El Sol seguirá funcionando como lo hace ahora por miles de millones de años: hasta que se le acabe su combustible y termine de convertir todo el hidrógeno en helio.
Entonces, más que apagarse de un momento a otro, se volverá muy inestable, convirtiéndose en una gigante roja que devorará varios de los planetas interiores, incluido el nuestro, luego será una nebulosa planetaria, hasta que termine siendo una pequeña enana blanca.
Ese es el destino que le espera a nuestra estrella, pero hagamos el experimento de pensar qué pasaría si no se apagara, sino por alguna extraña razón, desapareciera de pronto.
Nuevos caminos para la Tierra
El Sol nos tiene cautivos, su gravedad hace que la Tierra y todos los otros planetas estén en sus sitios: en sus órbitas elípticas muy bien trazadas. Si de pronto no hubiera más Sol, la Tierra, ni ningún otro planeta tendría esa ancla gravitacional.
En el momento en que dejara de sentir esa atracción nuestro planeta saldría en línea recta en dirección tangencial de la trayectoria que seguía, debido a la inercia: de la misma forma en que se movería una piedra que tenemos amarrada a un hilo al que le estamos dando vueltas y de pronto se nos suelta.
Aunque eso suena aterrador, a nosotros, los habitantes de la Tierra, la única gravedad que nos importa realmente es la del planeta, así que seguiríamos sobre la Tierra, en pánico, pero sobre ella.
Sin amaneceres (o atardeceres)
La órbita de la Tierra no sería lo único que perderíamos, la luz natural no estaría más. Quizá si estuviéramos en el lado de la Tierra en el que es de noche, no lo notaríamos, pero no tardaríamos en ver los tuits alarmados de personas del otro lado del mundo reportando que nos quedamos sin Sol.
Si estuviéramos del lado en que hubiera sido de día, en realidad nos enteraríamos de la desaparición del Sol unos 8 minutos después de que ocurriera: porque ese es el tiempo que tarda la luz en recorrer la distancia que nos separa de nuestra estrella.
Adiós a las plantas
Sin duda el pánico no se haría esperar entre las personas y gobiernos del mundo: viviríamos en una noche eterna, sin luz de luna tampoco, porque nuestro satélite solo refleja la del Sol. Pero a fin de cuentas tendríamos luz artificial.
Pero aunque las plantas tal vez no se verían muy preocupadas, serían unas de las primeras en sufrir las consecuencias de vivir a oscuras, porque sin luz no pueden hacer fotosíntesis: el proceso con el que fabrican su propio alimento y con el que de paso hacen oxígeno.
Aunque eso suena terrible para nosotros y otros animales, en realidad hay bastante oxígeno de la atmósfera como para que pudiéramos seguir respirando algunos cientos de años.
Frío extremo
Decir que gracias al Sol existe la vida en la Tierra no es una exageración: sin Sol las plantas mueren, no hay fotosíntesis, pero también el Sol hace que el planeta tenga climas templados y cómodos para la mayoría de sus habitantes.
Solo después de una semana de que nos quedáramos sin Sol la superficie de la Tierra estaría más o menos a 0 °C, el punto de congelación del agua.
Con el tiempo la temperatura iría descendiendo más y más. Hasta que todos los océanos se congelaran, es más hasta que los propios gases de la atmósfera se condensaran y terminaran también congelados.
¿El fin de la Tierra?
El planeta en sí mismo podría seguir íntegro, viajando a más de 100,000 km/h por el espacio, aunque el futuro de sus formas de vida, con todo ese frío y oscuro panorama no suena muy alentador.
Sin embargo, los seres humanos podríamos encontrar algunas soluciones, como buscar el calor de fuentes geotérmicas. En lugares como Islandia o Yellowstone, sería posible obtener la energía calorífica contenida en el núcleo de la Tierra.
Así que tal vez, aunque el destino de la humanidad no fuera salvarse, no toda la vida en la Tierra estaría perdida.