Wilber Santiago Mejía, un trabajador dominico boricua de ingeniería murió arrollado por el conductor de un vehículo cuando estaba trabajando en mantenimiento del puente en la autopista Long Island Expressway en el suburbio de Woodbury en Long Island, el miércoles, tras bajar de su camión poco antes de concluir la jornada del día.
El conductor que se desplazaba por el área impactó a Santiago Mejía en dirección oeste, cerca de la salida 44 en la autopista Seaford Oyster Bay Expressway, a las 12:20 de la tarde, dijo la policía del condado Nassau en Long Island.
Santiago Mejí, que tenía 27 años de edad residía en el pueblo de Garfield en Nueva Jersey donde la noche de ayer jueves sus padres, otros familiares, vecinos y amigos le hicieron una vigilia frente a la casa, para recordarlo y resaltar sus cualidades de trabajador y hombre de bien.
“Siempre pensé que él me iba a enterrar a mí, pero ahora soy quien lo va a enterrar”, dijo compungido el padre de Wilber, puertorriqueño casado con la dominicana Maritza Mejía, madre del occiso.
La madre dijo entre sollozos que Wilber era el mejor de los hijos del mundo del que se sentía muy orgullosa y satisfecha y nunca tuvo quejas de él.
Los asistentes a la vigilia que llevaron flores, carteles con mensajes, fotos y velones, tributaron un largo aplauso a la memoria de Wilber.
Era padre de varios hijos.
El conductor que lo mató tiene 29 años de edad.
La policía dijo que Wilber había detenido su camión marca International 2007 junto a la carretera y estaba ayudando al equipo de mantenimiento del puente cuando el conductor, conduciendo un Mitsubishi Mirage 2020 que viajaba por el carril derecho, lo impactó.
Murió de lesiones por traumatismos múltiples y fue declarado muerto en la escena, dijo la policía.
El conductor del Mitsubishi no resultó herido. El auto fue incautado para un control de seguridad y la investigación sigue, informó la policía.
La tragedia forzó el cierre de la autopista en dirección oeste y la autopista Seaford Oyster Bay en dirección norte en el área durante varias horas.
Por Miguel Cruz Tejada