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La “Casa de Marfil”, una edificación de dos niveles que mandó a construir el dictador Rafael Leónidas Trujillo a la orilla de la playa de Najayo en San Cristóbal para verse con personas que tenían estrecho acercamiento con el dictador. Pasó de ser casa campestre a destacamento de la localidad y posteriormente a ser refugio de algunas personas sin hogar.

Altice

La edificación está distribuida en dos partes; una donde estaba el dormitorio de Trujillo y la otra donde alojaba a sus invitados. Tiene seis habitaciones con su baño y vestidor, sala, antesala, varias terrazas y balcones, un cuarto de servicio, una galería corrida, una pequeña oficina, amplios pasillos, patio trasero y delantero, cisterna y pozo.

El historiador Juan de la Cruz de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), sostiene que sería bueno aprovechar ese espacio para crear “la antítesis de lo que era esa casa, algo alejado a la naturaleza para la que fue construida”.

De la Cruz considera que hacer un museo en ese lugar significaría levantar “un monumento al terror y al odio” y que se puede restaurar como un espacio de libertad y a favor de los derechos de los ciudadanos y replicar la iniciativa en otros bienes que poseía el dictador en otras provincias del país.

Historia

“Aquí solo venía Trujillo con sus mujeres y algunos personajes que gozaban de su estima y que pertenecían a su círculo íntimo de amigos”, comentó en voz baja una señora consultada por Diario Libre durante un recorrido por la casa, desde donde se visualiza parte de la costa caribeña.

Los ancianos del lugar hacen historias de quiénes iban a la “Casa de Marfil” y en calidad de qué, según lo poco que podían observar, ya que el espacio estaba acordonado por una barrera de piedras grandes que tapaban la visibilidad de lo que allí ocurría.

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El lunes, 30 de mayo, se cumplirán 61 años del magnicidio del tirano, los adultos que durante su niñez vivieron parte de la dictadura cuentan como los hombres mayores de edad tenían que hacer servicio voluntario a orillas de la playa para vigilar que no se acercaran navegantes a la costa.

“Mi papá estaba autorizado a entrar a las fincas de Trujillo para buscar la materia prima que eran los cogollos de las matas de cana que estaban sembradas en toda la playa con la que mi mamá le elaboraba las escobas amarillas que utilizaban para la limpieza de los cuarteles y otros lugares públicos”, cuenta Nicolás Guillén, oriundo de Najayo, San Cristóbal.

Explicó cómo él y sus hermanos se encargaban de tejer las sogas que su madre utilizaba para amarrar los palos de las escobas de los cogollos. Además, añadió que la paga de sus servicios por parte del dictador era permitirles cortar materiales para elaborar más escobas y venderlas para el sustento del hogar.

Guillén sostuvo que de la cisterna de la casa de Trujillo era que las personas se abastecían de agua, solo cuando a quien la cuidaba le autorizaban abrir la puerta. Una vez cerrada nadie podía acercarse a la vivienda, ni a la playa.

Durante su relato, el señor de 75 años recordó que había una carretera privada que estaba en paralelo con la calle principal y que era utilizada solo por Trujillo para desplazarse hasta la Hacienda María (otra de las propiedades que tenía el dictador), ubicada en Nigua, en esa provincia del sur del país.

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En la Hacienda María se llevó a cabo la matanza a seis de los ajusticiadores de Trujillo; Luis Manuel Cáceres Michel, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Roberto Pastoriza Néret, Modesto Díaz Quezada y Huáscar Tejada Pimentel.

Pasarela en la playa

La conocida playa de Najayo tiene una especie de rompeolas, que en realidad era parte de la estructura física de una pasarela que mandó a construir el expresidente para disfrutar de la playa junto a “sus mujeres”, puente que formaba una piscina natural con luces y pasamano para caminar por ella.

César Lugo Váldez, oficial de operaciones de la Defensa Civil de Najayo, asegura que “todavía permanece intacto parte del puente en el fondo del mar y hasta los hierros que sostenían las lámparas se pueden identificar cuando una está en el lugar”.

Lugo tiene más 20 años realizando actividades de buceo en la playa de Najayo y explica que la casa tiene una escalera trasera que llegaba hasta la playa, pero con el tiempo se ha ido deteriorando y ya solo quedan “unos cuantos escalones”.

En la orilla de la playa había un baño público con tres espacios, uno con ducha y dos medio baños para que la visita del dictador lo usaran mientras se bañaban en la playa. Según Lugo, parte del piso se ve entre las arenas del balneario.

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