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Por JUAN T H 

Altice

No conozco a Mariasela Álvarez. Creo haberla visto una sola vez en mi vida, cuando, hace años, acompañé a mi amigo y hermano Pablo Milanés a una entrevista, según consta en una foto de los tres que ella tuvo a bien enviarme y que conservo con agrado. (Un buen detalle de su parte)  

No soy fanático de las redes sociales porque creo que se han vulgarizado y prostituido demasiado, que lejos de hacer bien, hacen daño, que promueven el morbo y los falsos valores, salvo raras excepciones. No sigo a nadie, ni le doy “like” a nada.   

En las redes sociales se dañan reputaciones, se hacen acusaciones sin fundamentos y sin pruebas que sustenten lo dicho. El honor de las personas se mansilla frecuentemente. Las redes están llenas de difamaciones e injurias. Se publican informaciones totalmente falsas. Las mentiras abundan en las redes, los insultos, las palabrotas, las obscenidades; los “analfabestias”, que cometen faltas ortográficas pensando, hablando y escribiendo proliferan en Twitter, inste gran, YouTube, etc.  

Mantengo una cuenta en “Twitter” donde suelo escribir algunos textos muy breves sobre lo que pienso de tal o cual tema político, económico y social, pero no suelo responder insultos, agresiones verbales, atropellos, ni acusaciones que reducen el debate, porque no siempre “el enemigo está a la altura del debate”, como dice Fito Páez. Las redes sociales se han convertido en una especie de vertedero cultural donde los más bajos instintos se depositan. Los “analfabestias” defecan en las redes sin consecuencia alguna, lo que obliga a legislar al respeto, porque todos los ciudadanos tenemos el derecho al buen nombre, a la privacidad y la intimidad.   

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No conozco a Mariasela Álvarez. No la he tratado, no sé dónde reside, no sé cuántos hijos tiene, si está casada o soltera. De ella no sé absolutamente nada, solo que hace muchos años fue reina de belleza, inteligente y hermosa. Su rostro me he familiar porque aparece en la televisión desde hace mucho tiempo.  

El respeto como mujer laboriosa y como profesional de la comunicación, hasta donde tengo entendido, íntegra, con la virtud de expresar lo que piensa, sin perder jamás el sentido crítico, algo que ningún comunicador puede perder nunca, pues de lo contrario se convierte en una veleta que va con el viento.   

No siempre comparto las opiniones de Mariasela, al contrario. Pero, para admirar, querer y respetar a un periodista o comunicador (Hay una gran diferencia uno y otro) sin compartir sus juicios. Hay que aprender a respetar las opiniones de los demás, darle contenido y altura al debate de las ideas. Solo los que no tienen nivel, los que no tienen argumentos, ofenden, atropellan, insultar y agreden. Como dijo alguien: “cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla”.  

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No creo que Mariasela Álvarez merezca los calificativos desconsiderados, ni las agresiones de las que ha sido víctima, sólo porque una hija trabaje en el Ministerio de Turismo y el otro haya ganado un concursó o una licitación de una institución del Estado. Si hay algún delito o crimen, que lo determine la justicia. Ya el director de compras y contrataciones ha dicho que no hubo corrupción. Además, señores, todos tenemos derecho al trabajo en cualquier institución, ya sea pública o privada. Y, en cualquier caso, los padres no somos responsables de las acciones de nuestros hijos adultos, aunque nos matemos con cualquiera por ellos, que son sangre de nuestra sangre. Lo digo como padre. Quiero ser justo. Honor a quien honor merece, respeto a quien respeto merece. 

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