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La organización criminal más poderosa de Brasil exhibe su fuerza en el vecino Paraguay

Fue la mayor fuga de una cárcel en la historia de Paraguay, según el Gobierno. La madrugada del domingo, 75 presos vinculados a la organización criminal más poderosa de Brasil escaparon de una prisión cerca de la frontera entre ambos países. Aunque las autoridades encontraron un túnel aparentemente cavado durante semanas, no descartan que los reos se fugaran por la puerta principal del presidio con la complicidad de los guardas. La espectacular fuga evidencia el poder que el cartel brasileño Primer Comando de la Capital (PCC) ha adquirido en Paraguay, donde consigue armas y marihuana y por donde transita la cocaína que compra en Bolivia y envía a Europa por puertos de Brasil.

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Unos 40 de los evadidos son de nacionalidad brasileña. El Gobierno de Jair Bolsonaro inmediatamente anunció el envío de 200 policías a reforzar la frontera e intentar impedir la entrada en su territorio de los fugados de la cárcel de Pedro Juan Caballero, ciudad donde el PCC dio hace cuatro años el golpe con el que dejó claro que pretendía ser el cartel hegemónico en la zona. Allí asesinó en una espectacular emboscada al denominado rey de la frontera, Jorge Rafaat Toumani, el jefe local del contrabando y el tráfico de armas y drogas que abastecía al PCC pero también a otros grupos. La organización criminal tiene un fuerte dominio territorial en los estados brasileños fronterizos.

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Seis camionetas utilizadas en la huida fueron halladas quemadas en Ponta Porá, la ciudad brasileña que queda del lado del linde, según una portavoz policial citada por France Presse. Una avenida enlaza ambas localidades. Entre los fugados, algunos implicados en una batalla carcelaria en Paraguay el año pasado que acabó con varios reclusos decapitados. Ese tipo de escarmiento a los considerados enemigos o traidores es frecuente en los motines del gigante sudamericano.

Las autoridades paraguayas no pudieron evitar la fuga aunque, según admitieron, ya en diciembre tuvieron información de que el PCC estaba ofreciendo una recompensa de 80.000 dólares (unos 72.000 euros) a quien les ayudara a evadir a sus afiliados. Brasil ofreció ayuda a Paraguay, que destituyó fulminantemente al director de la cárcel y a 28 guardas. Nadie dio la voz de alarma, aunque los evadidos debieron cavar el túnel durante semanas y aunque acumularon cientos de sacos de arena y escombros.

El PCC, creado en una cárcel de São Paulo a principios de los noventa, tiene unos 30.000 miembros dentro y fuera de las prisiones. Ante la debilidad del Estado en el sistema penitenciario, el grupo controla el funcionamiento interno en decenas de presidios.

“En Paraguay todo es novedad. La presencia del PCC es novedad, sus estrategias, los grandes sobornos son novedad. Y eso abre brechas”, ha explicado al diario brasileño Estadão Bruno Paes Manso, un especialista en la facción criminal de la Universidad de São Paulo. “Aunque (Paraguay) es un país importante para la marihuana y como tránsito de la cocaína de Bolivia, el PCC llega de manera muy truculenta, con otra relación con el mercado de drogas y una estrategia muy violenta de dominar las cárceles para asustar a Paraguay”, según el experto.

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El cartel tiene una célula dedicada a organizar fugas. Por eso el ministro de Justicia de Brasil, Sergio Moro, advirtió el domingo por la noche de que aquellos que sean recapturados “tienen billete solo de ida a prisiones federales”. Son muy pocas y las más temidas por los narcotraficantes porque en ellas carecen del margen de maniobra que exhiben en presidios estatales.

Poco después de que Moro tomara posesión, a primeros de 2019, la dirección del PCC, con Marcos Camacho, alias Marcola, a la cabeza, fue trasladada de cárceles estatales de São Paulo a otras gestionadas por el Gobierno federal. El experto Paes advierte de que el PCC aprendió a crecer y a ser fuerte con sus jefes presos. “Pero la fuga está muy considerada. Quien escapa gana respecto y un aura de mito”, señala. El sistema penitenciario fue el primer escenario de su rápida expansión en Brasil, que luego amplió a las favelas y en el último lustro, a los países vecinos.    elpais.com

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