Una campaña para exponer casos de abuso sexual en el wrestling profesional
Resulta muy llamativo que una de las modalidades más célebres de la lucha sea lo que se conoce como wrestling, y que el público español de cierta edad identificará con las palabras “Pressing Catch” por el nombre del programa de televisión que lo empezó a popularizar hace ya cerca de tres décadas. Hay algunos que ni siquiera lo consideran deporte, puesto que, pese a que los participantes tienen que estar en buen estado de forma y ejecutar a la perfección técnicas sumamente complejas, no se trata de una competición “real” y los combates están totalmente guionizados de antemano. Más allá de discusiones teóricas al respecto, lo que está claro es que hablamos de un espectáculo tremendamente popular que atrae multitudes de seguidores.
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El éxito y el crecimiento, no obstante, a menudo llevan aparejadas consecuencias no tan positivas. Más dinero, más poder, en ocasiones deriva en que que se produzcan situaciones muy desagradables. Lamentablemente el mundo del wrestling no ha salido limpio, como atestigua el hashtag #SpeakingOut que se popularizó en Twitter hace unos días.
Bajo esta etiqueta, que podría traducirse como “atreviéndose a hablar”, se están recopilando testimonios de mujeres participantes en el negocio que denuncian casos de abuso sexual o incluso violación que han sufrido a lo largo de su carrera. De unos pocos casos al principio, cada vez más víctimas se han atrevido a hablar y ya hay cerca de 50 luchadores masculinos, promotores y personajes vinculados a esta industria a los que se les inculpa este tipo de actos. Se debe recordar que, de momento, no ha habido juicios ni existen sentencias condenatorias; por ahora solo se trata de acusaciones.
El detonante ha sido David Starr. Este wrestler de 29 años, cuyo nombre real es Max Barsky, es una de las figuras más célebres del circuito independiente, habiéndose proclamado campeón en compañías como AAW o Combat Zone Wrestling. Una chica que en la red social se hace llamar Tori, y que se dedicaba también al wrestling, ha relatado que Starr la sometía a maltrato tanto físico como psicológico durante el tiempo que estuvieron saliendo juntos, y ha añadido que hizo lo mismo con otras mujeres.
“Durante años he intentado recuperarme, pero él decía a todo el mundo que yo era una loca mentirosa”, explica Tori. “Conservaba pantallazos antiguos de 2016 para usarlos contra mí si alguna vez hablaba. Tiene carpetas para muchas personas. (…) ¿Todavía va a usar la defensa de Aziz Ansari para violar a su propia novia?”, se pregunta, en referencia a un cómico norteamericano también acusado de acoso en 2018 pero que alegó que creía que la relación era consentida. “Pero lo que Max no cuenta es que él sí lo sabía porque yo le dije que quería hablar de ello. Él contestó que me gustaba lo que hacía y se negó a contestarme durante el resto del día”, continúa la mujer.
Starr inicialmente ofreció una serie de excusas poco convincentes, en las que admitía que podía haber sido un inmaduro en sus relaciones con las mujeres, reconociendo que las mentía y las engañaba. Admitió además que desde el verano de 2019 estaba yendo a terapia para tratar de mejorar sus habilidades sociales con sus parejas. Pero negó varias veces ser “un depredador” y haber cometido los crímenes de los que le responsabilizaban.
Sus explicaciones no han sido demasiado creíbles, así que ha acabado borrando su cuenta de Twitter. La carta pública de alegaciones que redactó y publicó se puede seguir leyendo gracias a que algunos medios de comunicación recuperaron el texto. Y de momento algunas compañías, como la irlandesa Over The Top Wrestling, ya han decidido quitarle sus títulos.
Otras denuncias contra otros luchadores se han ido sumando, hasta el punto de que la WWE, la organización más importante del mundo en esta actividad, ha tenido que tomar cartas en el asunto. La empresa ya ha expulsado, de manera fulminante, a uno de sus personajes: Jack Gallagher (de nombre real Oliver Claffey). El comunicado al respecto es frío y aséptico, despacha el asunto en apenas una línea y no da explicaciones sobre el motivo.
