Las mujeres viven más que los hombres, de media unos 5,5 años. Esta diferencia se explica por factores genéticos y ambientales, relacionados con los hábitos de vida. Sin embargo, la variación en estas rutinas puede traer consigo en los próximos años una igualación en la esperanza de vida para ambos sexos. Analizamos qué puede aprender un sexo del otro para vivir más años y con más calidad de vida.
La esperanza de viva en la Unión Europea, según datos del Instituto Nacional de Estadística, es de 84 años para las mujeres y de 78,5 para los hombres. Esta diferencia se explica en parte por factores biológicos, relacionados con la acción de los estrógenos, que confieren unos diez años de protección frente a la aparición de eventos de tipo cardiovascular, según explica Miguel Ángel Acosta, médico en el centro de salud El Espinillo, en Madrid, y coordinador del Programa de actividades preventivas y promoción de la salud en el mayor y miembro del grupo de trabajo de Atención al mayor de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC).
La protección de los estrógenos
Los estrógenos son, junto con la progesterona, las principales hormonas sexuales femeninas, con funciones como la preparación de la fecundación y la estimulación de la líbido, pero que también influyen en el metabolismo de las grasas y el colesterol de la sangre, favoreciendo la relajación de las paredes de los vasos sanguíneos y disminuyendo la presión arterial, mediando a la vez en la distribución de la grasa corporal.
Estas hormonas influyen también en la protección de los huesos. Por eso, cuando la producción de estrógenos disminuye con la edad las mujeres experimentan una pérdida de masa ósea que se relaciona con un mayor riesgo de fracturas.
Hábitos de vida
La mayor esperanza de vida de las mujeres se explica también por hábitos de vida que, tradicionalmente, han sido más saludables, con menores índices de sustancias tóxicas, como tabaco y alcohol, así como de consumo de drogas, que los hombres, explica Miguel Ángel Acosta.
Además, las mujeres también han mantenido en general un patrón dietético más favorable, con una mayor adherencia a la dieta mediterránea, con más consumo de verduras y frutas y menor de carne y de grasas saturadas, indica este especialista.
“Se da la circunstancia de que las mujeres, condicionadas en parte por la presión social, han prestado más atención a su imagen y se han preocupado más por el mantenimiento del peso. Es un hábito saludable, siempre sin que se convierta en una obsesión, del que también conviene que aprendan los hombres”, señala Acosta.
Sin embargo, los cambios en los patrones dietéticos y de hábitos de vida manifestados por la población femenina en los últimos años se están traduciendo ya en un aumento de los tumores de pulmón, relacionado este incremento con un mayor consumo de tabaco, y en más incidencia de cáncer de colon, muy correlacionado este tumor con hábitos dietéticos, ambientales y de estilo de vida.
Viven más pero con peor calidad de vida en los años finales
Otro aspecto significativo se refiere al hecho de que las mujeres viven más, pero con una peor calidad de vida en sus últimos años y más tiempo en situación de dependencia. Esto es debido en parte a que los eventos cardiovasculares cuando se producen resultan en mayor medida fulminantes en los varones, indica Miguel Ángel Acosta, mientras que el índice de fallecimiento inmediato es menor en el caso de las mujeres pero viven con secuelas crónicas en esos años posteriores al evento.
Una cuestión importante a la hora de enfrentar el infarto de miocardio en la mujer es tener en cuenta que en ocasiones la sintomatología “no es tan de libro” como en el caso del varón, de modo que no siempre se presenta con el dolor torácico característico, revela el experto. Las claves para sospechar rápidamente un posible infarto en la mujer, en ausencia de ese dolor torácico central y en un contexto clínico sugestivo de infarto, son molestias epigástricas, en el estómago y la zona precordial, náuseas, dificultad para respirar y sudoración.
Elemento fundamental para el diagnóstico temprano es determinar en qué contexto ha aparecido esa sintomatología, indica Acosta, dado que en caso de infarto suele iniciarse tras un esfuerzo físico. Desde la Sociedad Española de Medicina de Familia, destacan la importancia de la incorporación del enfoque de género y de equidad en la atención a los problemas de salud en la práctica clínica y de que los profesionales dispongan de herramientas básicas para una actividad asistencial, investigadora y docente con perspectiva de género que evite los sesgos en la atención.
Más predisposición a consultar y pedir ayuda
Otro factor que contribuye a explicar la mayor esperanza de vida de las mujeres y del que los hombres podrían tomar ejemplo, según explica Acosta, es la mayor predisposición de la población femenina a acudir al médico en caso de malestar o determinada sintomatología. “Al hombre le cuesta mucho más pedir ayuda, sobre todo, si el malestar es de tipo psíquico”.
Sin embargo, acudir a los profesionales sanitarios es el primer paso para conseguir un diagnóstico temprano de un problema de salud y un tratamiento adecuado. En cambio, cuando el malestar está relacionado con la esfera sexual las mujeres se muestran más reticentes a buscar ayuda, explica Miguel Ángel Acosta, “por ejemplo, cuando sufren molestias vaginales en las relaciones sexuales o cuando tienen dificultad para llegar al orgasmo, cuando son situaciones sobre las que también deberían consultar”.