Los pacientes con VIH viven vidas más largas y saludables gracias a la terapia antirretroviral combinada (TARc), que evita que el virus se replique e infecte células adicionales.
Sin embargo, la capacidad del VIH para persistir en el cuerpo a pesar del tratamiento sigue siendo un obstáculo importante para curar a los pacientes.
Incluso después de casi una década de tratamiento estricto del VIH, se pueden encontrar células que albergan el virus en el líquido cefalorraquídeo de la mitad de los participantes en un ensayo clínico nacional de personas que viven con el VIH.
Además, los participantes tenían una mayor probabilidad de deficiencias cognitivas que sus compañeros sin células que albergan el VIH en su líquido espinal.
Ahora, los resultados de los ensayos clínicos realizados por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, la Universidad de Yale y la Universidad de Carolina del Norte publicados en el ‘Journal of Clinical Investigation’ muestran que el VIH puede detectarse en el sistema nervioso central de los pacientes que se someten a una terapia antirretroviral combinada a largo plazo, y su presencia está relacionada con un bajo rendimiento en las pruebas cognitivas.
Con financiación del Grupo de Ensayos Clínicos sobre el Sida de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), el equipo de investigación examinó el líquido cefalorraquídeo de 69 personas, todas las cuales habían estado en terapia contra el VIH durante un promedio de nueve años.
Los métodos muy sensibles para detectar el VIH revelaron que casi la mitad de los participantes albergaban ADN viral en las células que se encuentran en el líquido cefalorraquídeo.
De ellos, el 30% cumplía con los criterios de deterioro cognitivo, en comparación con el 11% de los que no tenían células con VIH en su líquido cefalorraquídeo.
Si bien se sabía que el tratamiento no puede prevenir completamente la disfunción neurológica asociada con el VIH, Serena Spudich, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale y sus colegas han sido los primeros en detectar el virus en el líquido cefalorraquídeo (LCR) de los pacientes a largo plazo.
Su descubrimiento indica que el VIH puede persistir en el cerebro y la médula espinal a pesar de años de la supresión viral con éxito.
Es importante destacar que Spudich y sus colegas relacionaron la presencia del VIH en el LCR con un desempeño más deficiente en una serie de pruebas cognitivas, concluyendo que el cerebro y la médula espinal siguen siendo vulnerables al virus incluso cuando el sistema inmunológico está a salvo.