El despido sucedió poco tiempo después de que otra tuitera llamada Becky recurriera a #SpeakingOut para contar que en la fiesta de Nochevieja de 2014 Jack la emborrachó y se aprovechó de su estado para intentar forzarla. “Tiró tan fuerte de mi falda que me la llegó a romper. Conseguí quitármelo de encima y me marché de la habitación y de la fiesta. He pasado años minimizando la historia y tratando de no causar problemas, pero no voy a estar callada más tiempo”. Se da la circunstancia de que existen capturas de pantalla de una conversación entre Jack (cuyo nombre artístico, paradójicamente, es “Gentleman”) y el dueño de la casa donde se organizó la fiesta en el que, aunque dice que no tiene recuerdos de lo ocurrido, admite su veracidad.
Muy sonada ha sido también la situación de Matt Riddle (uno de los pocos cuyo nombre artístico coincide con el real). Este antiguo luchador profesional de artes marciales mixtas lleva en el negocio desde 2014, aunque su gran progreso ha sido más reciente; precisamente el 19 de junio fue su debut en SmackDown, el segundo programa más importante de los que emite WWE. Su aparición estaba grabada y no se canceló pese a que pocas horas antes la también luchadora Candy Cartwright le acusó de haberle forzado a practicarle sexo oral en 2018 durante un viaje en furgoneta con él y otros wrestlers.
En esta ocasión, Matt ha sido rápido para negarlo todo: un comunicado de prensa de su abogado indica que es “completamente falso” y lo considera “un ataque para humillar al señor y la señora Riddle y manchar su reputación en la comunidad” (está casado desde 2011 con la gimnasta Lisa Rennie, con quien tiene tres hijos). Cuenta, además, que Cartwright lleva dos años sometiendo a su cliente a acoso virtual, motivo por el que ya interpuso una demanda en 2019.
De similar manera se ha expresado el irlandés Jordan Devlin, que también lucha para la WWE y que asimismo ha sido incriminado, pero sostiene que es “un ataque malicioso” contra él aprovechándose de “otras mujeres valientes contando sus experiencias reales”. Travis Banks, Joey Ryan (que acumula una quincena de acusaciones) o Ligero (apodo del inglés Simon Musk) son algunos de los nombres célebres que están en la lista de los wrestlers que se han visto salpicados. En ciertos casos, como el de Jimmy Havoc (James Mcahren), se habla abiertamente de violación: una antigua novia le culpa de haber tenido relaciones no consentidas con otra chica, también en una fiesta.
La justicia tendrá que investigar caso por caso y pronunciarse al respecto, pero de momento la situación ha supuesto todo un terremoto en el mundo de la lucha libre. Muchas mujeres luchadoras han dado a entender que hasta ahora lo habitual era callarse, por miedo a las consecuencias (perder contratos, que se hunda su reputación, que las llamen “locas”, etcétera). “Te harán sentir que es tu culpa, que estabas buscando el abuso, que es por las ropas que llevabas, las fotos que subías a tus redes, tu forma de hablar, tu nacionalidad”, protesta la wrestler brasileña Tay Conti.
“He estado en el negocio del wrestling desde que tenía 18 años”, cuenta la peleadora Allie. “Yo, como tantas otras, me he encontrado en situaciones donde sentía que no tenía voz y me forzaron a enterrarlas tan profundamente que nunca tenía que volver a pensar sobre ellas”.
El sector no quiere verse ensuciado por el comportamiento de algunos de sus integrantes y quiere cortar por lo sano. “Nos tomamos muy en serio acusaciones de esta naturaleza y estamos investigando el asunto”, dicen desde la WWE. No les duelen prendas en acabar con peces gordos si es necesario: David Lagana, el hasta ahora vicepresidente de la compañía NWA, ha dejado su puesto al verse implicado en otra denuncia.
¿Qué consecuencias tendrá todo lo aparecido hasta ahora, y lo que quede por saberse, en el wrestling, que es, ante todo, una industria de entretenimiento que mueve millones de dólares? Es difícil de predecir. Las opiniones se dividen en dos bloques: no faltan quienes consideran que el espectáculo está podrido hasta los cimientos y que este golpe no va a ser fingido como los que se ven en el ring, sino totalmente real, y durísimo para su reputación; pero también hay voces que ven este momento como una oportunidad perfecta para hacer limpieza, quitarse de encima elementos tóxicos y promocionarse como una alternativa de ocio sensible y respetuosa en la que no haya lugar para este tipo de actitudes. Es triste haber tenido que llegar a tales extremos para que surja la necesidad de actuar, pero la ocasión de hacer borrón y cuenta nueva es inmejorable.