La votación de este domingo en Venezuela para renovar la Asamblea Nacional parecía un simulacro. El chavismo desplegó toda la maquinaria habitual para los comicios, en Caracas se vieron algunos observadores recorriendo los colegios, pero la jornada transcurrió en un clima de elevada desmovilización. El Gobierno de Nicolás Maduro se hará con el control total del Parlamento en las que, según las encuestas previas, pueden ser unas de las elecciones con más baja participación desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998, con cerca del 30% del electorado. La gran mayoría de los partidos opositores se abstuvieron esgrimiendo acusaciones de fraude antes de la votación. Las principales instancias internacionales, de Washington a Bruselas, no reconocerán los resultados.
Este domingo había filas, como es habitual, en las gasolineras de Caracas para repostar. Pero los colegios que funcionan como centros de votación, cerrados desde marzo por la pandemia, estuvieron desolados. Cinco años después de aquel triunfo de la oposición con una participación de más del 70%, el poder legislativo pasará otra vez a manos del chavismo mientras cunde la desesperanza en las filas opositoras encabezadas por Juan Guaidó. Zuleima Galíndez fue a votar en el liceo Miguel Antonio Caro en la parroquia Catia, una zona popular que por años fue uno de los principales bastiones del chavismo y el centro donde tradicionalmente votaba Maduro. Sin embargo, el mandatario lo hizo en esta ocasión en la instalación militar de Fuerte Tiuna, una decisión improvisada más, entre las irregularidades denunciadas por organizaciones no gubernamentales y varias instancias internacionales, en este proceso electoral.
“Estoy confundida”, decía Galíndez minutos antes de entrar al centro. Esta mujer, de 46 años, trabaja en el comercio informal y sus cuatro hijas engrosan la cifra de venezolanos migrantes, que según el cálculo de Naciones Unidas supera las cinco millones de personas. Señalaba que votar en esta elección era su último intento de cambiar las cosas antes de tomar la decisión de irse también. “Siempre he pensado que hay que votar y pienso que la riqueza de ellos”, apunta en referencia a las élites y al aparato del alto Gobierno, “es nuestra pobreza, que por ellos pasaré estas Navidades sola y eso debe cambiar”. Llevada por una especie de inercia, sin embargo, decidió salir de su casa este domingo. Las elecciones se celebran después de meses de estricto confinamiento decretado por las autoridades. A finales de noviembre, Maduro ordenó la reapertura de las actividades económicas. En este ambiente de aparente reactivación se celebran estos comicios.
En un colegio en la zona de El Valle algunos votantes llegaban por otra razón. “Ya me ensucié el dedo [en alusión a la tinta de la huella dactilar], ¿dónde escaneo el carné?”, le dijo José Contreras a Maigualida Suárez, de 72 años, una mujer que anotaba los números de cédula de los votantes en una hoja donde iba contabilizando los votos a favor del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Desde 2015 el chavismo ha usado el llamado “carné de la patria” como un mecanismo de coacción política. La promesa en este centro era que después de votar podrían actualizar sus datos y así comenzar a recibir las ayudas que entrega el Gobierno y que suelen incluir dinero, bonos y las bolsas comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción.
Suárez estaba ahí como parte de la maquinaria chavista, que en el pasado fue muy organizada y poderosa, con su despliegue de “puntos rojos”, las casetas del PSUV, y vehículos y motos para hacer propaganda. Sin embargo, el aparato gubernamental en esta elección no lució mucho músculo y fue mucho más discreto. Suárez, docente jubilada, asegura que gracias a Maduro tienen comida y bonos. “No tenemos más por el bloqueo de Estados Unidos”, justifica en línea con el discurso oficial. “A la oposición le dimos la oportunidad en 2015 y no pudieron, ahora volveremos a reunir a la familia en la Asamblea”, continúa en referencia a la familia política.
Para los medios de propaganda del chavismo fue difícil hacer la cobertura con los centros prácticamente vacíos. El sábado, en una rueda de prensa del partido opositor Copei, uno de los que fueron intervenidos por el Tribunal Supremo, que colocó directivas afines a Maduro, se falsificó por ejemplo la identificación de un micrófono con el logo del canal internacional CNN en Español para simular la cobertura de la cadena estadounidense. Hasta 2018 en los procesos electorales se instalaron alrededor de 14.000 centros de votación donde funcionaban unas 44.000 mesas de votación. Este 2020 hay una cantidad similar de centros, pero en estos funcionaron unas 29.500 mesas.
Los portavoces del chavismo aparecieron en la televisión estatal llamando a votar. “Si ustedes están en casa reflexionen, la democracia es de todos”, insistió desde uno de los centros de votación más grandes de Caracas Indira Alfonzo, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) y magistrada del Supremo, el tribunal que en 2017 bloqueó judicialmente al actual legislativo y aceleró la grave crisis institucional que azota al país. La parcialidad del CNE fue precisamente una de las razones por la que los partidos opositores que apoyan a Guaidó decidieron no participar y la Unión Europea, que en septiembre abrió la puerta a enviar una misión de observación y así reconocer la votación, optó finalmente por rechazar estas parlamentarias.
El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero estuvo en el grupo de observadores internacionales que sí acudieron a Venezuela, junto, entre otros, con el exmandatario boliviano Evo morales. La oposición que se agrupa en torno a Guaidó, jefe del Parlamento y presidente interino alternativo a Maduro reconocido todavía por más de 50 países, se dedicó a recorrer centros para mostrar la desolación de la jornada.
Zapatero y Evo Morales
Zapatero fue uno de los pocos observadores internacionales que ayer se pronunció sobre la celebración de los comicios legislativos en Venezuela. “La diplomacia europea debe reflexionar después de esta elección y evaluar la política de sanciones y de no reconocimiento”, afirmó. El expresidente del Gobierno considera que Bruselas tiene que cambiar su postura ante el chavismo. Bruselas siempre se ha mostrado, incluso en los peores momentos de la crisis, más abierta al diálogo que el frente internacional encabezado en los últimos años por la Administración de Donald Trump. Sin embargo, para Zapatero no ha sido suficiente. La oficina de Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, solicitó a Nicolás Maduro un aplazamiento de estos comicios por considerar que no ofrecían garantías para una competición leal. El régimen chavista lo desestimó de plano, por lo que también Europa se dispone a rechazar los resultados de la votación, en la que la opción oficialista no tenía rivales. elpais.com