incógnita de saber qué eligirían esos votantes al final.
En el promedio del sitio FiveThirtyEight, Clinton tenía una ventaja de 45.7 sobre los 41.8 de Trump, y 12.5 por ciento de los votantes estaban indecisos o apoyaban al candidato de un partido menor como Gary Johnson o Jill Stein.
Hay evidencia importante de que estos votantes indecisos se alinearon con Trump en 2016. Las encuestas de salida encontraron que la mayor parte de los votantes de último minuto doblaron en su dirección, 45 sobre 42, con un rango incluso mayor en los estados donde el sesgo de las encuestas fue peor, como Wisconsin, donde los indecisos lo eligieron en las última semana, 59 puntos sobre 30.
Las encuestas postelectorales, que intentaron contactar de nuevo a los votantes encuestados antes de la votación, encontraron que decisiones orbitaban hacia Trump. Y todo esto fue previsto por las encuestas preelectorales, que mostraron un final cerrado tras el tercer debate y el asunto de la carta de James Comey sobre los correos de Clinton. No explica el error en las encuestas por completo, pero puede iluminar parte de él.
Este año, sólo 4.6 por ciento están indecisos o apoyan al candidato de un partido menor, de acuerdo con el promedio de FiveThirtyEight. Incluso si estos votantes orbitaran hacia Trump de forma anónima, se quedaría corto para una victoria en los estados en disputa y a nivel nacional.
Algunas encuestadoras (incluida la del New York Times y Siena) muestran más votantes indecisos, votantes para partidos pequeños, o votantes que sencillamente se rehúsan a revelar a quién apoyarán para la presidencia. Aun así, hay poca evidencia para creer que se decidirán por el presidente.
En las últimas encuestas del Times y Siena para los seis estados en disputa, que probablemente decidan la elección, el 8 por ciento de los posibles votantes que no apoyaron ni a Trump ni a Biden tenían más probabilidades de ser hombres jóvenes no blancos y con menor escolaridad. Tenían una ligera probabilidad de estar registrados en el partido Demócrata. Reprobaron el desempeño del presidente dentro del mismo margen que los demás votantes y no tenían una opinión favorable de Biden ni de Trump. También era menos probable que hubieran votado en una elección reciente. Es pertinente preguntarse si estos votantes participarán al final, aunque digan que sí.
Esta vez, muchas más encuestadoras estatales representan mejor a los votantes sin título universitario. Este error de muchas casas de encuesta hace cuatro años es, probablemente, una de las principales razones por las que las encuestas subestimaron a Trump. No está resuelto por completo en 2020, pero está mucho mejor.
El asunto es sencillo, los votantes sin educación universitaria tienen menor probabilidad de responder a encuestas telefónicas. Para compensar, las encuestadoras necesitan darle importancia al factor de la educación, lo que significa priorizar ciertas opiniones para asegurarse de que los encuestados con menor nivel educativo estén mejor representados.
Esto ha sido cierto por décadas, pero los demócratas y los republicanos solían tener representación proporcional entre votantes blancos de ambos grupos, muchas encuestadoras se preguntaban si sus resultados tenían demasiados universitarios graduados. Eso cambió en 2016: Trump tuvo más éxito entre los votantes blancos sin título, y, de pronto, las encuestas que habían sido acertadas por años estuvieron sesgadas hacia él.
De acuerdo con los estimados del Times, el no haber priorizado la escolaridad pudo haber sesgado el resultado nacional hacia Trump por cuatro puntos en 2016. Pero no habría tenido importancia en 2012.
Es importante resaltar que la mayoría de las encuestas nacionales recientes priorizaron la escolaridad. Hay una explicación anticuada, encuestan a todos los adultos y ajustan sus muestras para coincidir con las variables demográficas del censo, como escolaridad. Muchas de las encuestadoras estatales, en comparación, llamaron a los votantes a partir de las listas nominales y ajustaron sus muestras para coincidir con las variables que los votantes describieron cuando se registraron para votar, como su afiliación partidista o edad, pero no su escolaridad.
Afortunadamente, ahora casi todas las encuestadoras estatales priorizan la escolaridad. Hay un par de excepciones, pero generalmente no son encuestas muy usadas. Prácticamente todas las encuestas que circulan muestran a los votantes blancos sin título como un sector electoral grande. Y están apoyando a Biden en mayor número que hace cuatro años.
Sin mejoría garantizada. No hay razones para asumir que las encuestas serán acertadas este año. Ni siquiera hay razones para asumir que serán mejores que en 2016, que tampoco fue el peor error de todos los tiempos. De hecho, las encuestas fueron peores en 2014 y bastante malas en 2012, aunque a pocos les importó porque sólo fallaron en estimar el rango de la victoria. Sin problemas, las encuestas podrían ser peores que la última vez.
Al día de hoy, las encuestas muestran a Biden mejor colocado en los mismos estados donde las encuestas se equivocaron hace cuatro años. Como Wisconsin, que fue el peor error de 2016, ahora es una disputa que Biden parece haber ganado.
Hasta el día de la elección, no habrá forma e saber si eso sólo representa una fuerza real entre los votantes blancos, como muestran las encuestas nacionales, o si es una implicación de un sesgo invisible en las encuestas estatales. Hace cuatro años, los votantes indecisos se decidieron por Trump al final, lo que produjo un error en su dirección. Esta vez, quizás se hayan acercado hacia Biden.
La industria de la investigación de encuestas tiene desafíos reales. Las respuestas a encuestas telefónicas están en declive. Más y más encuestas son realizadas en línea, y sigue siendo difícil obtener una muestra representativa en el internet. Las encuestas siempre han dependido de si la casa puede designar una muestra imparcial, pero ahora depende cada vez más de si la casa puede identificar y controlar la fuente del sesgo.
Aun así, las encuestadora emergieron de la elección de 2016 mayoritariamente convencidas de que la subestimación de Trump fue circunstancial, como el movimiento tardío entre los votantes indecisos, o que podía ser reparada si las encuestadoras se adherían a estándares de encuesta tradicionales como priorizar la escolaridad. Si Trump gana esta vez, van a necesitar otra ronda de auto crítica. Esta vez, puede que no encuentren una respuesta satisfactoria.