Por Ramón López Ynoa
Se esperaba que todos los aspirantes que no resultaron escogidos en la
consulta ciudadana del PLD de este 16 de octubre asistieran al primer
encuentro con la prensa y a una especie de celebración por haber
culminado con éxito el proceso, pero, no resultó así.
De manera inexplicable faltó Margarita, la misma que junto a los demás
aspirantes había firmado un documento-acuerdo en el que se comprometía
a respetar los resultados de la consulta. Le echó un pelo al sancocho
como se dice en buen dominicano. Todo da a entender que la ex Primera
Dama se refería a si los resultados la favorecían, a si ella ganaba.
Su ausencia no puede atribuirse al impacto emocional de una inesperada
derrota porque los demás aspirantes, los que perdieron, estuvieron
ahí, y uno se pregunta, ¿Por qué le hicieron creer a Margarita que
tenía que ser, necesariamente, la ganadora de la consulta cuando se
supone que podía perder como al efecto sucedió?
Sus estrategas le colocaron a Abel como el aspirante a vencer y le
metieron en la cabeza que éste no tenía posibilidades de ganar. Y
ella, con un concepto sobrevalorado de sí misma y con una
autocomplacencia política de que era imbatible, define su
comportamiento posterior a la consulta ciudadana a despecho de que no
era cierto lo que le habían dicho de que estaba predestinada a ser la
elegida candidata del PLD y con la certeza de que se había movido en
tierras movedizas que terminaron por engullirla.
Sus palabras twitteadas con las que felicitaba a Abel Martínez por su
inequívoca victoria se contraponen con su evidente resistencia a
reconocer que perdió el certamen y su proceder pudiera calificarse de
indisciplinado, desafortunado y de atrincheramiento rebelde al que
habría que darle seguimiento.
Ha demostrado que no estaba apta para ser candidata pues, quedando en
un lejano tercer lugar, argumenta maniobras que atentan en contra de
su misma organización y se resiste a aceptar un proceso y unos
resultados que nadie ha puesto en tela de juicio, sólo ella.
Que Abel era la tendencia partidaria se puso en evidencia, no sólo en
demarcaciones controladas por el alcalde de Santiago, tales como
Barahona y Pedernales, sino, también, en territorios supuestamente
controlados por Margarita, como la provincia Independencia y el
municipio de Neyba, en donde sus coordinadores eran, nada más y nada
menos, que el senador y el alcalde, respectivamente. En estos
territorios el abelismo triunfó arrolladoramente dejando el liderazgo
margariteño local mal parado.
No estaba preparada para perder y lo extraño es que no oteara en el
ambiente que el partido, y la sociedad entera, se había direccionado
en torno a Abel, y que cuando eso ocurre es difícil hacer torcer la
voluntad colectiva ya sea con instrucciones verticales o con
mecanismos de variación de correlación de fuerzas. Eso lo entendió
correctamente la cúpula del PLD, como también lo entendieron Francisco
Domínguez Brito, Maritza Hernández y Karen Ricardo, menos ella.
Y es por eso que la alta dirigencia del PLD, a pocas horas de culminar
el proceso de consulta, dio a conocer al país los resultados y a cuyo
acto asistieron todos, menos ella.
Margarita debería encarrilarse por la institucionalidad partidaria y,
sin más pérdida de tiempo, honrar el compromiso que asumió de apoyar
al ganador y, dejando de lado las “bembitas” del perdedor, abocarse a
trabajar para que el “peledé”, su partido, gane las elecciones del
2024 y no continuar por el camino resbaladizo de la rebeldía y la
confrontación.
El autor es catedrático, reside en Barahona