Aunque no se criaron juntos, Ana Parra, de 34 años, y Daniel Parra, de 30, comparten padre y mantienen una relación sentimental que ha generado controversia en España.
Su historia comenzó en 2006, cuando se conocieron a través de Facebook. A partir de ese encuentro, la relación evolucionó hasta formar una familia con dos hijos sanos, actualmente de 5 y 3 años.
Pese a que ambos están legalmente reconocidos como padres, no pueden contraer matrimonio, ya que el Código Civil español prohíbe el enlace entre parientes directos. Desde que su caso se hizo público, la pareja ha defendido la necesidad de modificar la legislación para permitir su unión.
Desde pequeños sabían que su padre había formado otra familia, pero no fue hasta abril de 2006 cuando Ana, con 20 años, localizó a su progenitor y a Daniel en redes sociales. Al principio, ella lo agregó desde un perfil falso, temerosa de alterar su vida. Tras algunos intercambios, decidió revelarse con una frase directa: “Soy tu hermana”.
Ambos residían en Santa Eulalia de Ronsana, un municipio de Cataluña.
De hermanos a pareja
Intentaron inicialmente construir una relación fraternal, pero aseguran que el vínculo se sentía artificial. Daniel se mudó con Ana para compartir gastos y pasaban gran parte del tiempo juntos, lo que llamó la atención de su entorno.
Amigos cercanos comenzaron a percibir que la relación no parecía la de dos hermanos. Ante los comentarios, ambos lo negaban. Sin embargo, durante una fiesta, Daniel la besó de manera espontánea. Aunque al principio sintieron culpa, coincidieron en que nunca existió un verdadero sentimiento fraternal.
Daniel explicó que, de haber sido así, “nada de esto habría ocurrido”.
Vivir sin esconderse
Tras varios intentos fallidos de separarse para ajustarse a las normas sociales, Ana expresó su cansancio de vivir ocultándose y manifestó su deseo de construir una vida familiar abierta y con planes a futuro.
Buscando libertad, viajaron a Londres, donde por primera vez pudieron mostrarse como pareja en público. A su regreso a España, decidieron formalizar su relación abiertamente.
Hijos y marco legal
Antes de convertirse en padres, consultaron con especialistas sobre los riesgos genéticos derivados de su parentesco. Los médicos les indicaron que la probabilidad de enfermedades hereditarias era solo un 5 % mayor que en parejas sin vínculo sanguíneo.
Ana quedó embarazada inicialmente de gemelas, pero perdió a una de ellas. Posteriormente nació su hijo varón. Hoy ambos niños asisten a un colegio inclusivo que reconoce distintos modelos de familia.
Aunque el deseo de casarse permanece, la ley española se los impide. El incesto dejó de ser delito en España en 1978, pero la prohibición matrimonial sigue vigente.
Daniel considera incoherente la normativa: “Todo es legal: compartimos la libreta de familia, yo soy el padre y ella la madre. Lo único que no podemos ser es una pareja legal”.
Una lucha por el reconocimiento
La pareja insiste en que su objetivo no es promover el incesto, sino reclamar el derecho a ser reconocidos legalmente como pareja. Su exposición pública busca impulsar un debate jurídico y social.
Ana ha respondido a las críticas con una frase contundente: “Según la moral ajena me voy al infierno, pero al menos voy feliz y sin reprimir quién soy”.
El caso ha reabierto el debate en España sobre las restricciones legales al matrimonio y los límites entre la ley, la moral y la vida privada.

