Por JUAN T H
Tras su salida forzosa del poder, el Partido de la Liberación Dominicana pierde cada día más fuerza por el abandono de sus filas de importantes dirigentes. Todos los días un miembro del Comité Central, del Comité Político, Provincial, Municipal o Zonal, anuncia su renuncia. Las cartas que les deben llegar al presidente y al secretario general deben ser abrumadoras y preocupantes.
Más que la división, lo que más daño le hace al PLD es su salida abrupta del gobierno, acosado por las acusaciones de robo y saqueo de muchos de sus dirigentes, incluyendo al entorno más cercano del expresidente Danilo Medina.
Como dice la canción, “las palomas siempre vuelan donde hay pan”. Y en el PLD ya no hay pan. Y posiblemente no lo habrá en mucho tiempo, porque es muy difícil, por no decir imposible, que, con un candidato presidencial como Abel Martínez, pueda volver al poder.
El PLD puede terminar tan disminuido como el Partido Revolucionario Dominicano o el Partido Reformista, medrando a la sombra del poder, subsistiendo gracias a las migajas del sistema clientelar electoral.
Ahora es fácil dejar el PLD. Lo difícil era antes, cuando estaba en el gobierno, dando pingues beneficios económicos. Ahora es malo, antes era bueno. Antes había mil razones para estar en la organización, ahora no hay ninguna.
Irse de un partido en el poder, con los beneficios que daba ese poder hegemónico, enriqueciendo a casi todos sus dirigentes, argumentando razones éticas y morales, no era propio de una sociedad envilecida por el poder que otorgaba el partido.
Ahora si es bueno irse argumentando que el partido se desvió del camino, que rompió con sus orígenes, que el liderazgo es débil, que no hay horizonte en el camino, que Danilo Medina no tiene madera de líder, ni capacidad para reorganizar sus fuerzas y conducirlo nuevamente al poder, etc., etc., etc.
¿Por qué la mayoría de los que se están yendo del PLD no se fueron antes? ¿Por qué no vieron antes lo que ven ahora? Irse al partido de Leonel Fernández, la Fuerza del Pueblo, bien puede ser considerado un acto de oportunismo pensando en que eventualmente puede volver al poder. Entre el PLD y la Fuerza del Pueblo no hay diferencia política o ideológica, son la misma vaina. La división que sacudió al PLD fue el resultado de las ambiciones de ambos dirigentes. Los dos fueron cómplices de todo el deterioro ético y moral que experimentó no sólo el partido, todo el tejido social del país.
Irse del PLD para la Fuerza del Pueblo es lo mismo. La descalificación de ambos partidos es la misma. Leonel sigue siendo, como he dicho muchas veces, “un servidor de pasado en copa nueva”. Una copa ya envejecida por los años y rota por la dañina práctica política de 12 años de gobierno y 20 en el poder, caracterizados por la hipercorrección, razón por la cual a nadie se le puede ocurrir mirar hacia atrás.
Cuando Juan Bosch se marchó del PRD en 1973, ese partido estaba lejos de llegar al poder, como lo hizo en 1978. Cuando el PRM se creó, con sus dirigentes sacados casi a patadas del PRD de Miguel Vargas y Leonel Fernández, no tenía posibilidad de ganar las elecciones y llegar al poder. Las circunstancias eran distintas, al igual que las razones.
Al PLD le esperan días difíciles. Seguirá descascarándose lentamente según pasen los días, las semanas, los meses y los años, hasta convertirse en una entelequia sin un futuro promisorio, condenado a desaparecer.
Esto parece más un desahogo, un resabio, expresiones de impotencia y amargura, que una reelección política que ayude a comprender el fenómeno de deterioro del PLD.