Chile ha optado este domingo por superar la herencia más pesada de Augusto Pinochet, la Constitución vigente. La ciudadanía ha aceptado iniciar un proceso para redactar una nueva ley fundamental y tratar de encauzar, así, el descontento que explotó en forma de protesta y violencia hace justo un año, en octubre de 2019. Con el 99,3% escrutado, los que votaron a favor del cambio ha sido aplastante: 78,3%, contra el 21,7% de aquellos que han rechazado la idea. La participación, clave para dar legitimidad a la consulta, ha alcanzado el 50%, acorde con la media desde que el voto es voluntario (a partir de 2012).
También fue contundente la elección del organismo que la redactará: una convención compuesta por 155 ciudadanos que serán elegidos en abril para ese fin, con carácter paritario entre hombres y mujeres. Esta alternativa ha sumado un 79% de las preferencias, contra un 21% que eligió la convención mixta, que habría estado compuesta por 172 miembros, entre ciudadanos y parlamentarios. “Hoy ha triunfado la ciudadanía y la democracia y la paz sobre la violencia”, ha indicado el presidente Sebastián Piñera en La Moneda, arropado por todo su Gabinete.
Ha sido una jornada en la que Chile ha mostrado su cultura cívica y, por la noche, miles de personas se han reunido en la zona de la plaza de Italia, en el epicentro de las concentraciones en Santiago, y otras ciudades del interior. Aunque en los últimos años el país sudamericano ha alcanzado récords regionales de abstención, similares a los de Colombia, la participación se mantuvo en el 50%, incluso con las restricciones de movimiento y reunión decretadas contra la pandemia de la covid-19. La tendencia de los últimas elecciones a la baja participación —que alcanzó un mínimo de 36% en las municipales de 2016v— se ha revertido en parte este domingo, pese a la crisis sanitaria, que esta semana ha superado los 500.000 contagios totales en Chile y ha provocado la muerte de 13.944 personas desde marzo. Con 9.748 pacientes con la covid-19 en etapa activa, los protocolos sanitarios que pusieron en marcha las autoridades para evitar la propagación del virus lograron convencer a la ciudadanía de ir a votar sin temor a contagios.
El movimiento popular que impulsó este referéndum no está liderado por partidos o sindicatos, así que ninguna fuerza política puede arrogarse un triunfo que, sobre todo, ha protagonizado la ciudadanía.
La diferencia entre los que aprobaron y rechazaron la idea de reemplazar la Constitución vigente no constituye, por lo tanto, un espejo de la correlación de fuerzas entre el oficialismo del Gobierno de derechas de Piñera y la oposición. Entre los que votaron por un nuevo texto se encuentran también parte de los votantes de derechas, no solo de la izquierda y el centroizquierda, aunque los que se opusieron al cambio son sobre todo de la derecha doctrinaria. Así, este lunes arranca la verdadera batalla en la política chilena: la elección de los 155 ciudadanos que redactarán la nueva ley, que tendrá lugar el 11 de abril.
El oficialismo parece que ha salido mejor parado que la oposición en esta nueva etapa. Aunque en este sector convivían hasta hoy dos almas —los que aprobaban y rechazaban una nueva Constitución—, hay un consenso bastante claro en torno a la estrategia política en las otras elecciones locales y regionales que tendrán lugar en paralelo en abril. No ocurre lo mismo con la oposición, donde algunas de las fuerzas de izquierdas, como el Partido Comunista y el Frente Amplio, tienen dificultades para negociar con los sectores moderados que conformaron la Concertación (1990-2010).
Aunque sería ficticio pensar que todos los que aprobaron el cambio de Constitución sean de la oposición, en el Gobierno preocupa la reacción en la calle. En La Moneda no se ha ocultado el temor a posibles revueltas protagonizadas por quienes entiendan que el resultado del referéndum es, en realidad, un plebiscito revocatorio contra Piñera, como se ha deslizado en algunos sectores.
Tras la elección de los miembros de la convención que tiene que redactar la nueva Constitución, a más tardar a mediados de mayo, el grupo empezará sus trabajos en los 15 días posteriores, y se elegirá un presidente. Desde ese momento dispone de nueve meses para redactar y aprobar el texto constitucional que deberá ratificarse en un nuevo plebiscito, esta vez de carácter obligatorio. Este plazo de nueve meses puede ser prorrogado, por una sola vez, por tres meses. Por lo tanto, el nuevo texto constitucional debe estar terminado, como mucho, a principios de junio de 2022. En esa fecha, un nuevo presidente estará gobernando Chile.
Las imágenes que se observaron hoy en las calles, en las redes sociales y en los medios de comunicación —largas colas para votar tanto en Chile como en el extranjero— anticipan una alta participación. El referéndum se celebró durante una primera ola de la covid-19 todavía activa y con un detallado protocolo sanitario, por lo que los votantes asistieron a los 2.715 locales disponibles siguiendo las recomendaciones. Ni la pandemia ni la violencia de hace una semana frenaron la afluencia de votantes.
El problema de la participación
La participación electoral en Chile disminuyó de forma sostenida desde las primeras presidenciales y parlamentarias tras la vuelta a la democracia, según los datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La tendencia se acrecentó en 2012, cuando comenzó a regir el voto voluntario. La participación cayó desde el 87% en 1989 hasta el 50% en la segunda vuelta presidencial de 2017, con el mínimo histórico del 36% en las últimas municipales de 2016. Según el PNUD, Chile también destacaba por su baja participación electoral en comparación con otros países de la región y de la OCDE e incluso si se lo comparaba con el promedio de participación en países con voto voluntario (59%).
Este domingo se vieron las ganas de participar en un proceso electoral histórico que busca encauzar el malestar social. La gente respetó la distancia en las largas colas que se formaron fuera de los locales de votación y la gran mayoría llevaba mascarilla e hidroalcohol. En la televisión local mostraron a una chilena de 76 años, Rosa, que por primera vez salía de su casa desde marzo, cuando se inició la pandemia. Como sufre de hipertensión y diabetes, iba enfundada en un traje de plástico para evitar contagios.
Muchos jóvenes, las generaciones que han protagonizado las protestas, también llegaron a emitir su sufragio temprano. Son los que conforman mayoritariamente el censo electoral: un 57,9% no tenía edad de votar en el referéndum de 1988, sobre la continuidad de Pinochet, o no había ni siquiera nacido en esa época. En las pasadas elecciones presidenciales y parlamentarias de 2017, el grupo que menos participó corresponde a quienes tenían entre 18 y 24 años (35%), seguidos por quienes se encontraban entre los 25 y los 34 años (36%). Falta aún para conocer en detalles los datos, pero muy probablemente ha sido la participación de esta generación la que ha definido este plebiscito. elpais.com
Por ROCÍO MONTES