En sus primeros cien días en la Casa Blanca el presidente estadounidense, Joe Biden, ha puesto en cuestión los tabúes económicos asentados en el país desde la década de 1980 al apostar por una destacada intervención estatal y un refuerzo de los endebles sistemas de bienestar social.
“Es una inversión en EE.UU. que solo se da una vez en cada generación, algo no visto desde que creamos el sistema de autopistas interestatales y la carrera espacial décadas atrás. De hecho, es la mayor inversión en empleos desde la Segunda Guerra Mundial”, subrayó Biden al anunciar su plan de infraestructura en Pittsburgh (Pensilvania) a final de marzo.
Se trata de un ingente plan de inversión pública de 2,25 billones de dólares diseñado para redirigir el tejido económico hacia un crecimiento sostenible y verde, que incluye más de 600.000 millones para modernizar la avejentada red de transporte y renovar la flota federal con vehículos eléctricos.
Semanas antes, había logrado que el Congreso aprobase un nuevo plan de rescate fiscal, el tercero en EE.UU. para contrarrestar la crisis desatada por la llegada de la pandemia del coronavirus al país, por un valor de 1,9 billones de dólares y con especial énfasis en el apoyo de las familias de menores ingresos.
A juicio de Megan Green, investigadora de la Harvard Kennedy School, el enfoque económico de Biden supone “el fin de la era neoliberal presentada por primera vez por el presidente Ronald Reagan (1981-1989), cuando los mercados se consideraban eficientes y se pensaba que funcionaban mejor sin ser molestados”, según un artículo publicado esta semana.
EL CAPITALISMO, EN CUESTIÓN
Hace 40 años, en su discurso de investidura de 1981, el expresidente Reagan pronunció una frase que marcó una época: “El Gobierno no es la solución a nuestro problema, el Gobierno es el problema”.
Con Reagan llegaron importantes bajadas de impuestos y la confianza, respaldada mayoritariamente entre republicanos y demócratas, de que la prosperidad provenía de la economía de mercado y que el sector privado era más eficiente que el público.
El demócrata Biden, que apoyó entonces esa agenda cuando era un joven senador, ahora se muestra decidido a desmontar ese paradigma.
Greene destacó que “el neoliberalismo ya estaba siendo cuestionado cuando la crisis financiera global mostró que los mercados financieros podrían hacer arrodillarse a las economías”, y que “el aumento de la desigualdad provocó que la gente cuestionase si el capitalismo realmente estaba funcionando”.
Para sufragar este alud de gasto público, el actual mandatario estadounidense plantea una subida de impuestos para las grandes empresas, con un alza de la tasa impositiva del 21% actual al 28%, y limitar las maniobras de evasión a través de paraísos fiscales.
Además, Biden pretende aplicar un impuesto mínimo del 15% sobre los ingresos contables, los que reportan a los inversores, a diferencia de los ingresos que se reportan a la Hacienda estadounidense.
“Lo positivo no está sólo en reconocer que las grandes corporaciones de EE.UU. mÁs rentables tienen más capacidad para contribuir de forma efectiva sino que también hay que cerrar las vías a la elusión fiscal, al traslado de beneficios de forma artificial hacia territorios fiscalmente más agresivos”, subrayó a Efe Susana Ruiz, responsable de justicia fiscal de la ONG Oxfam.
ARRASTRE GLOBAL
Para Ruiz, la clave es la capacidad de “arrastre” de estas propuestas debido al peso de Estados Unidos en la economía global.
De hecho, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, ya ha presentado una iniciativa al G20 (que aglutina a las principales economías avanzadas y en desarrollo) para establecer una tasa mínima global de sociedades del 21%.
La idea es quebrar “la carrera a la baja” en materia de impuestos corporativos a nivel internacional, en palabras de Janet Yellen; y establecer “sistemas fiscales estables y justos”.
En una muestra más de que los tiempos pueden estar cambiando, la propuesta ha sido acogida con buenos ojos por parte de grandes empresas, tradicionalmente opuestas a cualquier subida impositiva.
“Nosotros apoyamos un alza del tipo del impuesto de sociedades”, apuntó en un comunicado el jefe de Amazon, Jeff Bezos, quien rara vez ofrece declaraciones públicas, a la vez que confió en que el Gobierno y el Congreso alcancen un compromiso “equilibrado” que “mantenga o mejore la competitividad de Estados Unidos”.