El espionaje es la práctica y el conjunto de técnicas asociadas a la obtención encubierta de datos, información confidencial o cualquier género de secretos. Conforme la tecnología nos copta, el Ciberespionaje es ejercitado y adquirido por gobiernos, empresas y hasta por parejas que por celos desarrollan habilidades inquietantes a la hora de espiar.
Recientemente, el espionaje cibernético analiza la actividad pública en redes sociales.
Facebook, WhatsApp e Instagram han sido acusadas de recolectar datos y espiar a sus usuarios con el objetivo de crear perfiles únicos para ofrecerles publicidad. Pero la actividad de las RRSS y Apps en general no se limita a la aplicación. Desde que concedemos los permisos requeridos por la aplicación, la compañía recopila una serie de datos que parten del hardware de nuestro teléfono.
Indica Gabriel Zurdo enn el portal Perfil.com, que hoy en día nuestros dispositivos nos acompañan las 24 horas, duermen con nosotros a apenas 30 centímetros de distancia, saben todo de nosotros. Cada App tiene acceso a la información que enviás y recibís. El tipo y la cantidad de información recopilada difiere según la aplicación.
Como la mayoría de aplicaciones que se abastecen de los datos de los usuarios, Instagram por ejemplo analiza nuestro comportamiento dentro de la aplicación al detalle. Este va más allá de “dar like” a una publicación o enviar mensajes directos a nuestro grupo de amigos y la propia compañía lo especifica en su hoja de Política de datos.
Proporcionamos registros en servicios pertenecientes a Facebook, contenido a través de la aplicación (historias, fotografías, videos…) y sus metadatos (lugar donde se realizó la fotografía, fecha en la que se creó un video…), mensajes a otros contactos. Asimismo, brindamos información de categorías especiales, es decir, datos relacionados con posturas religiosas o políticas, enfermedades e intereses vinculados a la salud, procedencia étnica y racial, creencias filosóficas, afiliación sindical.
También, damos datos sobre nuestras redes y conexiones: las personas, las páginas, las cuentas, los hashtags y los grupos a los que nuestro perfil está conectado y cómo interactuamos con estos. La asiduidad y afinidad de contacto con otras personas e información como SMS, libreta de direcciones y números de teléfono; la actividad con otros usuarios e información que estos proporcionan sobre nosotros.
Las RRSS saben sobre nuestro uso de una App/red social: el tipo de contenido que consumimos, las funciones que utilizamos, la hora, la frecuencia y la duración de nuestras actividades dentro de la aplicación, si usamos la aplicación para efectuar compras u otras transacciones económicas, los datos de pago (número de tu tarjeta de crédito o débito, número de cuenta, los detalles de facturación, envío y contacto…), el tipo de compra realizada, etcétera.
La compañía recopila una serie de datos que parten del hardware de nuestro teléfono: operaciones y acciones realizadas con tu smartphone, señales, conexiones, características, datos de la configuración y cookies del teléfono.
Para ponernos más paranoicos aún, los anuncios de Instagram son conocidos por su precisión, a veces de manera inquietante: el vino del que hablaste con tu esposa, las zapatillas sobre las que le contaste a tu papá o el lugar de vacaciones al que te gustaría ir. Instagram hace mucho para saber qué es lo que querés, hablás o pensás, sobre todo de tu navegación en la aplicación, en Internet, y de su seguimiento de tu geoposicionamiento físico.
La teoría dice que Instagram tiene acceso a tu micrófono porque lo aceptaste para poder grabar las stories. Gracias a esto, la aplicación intercepta mediante el micrófono lo que hablás, donde el flujo de audio es traducido como texto en el smartphone, estés conectado o no a Internet, registrando datos y palabras claves repetitivas.
Pero esto va más allá. Un año atrás Facebook admitió por primera vez que escucha las conversaciones de sus usuarios y que le pagó a cientos de empleados tercerizados para que transcriban fragmentos de las notas de voz que envían las personas por Messenger. Varios de ellos reconocieron que escucharon todo tipo de contenidos, desde obscenidades hasta cuestiones ilegales y delictivas, pero que no saben cuál es el objetivo. Fue lamentable que Zuckerberg declarara frente al Congreso de los Estados Unidos que esa “teoría conspirativa” de que escuchan a través del micrófono de tu celular era una mentira y que no lo hacían.
Desde nuestra tarea de monitoreo hemos sido testigos de sendas denuncias en las que constan chats de WhatsApp, como instrumento de prueba, evidenciando el seguimiento que realizaban organismos de seguridad sobre políticos y funcionarios públicos, hasta el supuesto seguimiento a periodistas y operaciones de contrainteligencia.
Llevamos a cabo un informe sobre la ciberpandemia donde hemos observado una rápida adaptación del cibercriminal para explotar la pandemia. En este sentido, los smartphones son el nuevo blanco masivo para delincuentes, porque nuestra vida en cuarentena pasa por nuestros dispositivos móviles. Los ataques explotaron en la primera mitad de 2020, pasando de 4,000 por semana en enero a más de 250,000 hacia mayo.
La nueva normalidad ha creado desafíos y un mapa de riesgos completamente nuevo, que obliga a que el factor humano sea determinante para soportar la exposición a estos riesgos, concientizando, identificando cada evento y difundir rápidamente los conocimientos, generando capacidad de respuesta.
Debemos ser conscientes de que, desde que nosotros damos los permisos requeridos por la aplicación, se recopilan todos los datos mencionados más arriba que parten de nuestro propio teléfono. Por eso hoy, en el “Gran Hermano Global”, podemos decir que espías eran los de antes.
* Especialista en ciberseguridad, CEO de BTR Consulting