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Dominicanos, les habla Augusto Ramírez Bonó, soy hijo de un médico de pueblo y de una mujer que, como la mayoría de las madres dominicanas, siempre ha sido el centro de su familia. Crecí en un hogar donde se trabajaba sin descanso por el bienestar y la felicidad de la gente que nos rodeaba.

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Luego entendí que así éramos en esencia los dominicanos: trabajadores, solidarios, persistentes, apasionados, alegres…

Estudié en mi país y, con profesores dominicanos, aprendí a valorar nuestra historia, nuestras raíces y, sobre todo, la gran responsabilidad que significa sentir que soy de aquí, y que es mi deber hacer que la República Dominicana de mis hijos sea mejor que la de mis padres.

Por eso, como ustedes, me siento indignado por el precio que hemos tenido que pagar como pueblo por unos criminales.

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Aunque los que adulteran bebidas alcohólicas nos afectan de diferentes formas, lo más grave es la gran tragedia humana que han provocado. Es difícil asimilar que haya gente capaz de sacrificar vidas para hacer dinero.

Esos criminales, además, están intentado dañar a una industria emblemática que ha producido una marca país por más de cien años, a distribuidores y comerciantes que han servido a los dominicanos de manera confiable y honesta por décadas. Y lo que es peor aún poner en riesgo la vida de los consumidores, que siempre han podido elegir y disfrutar con seguridad lo mejor de nosotros.

Es por eso que merecen el repudio de la sociedad y todo el peso de la Ley. Porque no solo están adulterando bebidas alcohólicas; también están intentando agredir nuestra dignidad y nuestra reputación como país frente al mundo.

Apoyamos las enérgicas y firmes acciones del Gobierno dominicano para erradicar de una vez por todas la criminal fabricación y comercialización de bebidas tóxicas y peligrosas y que tanto dolor están llevando a nuestras familias.

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Hoy no solo les hablo como presidente de Casa Brugal, sino también como un dominicano orgulloso de que nuestros rones nos representen en todo el mundo, sean parte esencial de nuestra cultura y hagan un importante aporte a nuestra vida social y económica.

Para proteger a nuestra gente, a nuestros valores, a nuestra cultura y a nuestra identidad, necesitamos de todos los dominicanos buenos y comprometidos con su país…

En muchas cosas podríamos no estar de acuerdo, pero todos coincidimos en que hoy más que nunca el mundo debe saber que somos un pueblo honesto, confiable y, sobre todo, responsable.

Somos así, porque somos de aquí.

Somos auténticos y genuinos. ¡Y eso nadie lo puede adulterar!

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