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Muchos de los pandilleros nuevos no tienen más que 6 ó 7 años de edad y ya son capos cuando llegan a la adolescencia.

Altice

El video muestra a una fila de más de 30 hombres pa­rados frente a las ruinas de un edificio, todos callados y cabizbajos. Un hombre ca­mina entre ellos mientras bebe de una pequeña bo­tella. Se escucha a alguien gritar: “¡Habrá lío en Puerto Príncipe!”

Cerca de allí se ven fusi­les de asalto apoyados con­tra una pared, frente a un montón de pistolas en el suelo. Hay dos barriles lle­nos de balas.

Los hombres parecen ser nuevos reclutas de una de las pandillas callejeras más infames de Haití, y el video parece ser su ceremonia de inducción al mundo del hampa que esta dominan­do hoy en día a la nación más pobre del Hemisferio Occidental.

El video tiene las leyendas “400 Mawozo” y “400 Inúti­les”, referencias de la pandi­lla que, según autoridades, es responsable de gran canti­dad de muertes y secuestros, incluyendo el secuestro de 17 misioneros extranjeros en días recientes.

Ostentación del poder
El video parece ser una for­ma en que la pandilla se es­tá ufanando de su poder, en una época en que aumen­ta el poder y la impunidad de esas bandas en Haití. Es un plagio que amenaza con desgarrar a la sociedad y as­fixiar a la anémica econo­mía del país.

“La situación está fuera de control”, estimó James Boyard, profesor de cien­cias políticas de la Universi­dad Estatal de Haití quien, como otros expertos, atri­buye el fenómeno a empre­sarios y dirigentes políticos que financiaron las pandi­llas. “Les dieron demasiado poder, y ahora están aterra­dos. No sabían que las cosas se descontrolarían como lo han hecho”. Las pandillas controlan un 40% de Puer­to Príncipe, una ciudad de más de 2,8 millones de ha­bitantes donde las pandillas pelean por territorio todos los días. La calle que pertenecía a una pandilla un día, podría pertenecer a la otra al día si­guiente. Dos cabecillas que se atacan a tiros un día podrían crear una efímera alianza pa­ra luchar contra un tercero, hasta que renueven su ene­mistad.

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Hay una enorme cantidad de nombres de pandillas — Kra­che Difé, Torcel, Baz Pilot, 5 Secondes — pero los exper­tos calculan que hay sólo 30 afianzadas en la capital y sus alrededores. Se estima que la más poderosa es “G9 Fami­lia y Aliados”, dirigida por Ji­mmy Cherizier, un expolicía.

La violencia pandillera sube y baja, dependiendo de la si­tuación, política o económi­ca o, en su momento, la pre­sencia de fuerzas de paz de la ONU. Actualmente, el país sigue estremecido por el ase­sinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio y un sismo en agosto que mató a más de 2.200 personas.

Esos dos sucesos frenaron temporalmente la actividad pandillera, pero en semanas recientes han aumentado los secuestros. Un total de 328 secuestros fueron reportados a la Policía Nacional de Hai­tí en los primeros ocho me­ses del 2021, comparado con 234 para todo el 2020, según la Oficina de las Naciones Unidas para Haití.

Epicentro
El poder de las pandillas es más evidente en Martis­sant, el vecindario que vin­cula a Puerto Príncipe con el sur del país y donde tres ban­das se pelean por el poder. La violencia en esa localidad es tal que los habitantes toman desvíos de horas para evitar­la, según el periódico local Le Nouvelliste. En Martissant, el cuartel policial está cosido a balazos y hombres sin cami­sa y encapuchados montan guardia desde detrás de ca­rros chamuscados.

En julio, una pandilla dispa­ró contra una ambulancia, matando a una enfermera. El mes siguiente, la violen­cia obligó a la organización Médicos sin Fronteras a ce­rrar su clínica en Martissant. Un sábado reciente, la policía intentó entrar con vehículos blindados y pronto fue obje­to de disparos. Un civil muer­to estuvo tirado en el suelo el resto del día.

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Hasta hace poco, las peleas eran entre pandillas y a ve­ces había civiles atrapados en el fuego cruzado. Pero en noviembre del 2018, más de 70 personas murieron en La Saline, un barrio paupé­rrimo de Puerto Príncipe ac­tualmente bajo dominio de la pandilla G9, cuyo líder fue implicado en la masacre.

“Hubo represalias y más re­presalias … hasta que em­pezaron a atacar a civiles y ahora no distinguen entre pandilleros y civiles”, relató un funcionario internacional que pidió permanecer en el anonimato.

Y lo mismo ocurre con los secuestros, que han tenido como víctimas a un vende­dor de salchichas, niños es­colares, curas y empresarios acaudalados.

Expertos estiman que en par­te, la delincuencia desenfre­nada se debe a la pobreza ex­trema que afecta al país. Un 60% de la población subsis­te con menos de 2 dólares al día, y millones de personas sufren hambre.

“Las pandillas para mucha gente ofrecen una salida a toda esta situación, quizás la única salida”, indicó Boyard.

El producto interno bruto de Haití bajó a -3.3% el año pa­sado, su mayor caída desde la de -5,7% tras el devasta­dor terremoto del 2010. La moneda nacional ha perdido el 50% de su valor y la infla­ción supera el 10%, señala el economista haitiano Enomy Germain.

La situación es comparable a la que siguió al golpe de Es­tado de 1991 que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide, afirmó Germain.

Expertos dicen que parte de la culpa la tiene Aristide, quien al regresar al poder en 1994, dicen, disolvió al ejér­cito y armó a los barrios, don­de él tenía influencia como cura católico.

Muchos de los pandilleros nuevos no tienen más que 6 ó 7 años de edad y ya son capos cuando llegan a la adolescencia. Son pocos los que llegan a los 30 años de edad.

AP

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