La frase que dice “siempre hay un momento para todo” también aplica a la banana. Esta noble fruta, súper rica en potasio y en electrolitos, tiene reconocidas virtudes medicinales, pero hay un momento del día ideal para comerla y que cumpla con todo su potencial terapéutico.
Y ese momento es temprano a la mañana. En las guías para tratar el sobrepeso y tener una mejor nutrición del National Heart, Lung and Blood Institute, se recomienda comer una banana mediana en el desayuno, al iniciar el día, para que el organismo reciba la cuota necesaria diaria de potasio.
Según se explica en el libro “The Doctor’s Book of Food Remedies”, combinando una banana mediana con cereal bajo en azúcar y leche descremada se logra una potente fuente de energía para iniciar el día.
Además, la banana es considerada una fruta “pesada”, difícil de digerir: puede llevar de 2 a 3 horas. Por eso, no se recomienda comerla a la noche, puede generar más mucus digestivo y cierta indigestión.
Esta “taza energética” se puede complementar con una tostada y un vaso de jugo de naranja natural.
Qué es el potasio
El potasio es un mineral que nuestro organismo necesita para muchas funciones corporales esenciales, incluido el control del equilibrio eléctrico del corazón, metabolizar carbohidratos y desarrollar músculo, indica la biblioteca médica ADAM. Mientras que los niveles bajos de potasio pueden causar debilidad muscular e irregularidades en los latidos del corazón. Conoce cómo y cuánto de este mineral debes incorporar a tu dieta.
Cuál es su función
Básicamente el potasio es necesario para producir proteínas, descomponer y utilizar los carbohidratos, desarrollar los músculos, mantener un crecimiento normal del cuerpo y controlar la actividad eléctrica del corazón. Además, regula el equilibrio de agua y el balance del ácido base en los tejidos y en la sangre.
Cuánto es necesario
El Centro de Nutrición y Alimentos del Instituto de Medicina recomienda el siguiente consumo diario de potasio, según la edad: de 0 a 6 meses: 0.4 gramos (g.), de 7 a 12 meses: 0.7 g., de 1 a 3 años: 3 g., de 4 a 8 años: 3.8 g., de 9 a 13 años: 4.5 g., de 14 a 18 años: 4.7 g., de 19 años en adelante: 4.7 g. Las mujeres que están produciendo leche materna necesitan cantidades mayores a 5.1 g.
Ni mucho ni poco
Tener mucho o poco potasio en el cuerpo puede causar problemas de salud. Por ejemplo, un bajo nivel de potasio, denominado hipopotasemia, puede provocar músculos débiles, ritmos anormales del corazón y un ligero aumento de la presión arterial. Demasiado potasio en sangre, llamado hiperpotasemia, puede causar ritmos cardíacos anormales y peligrosos. En cantidades normales, brinda estos beneficios:
1. Presión arterial
Aumentar la ingesta de potasio reduciría el riesgo de hipertensión arterial en los adultos. Esto se debe a que funciona como vasodilatador, favoreciendo el correcto flujo sanguíneo y ayudando a disminuir la tensión de las paredes de los vasos sanguíneos.
2. Previene ACVs
El potasio puede ser una vía natural para prevenir los accidentes cerebrovasculares (ACV) o stroke. Estas condiciones ocurren cuando el flujo sanguíneo del cerebro se ve afectado, causado daño a las células cerebrales. Se cree que el potasio aliviaría esta situación, ya que funciona como un vasodilatador natural.
3. Ayuda a eliminar el sodio
Son pocas las personas que cumplen con el consumo diario recomendado de sodio. Los principales responsables de esta falla son los alimentos procesados que esconden grandes cantidades de sodio en su composición. Cuando se lo consume en exceso, aumenta el riesgo de hipertensión arterial y enfermedad cardíaca. Sin embargo, el potasio estimula la eliminación natural del sodio por la orina.
4. Fortalece los huesos
Un alto consumo de frutas y vegetales ricos en potasio está asociado con menor riesgo de osteoporosis. Esto se debe a que el potasio favorece las condiciones en el organismo para mantener los niveles de calcio, favoreciendo el desarrollo y la salud de la masa ósea.
Fuentes naturales
Muchos alimentos contienen potasio: las carnes (rojas y blancas) y el pescado, como salmón, bacalao, atún y sardinas, leche, yogur, frutos secos, productos de soya, brócoli, espinacas, arvejas, habas, tomates, papas o patatas (especialmente su cáscara), batatas (camote), champiñones, aguacate, y calabaza de invierno.