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Cuando tu corazón empieza a latir muy rápido porque estás viviendo una experiencia muy emocionante o porque estás segregando mucha adrenalina, el grito es una vía de escape

Altice

¿Crees que puedes controlar un grito? ¿Podrías pasar por una montaña rusa sin abrir la boca? ¿Y salir de fiesta? ¿O encontrarte a una amiga que hace mucho que no ves? La respuesta es que sí, pero con bastante esfuerzo. El grito es una especie de protección. Cuando tu corazón empieza a latir muy rápido porque estás viviendo una experiencia muy emocionante o porque estás segregando mucha adrenalina, el grito es una vía de escape para toda esa energía que no sabe hacia dónde ir. Por eso, en una montaña rusa, que es una de las experiencias más extremas a las que nos sometemos los humanos, lo único que se oye son gritos.

Como la mayoría de reacciones humanas, gritar es la manera que tenemos de protegernos, explica a la BBC el profesor de psicología en el Emory College Harold Gouzoules. “La idea es que los gritos se originaron como una forma de asustar a un depredador y proporcionar una pequeña posibilidad de escape”, explica. Como los humanos vivimos en sociedad, a medida que asustaban a su depredador nuestros antepasados conseguían ayuda. Pero entonces, ¿qué tiene que ver un momento de miedo con uno de alegría?

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Para poder saber si quien está gritando es tu hermano o amigo, antes tienes que saber cómo suena su voz cuando suena más fuerte. Así que, según el mismo profesor, la naturaleza nos llevó a buscar entornos “levemente amenazantes” para reproducir ese sonido y que la comunidad aprenda a reconocer los gritos de socorro de los demás miembros. Así que, de forma instintiva, nos aventuramos a ponernos en una situación de peligro controlado para poder practicar el grito. Antiguamente, hubiera sido, por ejemplo, acercarse a una cascada o a un volcán. Hoy en día, es lo que pasa cuando nos subimos a una montaña rusa o vemos una peli de miedo: nos sometemos a experiencias límite, pero sabiendo que nada nos va pasar. Así es como convertimos una situación supuestamente peligrosa en algo divertido que nos permite liberar tensiones.

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De hecho, tal y como están diseñados los parques de atracciones, lugares como la montaña rusa generan muchísimas expectativas. Primero tienes que elegir el día, luego llegar hasta allá, elegir la atracción, hacer la fila… cuando llega el momento de subirte, ya acumulas tanta emoción que lo único que te queda es soltar. Por eso es tan desestresante y acaba sentándote tan bien.

No hace falta subir a una montaña rusa para divertirse, pero ahora que conoces cómo funciona el mecanismo de la liberación de tensiones, deberías buscar espacios en tu vida cotidiana que te permitan gritar un poquito. Divertirse sin frenos es absolutamente necesario para nuestro bienestar emocional. No dejes que la vida de la ciudad, con sus pocas amenazas, te arranque lo que la naturaleza te dio. codigonuevo.com

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