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Por JUAN T H

Altice

El expresidente de la República, Hipólito Mejía, dijo de manera tajante no creer en la justicia dominicana.

Sus razones tendrán. ¡Y las tiene!

En medio de una campaña electoral, el exsenador de la provincia Peravia, Wilton Guerrero, aseguró que el expresidente, aspirante a ganar las elecciones del 2012, se había montado en un avión propiedad del cártel de Sinaloa, México, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, acusado de transportar miles de toneladas de drogas hacia Estados Unidos y de ordenar la muerte de cientos de personas.

La denuncia del senador del Partido de la Liberación Dominicana fue hecha una semana antes de las elecciones.

Indignado, Hipólito Mejía acudió a la justicia, sometiendo al controversial legislador por difamación e injuria, daños y perjuicios, sin que las autoridades judiciales actuaran consecuentemente, dado el daño, no solo político, sino moral, que le había causado la temeraria y falsa denuncia del irresponsable senador.

El expresidente Mejía debió esperar siete largos años para que la Suprema Corte de Justicia se pronunciara, después de recibir una comunicación del exjefe de Estado.

Razones de sobra tiene Hipólito Mejía para no creer en la justicia.

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Esa apreciación tajante del exmandatario la comparten muchos dominicanos y dominicanas.

Si me preguntaran, diría lo mismo: “No creo en la justicia”. Razones tengo de sobra: solo hay que hacer una mirada al pasado reciente. Los expedientes más escandalosos de corrupción han terminado en nada. La justicia “independiente” no ha dado “pie con bola”. Largos procesos judiciales terminan en el olvido mediante un “limbo jurídico”.

¿Cómo creer en una justicia que no condena a los políticos corruptos a pesar de las pruebas presentadas por el ineficiente Ministerio Público, ante jueces altamente comprometidos con el pasado oprobioso que encarnó el PLD, que aún hoy controla una buena parte de la estructura judicial, tanto a nivel de los fiscales como de los jueces?

Me dijeron que no habría “vacas sagradas”, que todo el que la hizo, la pagaría. Tolerancia cero contra la corrupción. La práctica desmiente todas esas promesas. Las “vacas sagradas” están haciendo “media tours” por los medios de comunicación, enfrentando al gobierno con mentiras y falsedades, sin que nadie los pueda tocar porque la justicia, creada a imagen y semejanza por ellos, los protege.

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Si en la República Dominicana hay una institución desacreditada, no es la Policía Nacional, como pensábamos, es la justicia.

Las cárceles están abarrotadas de gente pobre con medidas de coerción inapropiadas. Visite las cárceles del país y pregunte cuántos políticos acusados de malversación de fondos están tras las rejas y cuántos pobres de solemnidad se pasan años encerrados porque no pueden pagar un abogado o porque no tienen familia que los ayude a salir de prisión.

La justicia dominicana, como todos los sistemas judiciales de países “democráticos”, es una justicia con un alto sentido clasista.

El presidente Luis Abinader está empeñado en transformar la Policía Nacional, invirtiendo muchos recursos. ¡Bien! Pero no solo necesitamos una nueva Policía, también necesitamos un nuevo sistema judicial, sin “vacas sagradas”, no importa a qué establo político, económico o social pertenezca. Todos somos iguales ante la ley, pero lamentablemente, como he dicho muchas veces, el problema es que hay unos iguales que son más iguales que los demás, marcando una diferencia del cielo a la tierra, es decir, de la cárcel al cielo.

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