Daisy vela por el bienestar del equipo de Tungsten Collaborative, una empresa canadiense de diseño. La perra, como muchas otras mascotas, tiene derecho a entrar a la oficina con su dueño.
Esta labradora de 12 años olfatea el espacio de trabajo en busca de algo para comer o jugar.
A su lado, Delilah, una basset hound, se acerca… Parece que también quiere atención.
En esta empresa de Ottawa, que cuenta con una docena de empleados, deambulan otros perros, como Eevee, un galgo inglés, y Hudson, un cachorro de pastor alemán, que ladra para llamar la atención.
Daisy es “parte integral” de la empresa, en cuya página web posa en una foto con los miembros del equipo e incluso cuenta con una breve biografía.
“Muchas de las mayores innovaciones impulsadas por Dave (McMullin, vicepresidente de diseño) surgieron en largas caminatas junto a Daisy”, detalla la compañía, y agrega que la perra tiene “nueve años de experiencia apoyando a los mejores diseñadores”.
Aumento de la actividad
“Alentamos a las personas que tienen mascotas a que las traigan” a la oficina, dijo a la AFP el presidente de Tungsten Collaborative, Bill Dicke.
“Uno desarrolla la relación con su mascota en casa y de repente vuelves al trabajo, y tienen que estar enjaulados por el día o deambular solos por la casa”, lamenta el gerente de 47 años, quien siente que esto “no es justo” para el animal.
Considera que la pandemia volvió a las empresas más tolerantes con la presencia de mascotas en el trabajo.
En la cocina de la oficina, en el suelo hay cuencos dispuestos en fila para dar de beber a los perros durante el día. Estos últimos a veces duermen a los pies de las sillas, mastican juguetes o corren hacia una pelota que rebota en el pasillo.
La inclusión de Tungsten Collaborative en la lista de Humane Society de empresas que aceptan perros provocó un aumento tanto de la actividad comercial como de la productividad del personal, dijo Dicke.
Según una encuesta reciente de Léger realizada para PetSafe, la mitad de los canadienses (51%) apoya la idea de llevar a su perro a la oficina.
Esa propuesta es especialmente apreciada por los más jóvenes: el 18% de los empleados entre 18 y 24 años dice que cambiaría de trabajo si su empleador le negara esta opción.
Ante los aproximadamente 200.000 canadienses que adoptaron un perro o un gato durante la pandemia, los jefes que exijan el trabajo presencial a sus empleados podrían verse obligados a considerar flexibilizaciones.
Desafíos
Para algunos empleados como Johan Van Hulle, de 29 años, la nueva regla fue “un factor clave en la decisión” de aceptar un trabajo en Tungsten Collaborative el año pasado.
“Permitir perros es un buen indicador” de la cultura de una empresa, dijo a la AFP el dueño de Eevee, que buscaba un ambiente “no demasiado corporativo”.
En la empresa conjunta de construcción Chandos Bird, también en Ottawa, los diseñadores de un laboratorio de investigación nuclear están visiblemente emocionados por la presencia de Samson, un Yorkshire terrier rubio de 10 años.
Su dueño, Trevor Watt, no quería dejarlo solo en su nuevo hogar cuando regresó a la oficina en enero.
Se suponía que traerlo sería una solución temporal. No solo se adaptó a la vida de oficina, sino que también se ganó a los compañeros de su amo, que ahora comparten paseos con Samson.
“Le encanta venir a trabajar”, dice Trevor Watt, quien agradece “no tener que preocuparse por él”.
Su jefe, Byron Williams, dice que acariciar a un perro es una excelente manera de “relajarse después de una gran reunión”.
Pero la presencia del mejor amigo del hombre en el trabajo puede plantear ciertos desafíos, por ejemplo, para los empleados alérgicos a los animales o aquellos que les tienen miedo.
Samson permanece atado cuando está una colega de Watt a la que le aterrorizan los perros.
Algunos empleados de otras empresas, entrevistados por la AFP, también se quejaron de manchas en la alfombra, ladridos inesperados y pelos por todas partes.