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El 21% del electorado brasileño, 30 millones de personas, se abstuvo en la primera vuelta de las presidenciales del domingo

Altice

Por FEDERICO RIVAS MOLINA

Más de 30 millones de personas (21%) no votaron en las presidenciales del domingo en Brasil. Es una masa enorme y desconocida. Hacia allí deberá apuntar Luiz Inácio Lula da Silva si quiere vencer en la segunda vuelta, prevista para el 30 de octubre. La primera lo dejó a solo dos puntos de la presidencia sin necesidad de desempate. Las matemáticas lo favorecen, pero el empuje inusitado que obtuvo Jair Bolsonaro en las urnas lo obligan a mantener la guardia en alto. El presidente, que va a por la reelección, obtuvo el 43% de los votos, diez puntos más de lo que le adjudicaban las encuestas. Fuera de los abstencionistas no queda mucho más, así de polarizada estuvo la jornada. Entre Lula y Bolsonaro acumularon casi el 92% de los votos válidos, o 108 millones de votos.

La estrategia de los candidatos aún no está clara. Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), apostó en la primera vuelta por una campaña que opuso “un voto con amor” al discurso belicista de Bolsonaro. No le alcanzó para ganar en primera vuelta, pese a la escalada en las preferencias que mostraban las encuestas durante la última semana. Cazar a los abstencionistas no le será fácil. “Dudo mucho de que ese votante que no quiso votar en primera vuelta decida hacerlo en la segunda”, advierte Rafael Mantovani, politólogo de la Universidad Federal de Santa Catarina. “Son personas que no le temen ni a Lula ni a Bolsonaro; simplemente, todo les parece una tontería”, opina Mantovani.

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A Lula le quedan entonces por captar cinco millones de votos de Simone Tebet, del Movimiento Democrático, y otros 3,6 millones de Ciro Gomes, un exministro del Gobierno petista. No está muy claro dónde terminará ese electorado. Lula tiene a su favor que Tebet apostó por un discurso de defensa del medio ambiente, pese a ser una candidata con intereses en el agronegocio. “El suyo es un voto conservador, pero estuvo toda la campaña diciendo que Brasil debe mirar a la ecología si quiere vender carne y soja al mundo”, dice Mantovani. “Puede ser que parte de sus votos vayan al candidato que tiene una agenda que es ambiental”, agrega, en referencia a Lula da Silva.

El voto de Gomes debería, naturalmente, decantarse por el PT, pero nada es seguro. En ese grupo de votantes hay desencantados del exmandatario, al que no le perdonan los casos de corrupción que agriaron sus dos Gobiernos, como la investigación de Lava Jato. El expresidente estuvo más 500 días preso, hasta que un tribunal anuló todas sus condenas por cuestiones formales. Lula siempre se consideró una víctima política de la justicia, que obró, según esa lectura, para matarlo como político. El regreso es una revancha para Lula, pero no tanto para aquellos que lo apoyaron en el pasado y ahora han perdido la fe.

Comprender el mapa electoral también será clave. Lula tiene asegurado el voto del noreste, pero el domingo sufrió una paliza épica e imprevisible en el Estado de São Paulo, un país dentro de otro, con 46 millones de habitantes, lo mismo que Colombia o Argentina. Bolsonaro obtuvo allí el 47,8% de los votos, siete puntos más que Lula, equivalentes a 1,8 millones de personas. El empuje electoral del actual presidente se trasladó incluso a la disputa por la gobernación. Bolsonaro puso como aspirante a un desconocido en el distrito, Tarcísio de Freitas, un militar nacido en otro Estado, Río de Janeiro, que fue su ministro de Infraestructuras. De Freitas sacó el 42% de los votos, casi siete puntos por delante de Fernando Haddad, un peso pesado de la política que fue candidato a presidente por el Partido de los Trabajadores en 2018, justamente contra Bolsonaro.

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“El interior de São Paulo es muy bolsonarista, mucho más que la capital del Estado”, dice Mantovani. Allí caló el discurso ultra de Bolsonaro, promotor del lema “Dios, patria y familia”. “Si antes discutíamos sobre la seguridad pública, ahora votamos a favor de un candidato que dice que hay que matar a los delincuentes, con un discurso de guerra”, agrega. Lula deberá pescar en ese electorado cada vez más duro, mientras Bolsonaro se hace fuerte. Basta con ver el éxito de los candidatos del presidente en el Congreso: sumarán 96 asientos, el mayor grupo parlamentario, por encima del PT. El triunfo de Lula en la primera vuelta no debe ocultar que Brasil vira cada vez más hacia la derecha.

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