Justicia francesa respalda a propietaria de gallo símbolo de la vida rural en la isla de Oléron
París (EFE) – La justicia francesa falló este jueves a favor de Corinne Fesseau, dueña del gallo Maurice, en una localidad turística de la isla francesa de Oléron. La disputa se originó tras una denuncia presentada por vecinos que se quejaban del canto del animal, convertido en un símbolo emblemático de la vida rural.
Tribunal de Rochefort impone multa a denunciantes
El Tribunal de Rochefort, ubicado en el oeste de Francia, condenó a una pareja proveniente del centro del país que posee una segunda residencia en Saint-Pierre-d’Oléron. Los denunciantes deberán pagar 1.000 euros por daños y perjuicios a la propietaria del gallo, además de cubrir los gastos judiciales, sin posibilidad de apelación, según informó el abogado de la defensa, Julien Papineau.
El fallo reconoce la convivencia con animales domésticos en zonas rurales
El tribunal determinó que los denunciantes no aportaron pruebas suficientes para demostrar que el canto del gallo fuera excesivamente molesto. Asimismo, destacó que la presencia de un animal doméstico como Maurice es compatible con la vida en localidades rurales, siempre que no esté ubicado en el centro urbano.
El gallinero se encuentra a solo cuatro metros de la habitación de la pareja denunciante, en un pueblo que cuenta con aproximadamente 7.000 habitantes en invierno. Durante la temporada de verano, la población se quintuplica debido al turismo, lo que intensifica la convivencia con tradiciones rurales como el canto del gallo.
Un caso que refleja la tensión entre turismo y vida rural tradicional
El abogado Papineau calificó la sentencia como “una buena decisión” tras dos años de litigio, que demuestra que “no se puede acudir a la justicia por cualquier motivo”.
El caso, ampliamente difundido en medios nacionales e internacionales, tuvo una audiencia el pasado 4 de julio, donde los denunciantes solicitaron la cesación del “ruido molesto” y propusieron una multa diaria de 150 euros a la dueña si el canto persistía.
Los demandantes intentaron evitar que el proceso se interpretara como un conflicto entre turistas y tradiciones rurales, subrayando que el canto matutino del gallo es un elemento característico de la vida campestre.

