En Brasil, Argentina era local. Los albiceleste agotaban las entradas puestas a disposición de la Conmebol y uno de los fondos de Maracaná se veía más colmado que el otro. El celeste y blanco por encima del verde y amarillo. Los fuegos artificiales en la salida, los himnos con gritos de verdaderos hinchas y no esa música horripilante que ponen de fondo en los partidos sin público, le daban al encuentro un tinte más épico. Pero tenía que empezar a rodar la pelota y ahí estaban Messi y Thiago Silva, en el sorteo, dos rivales eligiendo de qué lado iban a arrancar y quién iba a mover primero en esta histórica final en Maracaná.
Ostojich, árbitro del encuentro, no quería de ninguna manera que se le fuera el partido de las manos. Primero con una advertencia sobre Scaloni y después con una amarilla a Fred tras una dura patada sobre Montiel. Mientras, los dos equipos se estudiaban, dejando jugar uno a otro en la línea defensiva, haciendo el partido lento.
Brasil, tras unos minutos de leve dominio argentino, se quedaba con la pelota. Sin profundidad, el juego directo de Marquinhos a Richarlison era una opción muy utilizada y en una jugada de esta manera, Neymar casi remata tras la dejada del jugador del Everton. Del otro lado, Argentina quería robar rápido y dársela a Messi para que invente, pero Brasil replegaba con mucha velocidad. El partido era una guerra continua, ninguno regalaba un centímetro de cancha.
Pero hoy un jugador argentino tenía una revancha pendiente. Hoy un jugador argentino tenía una cuenta pendiente. Hoy un jugador argentino tenía algo que decir en Maracaná, algo que no pudo decir hace siete años en este mismo estadio. Di María definía por encima de Ederson tras un pase al espacio de De Paul que Lodi no pudo cortar. Los argentinos del Maracaná festejaban. Los argentinos de todo el mundo festejaban. Di María festejaba.
Brasil era una protesta constante. Casemiro con Thiago Silva, Tite pidiéndole más a sus jugadores. Los locales no podían romper el 4-4-2 propuesto por Scaloni y Messi, el mejor jugador de la cancha, todavía no había podido aparecer. Argentina estaba metida en el partido, hacía correr a los delanteros brasileños y Neymar se desesperaba, pero en una contra, llegaba la primera de Messi y su disparo pasó cerca del palo de Ederson. La réplica de Brasil llegó rápido y Neymar, el más inteligente de la Canarinha, encaraba y Paredes lo bajaba en el borde del área, ganándose la amarilla.
Argentina hacía lento el partido, dejaba que pasen los minutos. Brasil no podía y se desesperaba. En una pelota larga de Paredes a Di María, el ‘Fideo’ daba un susto y quedaba tendido afuera de la cancha tras doblarse el tobillo, pero era eso, un susto, y volvía a la cancha. El primer tiempo se iba, Argentina ganaba confianza y el balón parado era lo más peligroso del equipo de Tite. Cada córner o cada falta tenía olor a gol brasileño. Y la hinchada argentina gritaba por Diego para darle un último aliento a sus jugadores, que así se iban al vestuario, entre vítores.
El segundo tiempo arrancaba con un cambio. Fred, amonestado, dejaba su lugar a Firmino. Otro delantero para Brasil que necesitaba algo diferente, como contra Colombia en la fase de grupos. En Argentina, la rápida tarjeta para Lo Celso tras una gran jugada de Neymar hacía que Scaloni reaccionase rápido y llamase a Guido Rodríguez. Pero dos segundos antes, Richarlison hacía el empate, o eso creía él, que lo festejaba, pero el línea levantaba la bandera y ahogaba el grito de gol local. Guido entraba por Paredes, que ya había sido amonestado en el primer tiempo.
Y entrábamos en ‘Dibu Martínez time’. Richarlison, nuevamente, pegaba un derechazo tras un gran pase de Neymar. El arquero del Aston Villa, con una mano izquierda milagrosa, salvaba a los de Scaloni.
Neymar jugaba sin ningún tipo de filtro. La entrada de Firmino le daba un espacio que antes no tenía. El del PSG rompía todos los esquemas de Scaloni que tenía que buscar alguna manera de frenara a la Canarinha. Esa manera era darle entrada a Tagliafico para jugar con Acuña de ‘doble 3’, mientras que en Brasil entraba el madridista Vincius por Everton.
Faltaba el protagonista de siempre, faltaba Messi, que lastrado por sus esfuerzos defensivos, no decidía bien tras un robo de Lautaro Martínez. Pasaban los minutos, Brasil se desesperaba y el único que ponía claridad en el partido era, nuevamente, Neymar, que era derribado por De Paul, recibiendo una nueva tarjeta amarilla.
El clima en el Maracaná era muy tenso. Los hinchas argentinos se mordían las uñas, no tenían casi fuerza para gritar. Los brasileros silbaban. Tite caminaba de un lado para otro buscando soluciones, y llamaba a Gabigol y Emerson para que entren a romper el cero en el marcador.
El partido se picaba, Gabigol se peleaba con todos los defensores argentinos y Scaloni se volvía loco en el banco de suplentes mientras le daba entrada a tres jugadores: Nicolás González, Exequiel Palacios y Germán Pezzella. Cuti Romero no aguantaba y salía del terreno de juego, Lautaro Martínez y Di María también le dejaban lugar a sus compañeros.
Todo un país hacía fuerza para que Brasil no metiera el gol. Los hinchas en el estadio ahora sí se escuchaban, le daban aire a sus jugadores. Brasil, con cinco delanteros en cancha, se iba con todo para arriba. Sin juego, pero con empuje, con un Emerson que rompía líneas y un Vinicius que desbordaba. Argentina no podía tener la pelota ni diez segundos.
A Messi le iba a quedar una, una le iba a quedar. Pero esta vez, como contra Ecuador, Lionel no podía definir. El ‘10’ se patinaba delante de Ederson y Argentina no podía definir el partido. Faltaba el descuento. Cinco minutos para la gloria.
Ederson salvaba a Brasil. Argentina jugaba con alma y corazón. Los once sobre la cancha y 45 millones alrededor del mundo. El penúltimo esfuerzo siempre llegaba por parte de uno albiceleste. ‘De la mano de Lio Messi todos la vuelta vamos a dar’ gritaba la gente. Argentina estaba a segundos de ser campeón. Y Ostojich terminaba el partido. Messi campeón. Argentina campeón. La vuelta olímpica en Maracaná. Maracanazo. as.com