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Por Juan T H

Altice

Haití unifica a los dominicanos, de la misma manera que la República Dominicana unifica a los haitianos. Es simple: Los haitianos no quieren ser dominicanos, de la misma manera que los dominicanos no quieren ser haitianos. Ambos pueblos están separados por la geografía, la historia y la cultura.

La lengua, la religión y la idiosincrasia misma de cada uno los pueblos, los separa. La cultura es la que define a los pueblos, aunque haya elementos propios de un sincretismo natural como resultado de la cercanía y del rose inevitable de haitianos y dominicanos desde mucho antes de la independencia de Haití en 1804, de la ocupación haitiana de 1822, cuando no existíamos como nación, hasta 1844 cuando se proclamó la independencia de la República Dominicana.

Ambos pueblos han ido en paralelo creciendo y desarrollándose de manera desigual. Haití pasó de ser la colonia más rica y prospera de la región del caribe, a la más pobre y desigual, tras el triunfo de la revolución que le dio su liberación y el posterior abandono de Francia; la República Dominicana, en cambio, tomó su propio sendero tras alcanzar su independencia de los haitianos. El pueblo dominicano es multirracial. Conviven en su territorio negros, mulatos y blancos. Un arcoíris de humanos.

Para los dominicanos no ha sido fácil enderezar el rumbo. Hemos tenido a lo largo de nuestra breve historia, dictadores, demócratas y fascistas, anexionistas, independentistas, gobiernos honestos y capaces, déspotas ilustrados, ladrones y asesinos, pero hemos podido sobreponernos y encontrar el camino que conduce al éxito relativo. La República Dominicana es un país, contrario a Haití, que dejó de ser un país hace muchos años. Haití es un territorio desértico, sin agua, sin energía eléctrica, sin educación ni salud. Un pueblo fantasma que no supera el Macondo de García Marques.

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El Estado dominicano existe, funciona con algunas debilidades y defectos, pero funciona, existe. Tenemos un presidente de la República que representa el Poder Ejecutivo, un Congreso  Nacional dividido en diputados y senadores, unas Fuerzas Armadas, una Policía Nacional, un Sistema de Justicia con su Ministerio Público, sus jueces; una Constitución, un Código Civil y un Código Penal. Un sistema carcelario. Los distintos ministerios. En fin, el Estado dominicano no ha desaparecido ni es fallido. Incluso tenemos una oposición que juega su rol dentro del esquema político electoral. En la República Dominicana hay interlocutores válidos, hasta en las “juntas de vecinos”, en los sindicatos, etc.

En Haití no existe nada de eso. En Haití no hay gobierno, no hay Estado, no hay instituciones, no hay Fuerzas Armadas, ni Policía Nacional. No hay presidente, no hay Congreso. En Haití no hay nada, penosamente. Lo que hay son bandas de criminales y ladrones controlando el territorio. La seguridad ciudadana desapareció. Los secuestros, las violaciones, los asesinatos más abominables se producen todos los días. En Haití no hay con quien sentarse a conversar, con quien hablar. En Haití, señores, no hay interlocutores que no sean los dirigentes de las bandas de asesinos y ladrones.

Siendo así, no sé cómo es que algunos políticos, obtusos y obsesionados políticamente, incluyendo uno que fue Presidente tres veces del país, hablan de negociar con los haitianos ante la crisis creada por el canal ilegal que construye un grupo de forajidos y bandoleros criminales. ¿Con quién va a negociar el gobierno dominicano en Haití? ¿Con el primer ministro de facto que no manda ni en su casa? ¿Con las bandas armadas hasta los dientes que controlan el territorio haitiano? Por favor, seamos más serios. En Haití, lamentablemente, no hay interlocutores válidos, por lo tanto, no hay con quien sentarse a la “mesa del dialogo” para negociar. En Haití, no hay con quien negociar, ni con quién hablar.

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Por otra parte, los presidentes dominicanos, desde Juan Bosch, en los años 60, a la fecha que gobierna Luís Abinader, han hablado en todos los organismos internacionales sin recibir respuesta.

 El presidente Abinader habló en la desacreditada Organización de Estados Americanos (OEA), en las Naciones Unidas (ONU), en Europa, en Estados Unidos, en Canadá. En todas partes. nadie ha querido escuchar, nadie ha querido actuar. Abinader ha dicho en todos los foros internacionales que no hay solución a la crisis haitiana en territorio dominicano. Lo ha repetido hasta la saciedad. Oídos sordos en todas partes.

En la crisis actual provocada por la construcción del canal que desvía las aguas del río Masacre, Haití no es la víctima, la víctima es la República Dominicana. Los que deben sentirse irrespetados somos los dominicanos, no los haitianos. Quienes violan los tratados y los acuerdos de buena vecindad son los haitianos, no los dominicanos. (¡Punto!)

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