Fallece Alicia Alonso, la legendaria bailarina cubana, a punto de cumplir 99 años
Ingreso hospitalario en La Habana por una fuerte bajada de tensión arterial
La icónica Alicia Alonso, cuyo nombre completo era Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, falleció este jueves en un hospital de La Habana. Horas antes, había sido ingresada debido a una severa bajada de tensión arterial, según confirmó este periódico. Alonso estaba próxima a celebrar su 99º cumpleaños el 21 de diciembre.
Orígenes y primeros años en Cuba y España
Nacida el 21 de diciembre de 1920 en el cuartel de Columbia, en La Habana, Alicia creció en un entorno militar, donde su padre trabajaba como oficial de intendencia y caballería. Apodada cariñosamente “Hunguita” por su piel morena y ojos oscuros, fue enviada junto a su hermana mayor a España, donde se formó en las danzas españolas y aprendió a tocar las castañuelas durante una estancia familiar en Cádiz y Jerez de la Frontera.
Formación y carrera en Estados Unidos y Europa
A los 9 años, Alicia ingresó en la clase de ballet del maestro ruso Nikolai Yavorski en la Sociedad Cultural Pro-Arte Musical de La Habana, donde debutó en escena con un vals de El Cascanueces. En 1937 viajó por primera vez a Nueva York, donde se casó con el bailarín Fernando Alonso, compañero de Yavorski. Su hija, Laura Alonso, también destacó como bailarina y maestra de ballet.
Alonso se formó en la School of American Ballet y perfeccionó su técnica con maestros de renombre como Enrico Zanfretta, Alexandra Fedorova, Anatole Vilzak y Anthony Tudor. Posteriormente, recibió entrenamiento en Londres con Vera Volkova y en París con Olga Preobrayenskaya.
Su debut en Broadway incluyó musicales como Great Lady (1938) y Stars in Your Eyes (1939). Ese mismo año protagonizó su primer papel principal en el Ballet Caravan con Billy the Kid, obra ambientada en el lejano Oeste.
Trayectoria en el American Ballet Theatre y primeras creaciones
Desde la fundación del Ballet Theatre (posteriormente American Ballet Theatre – ABT), Alonso formó parte de la compañía en tres etapas: 1940-1948, 1950-1955 y 1958-1959. Interpretó papeles emblemáticos en obras como Undertow (Tudor/Schumann), Theme and Variations y Fall River Legend.
Destacan las coreografías creadas para ella por Bronislava Nijinska (Schumann Concerto) y Enrique Martínez (Tropical pas de deux). Su debut como protagonista en Giselle el 2 de noviembre de 1943, sustituyendo a Alicia Markova, marcó un hito en la historia del ballet. En 2013, celebró los 70 años de esta emblemática actuación asistiendo a una función en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, interpretada por su compañía, el Ballet Nacional de Cuba.
Superación ante la pérdida progresiva de la vista
Entre 1943 y 1945, Alonso fue sometida a dos operaciones oculares que le exigieron reposo absoluto. En 1972, fue operada nuevamente en Barcelona con éxito parcial. Los médicos le advirtieron que debía abandonar la danza para preservar su visión, pero ella se negó y potenció su técnica y versatilidad.
A pesar de la pérdida progresiva de la vista, continuó interpretando un extenso repertorio, incluyendo Pas de Quatre (Dolin, Lester), Apollon Musageta (Balanchine), Jardin de lilas, Gala Performance y Romeo y Julieta (Tudor), además de Aleko (Massine). Su pareja inseparable hasta 1960 fue Igor Youskevitch, con quien logró una complicidad escénica legendaria.
Fundación del Ballet Nacional de Cuba y legado coreográfico
En 1948, durante una pausa en el Ballet Theatre, Alonso regresó a La Habana como bailarina invitada y fundó el Ballet Alicia Alonso, que luego se convertiría en el Ballet Nacional de Cuba en 1959. Comenzó a coreografiar obras como Ensayo sinfónico (1950), Lydia (1951), El pillete (1952), Narciso y Eco (1955), La carta (1965), El circo (1967), Génesis (1978) y Misión Korad (1980), inspirado en la ciencia ficción.
Su creación continuó hasta sus últimos años, con trabajos como Muerte de Narciso (2010 y 2012), así como coreografías de Dido abandonada y La flauta mágica (2010), basada en la música de Riccardo Drigo.
Presencia internacional y reconocimiento mundial
Entre 1960 y 1990, Alonso dividió su tiempo entre Nueva York y La Habana, actuando como estrella invitada en el Ballet Russe de Monte Carlo y colaborando con figuras como Boris Romanov y André Eglevski. Destacan sus montajes en la Ópera de París (Giselle en 1972, Grand pas de Quatre y La bella durmiente en 1974), además de presentaciones en Viena (1980) y Milán (1983).
Alonso fue una de las primeras bailarinas occidentales en actuar en el Teatro Kirov (Mariinski) de Leningrado y el Teatro Bolshói de Moscú durante la Guerra Fría, entre diciembre de 1957 y febrero de 1958, interpretando Giselle y Lago de los cisnes. En 1990, se reencontró en escena con Rudolf Nureyev en una gala en Palma de Mallorca, acompañados por la soprano Victoria de los Ángeles.
Apoyo de Fidel Castro y consolidación del ballet en Cuba
Tras la Revolución Cubana, Alonso regresó a la Unión Soviética con el Ballet Nacional de Cuba en 1960. El apoyo del líder Fidel Castro fue clave para dotar de presupuesto a la compañía y fundar la Escuela Nacional de Ballet.
Durante esta etapa, su pareja en escena fue primero Azari Plisetski, hermano de la legendaria Maya Plisetskaia, y luego Jorge Esquivel. Con Esquivel, actuaron en numerosas compañías internacionales, incluyendo Les Grands Ballets Canadiens en 1967.
Después de divorciarse de Fernando Alonso, Alicia contrajo matrimonio con Pedro Simón, historiador y director del Museo de la Danza de La Habana, que le sobrevivió.
Un legado imborrable como última gran diva del ballet del siglo XX
Alicia Alonso representa, cronológica y estilísticamente, la última gran diva del ballet clásico. Su carrera, paralela a la de la moscovita Maya Plisetskaia (1925-2015), simboliza la historia viva del ballet del siglo XX.
Ambas extendieron su arte hasta bien entrado el siglo XXI, superando desafíos y crisis en la danza. Alonso acumuló récords notables: fue la bailarina que mantuvo las zapatillas de punta hasta edades avanzadas, la que actuó pasada la novena década de vida y la que bailó prácticamente ciega durante gran parte de su trayectoria.
Su impacto en la danza mundial y su incansable recorrido por escenarios internacionales la consagran como un ícono eterno del ballet clásico.

									 
					
