El cuerpo sigue ahí, la rutina también. Pero el deseo… parece haberse tomado vacaciones. Esta es una escena común en muchas relaciones largas, donde la pasión inicial se ve afectada por el paso del tiempo, el estrés y la convivencia. Sin embargo, aumentar el deseo sexual en pareja no depende de trucos ni de recetas instantáneas, sino de una reconexión profunda y consciente.
De acuerdo con Planned Parenthood y la Society for Personality and Social Psychology (SPSP), el deseo sexual no desaparece por completo, pero sí se transforma con el tiempo, respondiendo a factores emocionales, físicos y contextuales. La buena noticia es que puede recuperarse, con intención, diálogo y hábitos saludables.
El deseo sexual se define como esa motivación interna que impulsa a buscar placer y conexión, y es un fenómeno complejo que involucra cuerpo, mente y emoción. Con el paso de los años —y especialmente en relaciones duraderas—, puede surgir la llamada “baja libido compartida”, una etapa en la que ambos miembros sienten menos deseo sin que eso signifique falta de amor.
Las causas más frecuentes incluyen la rutina, el cansancio físico, la falta de comunicación íntima, los cambios hormonales o heridas emocionales no resueltas. Como afirma la reconocida sexóloga Esther Perel, “el amor busca cercanía, pero el deseo necesita distancia y misterio”. Sin espacio simbólico para el anhelo, el erotismo se apaga.
Para revertir esta desconexión, los expertos coinciden en que hablar sin juicios es el primer paso. Expresar lo que se siente —sin culpas ni reproches— permite crear un terreno de confianza donde ambos puedan explorar sus necesidades. Preguntas como ¿Qué te haría sentir más deseado(a)? o ¿Qué te gustaría que cambiáramos en nuestra intimidad? abren el diálogo desde la empatía, no desde la exigencia.
La comunicación erótica es, de hecho, uno de los factores más determinantes para mantener la satisfacción sexual. Las parejas que conversan abiertamente sobre sus fantasías, límites y deseos tienden a reportar mayor intimidad emocional y física.
El deseo, además, no empieza en la cama. Se cultiva en lo cotidiano: en los gestos de afecto, el humor compartido y las pequeñas sorpresas que rompen la rutina. Estudios citados por NBC Better Health muestran que la atracción florece cuando existe reconocimiento mutuo, juego y novedad compartida. Un mensaje cariñoso, un roce al pasar o una actividad diferente juntos pueden ser más afrodisíacos que cualquier ritual sexual.
También es esencial reintroducir el juego erótico sin presión. La rutina sexual —misma hora, mismo guion— mata el misterio. La experimentación ligera, desde leer erotismo juntos, probar masajes o meditaciones sensuales, o utilizar cartas con retos íntimos, ayuda a reconectar con el cuerpo y la curiosidad.
Planned Parenthood recuerda que existen dos tipos de deseo: el espontáneo (que surge antes del contacto) y el responsivo (que aparece una vez que el cuerpo se activa). Reconocer que no todos sienten deseo “de inmediato” puede aliviar la ansiedad y fomentar la exploración sin expectativas.
Cuidar del cuerpo y la mente también es un acto erótico. Dormir bien, ejercitarse, reducir el consumo de alcohol y mejorar la autoestima influyen directamente en el deseo. Cuando uno se siente bien consigo mismo, es más fácil sentirse disponible emocional y físicamente para el otro.
Por otro lado, los terapeutas advierten contra el “sexo por obligación”. Según la especialista Sarah Hunter Murray, intentar cumplir con una “cuota sexual” puede agravar la desconexión. El deseo no se obedece; se inspira. Es mejor priorizar la ternura, el descanso y el contacto sin metas, dejando que el cuerpo decida cuándo es el momento adecuado.
En los casos en que los niveles de deseo son muy diferentes entre ambos, es común que surjan culpas, frustraciones o miedos al rechazo. Los psicólogos de la Clínica de Sexología de Mallorca recomiendan no asumir el problema como personal, sino como un desafío compartido. La empatía y la curiosidad mutua son más eficaces que el reclamo o la comparación.
Cuando la situación se prolonga y afecta la autoestima o la relación, se recomienda buscar ayuda profesional especializada en terapia sexual o de pareja. Señales como el rechazo constante al contacto físico, la ansiedad ante la intimidad o la imposibilidad de hablar del tema sin conflicto son indicadores de que se necesita acompañamiento.
El deseo sexual en pareja no es una constante, es un lenguaje en evolución. Puede callar, transformarse o resurgir con fuerza si se le da atención y espacio. Aumentar el deseo no significa tener más sexo, sino recuperar la curiosidad, la presencia y el placer compartido. Porque cuando hay conexión emocional real, el cuerpo —tarde o temprano— encuentra el camino.
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