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El balear venció a Schwartzman con altibajos en un partido intenso que fue seguido con pasión por 5.000 espectadores. Espera rival para semifinales: Djokovic o Berrettini

Altice

nte un público numeroso y entregado, cuyo regreso a los espectáculos deportivos tiene sus ventajas y sus inconvenientes para los jugadores, Rafa Nadal sacó adelante un partido duro contra Diego Schwartzman en los cuartos de final de Roland Garros (6-3, 4-6, 6-4 y 6-0 en 2:45). Al balear le perjudicaron en algunos momentos los gritos a destiempo de los espectadores, que querían rentabilizar el precio de las entradas en un partido largo y disputado. Por eso animaban mucho al argentino. “Diego, Diego, Diego…”. Aunque también le dieron al 13 veces campeón la gasolina que seguro echaba de menos en forma de clamor y aplausos cuando acertó a ganar algunos puntos espectaculares. “Muchas gracias a todos”, dijo tras su victoria.

En esa montaña rusa de emociones, Nadal alcanzó por 14ª vez las semifinales del torneo, 35ª entre los cuatro Grand Slams, aunque se dejó un set por el camino y su racha en París se detuvo en 36 consecutivos desde la final de 2019 ante Thiem. El viernes se enfrentará a Novak Djokovic o a Matteo Berrettini, que se enfrentan desde las ocho en la nueva sesión nocturna, que por primera vez podrán seguir los aficionados en el estadio por el retraso de dos horas del toque de queda, hasta las 23:00.

Hacía dos años que en Roland Garros no se vivía una jornada como la de este miércoles, con las gradas de la Philippe Chatrier no llenas, pero sí con un ambiente más propio del tenis pre-pandemia. Alrededor de 5.000 personas vivieron con pasión el partido, gracias a la atenuación de los protocolos anti-COVID en la capital gala, que permiten más aforo siempre que se presente un pase de salud con un test de antígenos, una PCR, una cartilla de vacunación o un certificado que indique que se ha pasado la enfermedad. Con la gente volvieron los cánticos taurinos, los gritos, la animación y alguna que otra salida de tono. El bullicio, vaya.

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Acción y reacción

En la pista, Schwartzman intentó de nuevo superar a Nadal y lo consiguió en el segundo set y hasta el 3-4 del tercero, cuando el español, enfervorecido por unas cuantas acciones positivas muy celebradas y en las que se animó con rabia, tomó los mandos y ya no flaqueó. Había pasado por malos momentos, en parte por méritos del bonaerense y en buena medida por errores propios en remates, saques y golpes que se le escaparon. Discutió con el juez de silla, el francés Dumusois. En esos instantes de inspiración de uno y zozobra del otro, se vivió la anomalía de verle perder un set en la Philippe Chatrier, despejada antes de una cuarta manga exprés en la que el número tres del mundo le colocó un rosco para un parcial global de 9-0 al bueno de Diego, que va muy por detrás (11-1) en el cara a cara. Temía que con el sol, Rafa se volviera invencible y al final lo fue pese a que esporádicamente aparecieron algunas nubes. El astro las dispersó y se lo pasó en grande.

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Entre las virtudes que lució, al margen de la movilidad, estuvieron la efectividad de los segundos saques, con un 68% de puntos ganados con ellos, y los 35 golpes ganadores. Además, la victoria, aun con ese tropezón de la segunda manga, le sirve y mucho porque fue como un banco de pruebas de ritmo, tensión y presión justo cuando llega la hora de la verdad. as.com

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