Por JUAN T H
Haití es tierra de nadie. Grupos de bandoleros criminales armados controlan prácticamente todo el territorio. La población está indefensa, sin protección alguna porque las autoridades militares y policiales desaparecieron junto con el Estado y sus instituciones democráticas.
Estados Unidos, en guerra permanente con el mundo, ha dejado que su colonia haya entrado en una crisis de gobernabilidad casi insuperable. Haití dejó de importarle a la llamada “comunidad internacional” que a través de las Naciones Unidas controla el gran coloso del Norte.
A la “comunidad internacional” no le importan los enfermos haitianos, los secuestrados, los asesinados, los desaparecidos, ni el hambre y la miseria de los haitianos, “negros, pobres, hediondos y feos”, con su miseria acuestas, como mendigos del universo. A nadie le importan los haitianos; nadie los quiere cerca, todos parecen aborrecerlos, como si fueran los únicos culpables de su destino, no quienes los colonizaron, los esclavizaron y los despojaron de su humanidad y de su destino, que ha podido ser otro.
“La comunidad internacional” no es otra cosa que Estados Unidos, que controla no solo la ONU, sino el “ministerio de colonia” conocido como Organización de Estados Americanos (OEA) al igual que los demás órganos de poder y extra poder del mundo. No en balde sigue siendo la primera potencia económica y militar del planeta.
Para los aun dueños del mundo Haití no tiene ninguna importancia estratégica en estos momentos, a menos que Rusia, China, Irán o el Estado Islámico decidan, juntos o por separados, comprarlo con grandes inversiones económica y una presencia militar considerable.
Estados Unidos, junto a sus socios de Occidente y de América, han decidido dejarle “ese problema a los dominicanos”. Presionan al gobierno del presidente Luís Abinader para que cambie las reglas del juego, permita la migración masiva, campamentos de refugiados y elabore una ley migratoria más flexible. Las presiones hacia el gobierno dominicano vienen de todos los lados y de maneras distintas. Chantaje, bloqueos, restricciones, amenazas, etc.
Sin embargo, tales presiones no han sido aceptadas, tanto por las autoridades como por la mayoría del pueblo dominicano.
Debo decir sinceramente, que si alguien ha sido coherente y consecuente en la defensa del interés nacional y del territorio, ha sido precisamente el presidente Luís Abinader, que, contrario a su antecesor, Danilo Medina, no se ha dejado amedrentar por los mandatos y presiones de Estados Unidos.
“No hay salida a la crisis haitiana en territorio dominicano”, ha dicho enfáticamente el presidente Abinader en todos los escenarios nacionales y extranjeros. “No hay salida en territorio dominicano a la crisis haitiana”. Lo ha dicho y repetido mil veces. Las acciones del gobierno aplicando la ley migratorio y tratando de recuperar la zona fronteriza, abandonada durante años, lo demuestran.
No obstante, hay sectores políticos del patio que intentan sacarle provecho al tema haitiano, cuando deberían hacer fila al lado del presidente Abinader.
El mediocre candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, Abel Martínez, carente de formación cultural y profesional, que al parecer estudio en la universidad de la quinta edad, califica de “alta traición” un proyecto de ley sobre trata de personas y derechos humanos. (Habrá que explicarle lo que es un “proyecto” de ley porque al parecer no lo sabe aun cuando fue presidente de la Cámara de Diputados)
Ha dicho el presidente del Senado, Eduardo Estrella, que el proyecto será estudiado y ponderado, que irá a vistas públicas, que se modificará en caso de ser necesario, como todo proyecto de ley que cursa en el Congreso.
No tengo dudas de que, mientras Luís Abinader sea presidente de la República el territorio dominicano no será utilizado para resolver la crisis haitiana. Luís es tan patriota y tan nacionalista como el que más. Que nadie se llame a engaño al respecto. Además, Luís no es loco, sabe que este pueblo no entregará en bandeja de plata o de oro su soberanía, pelearía por ella, moriría por ella.