Fue una hora y media de carrera plácida, gestionando con su Ferrari, camino de una victoria efectiva aunque poco vistosa. Y veinte minutos de agonía, de presión máxima y cabeza que sacaron a relucir todos los talentos de Carlos Sainz al volante de un Fórmula 1. El madrileño ganó el GP de Singapur, su segunda victoria, desde la pole y con una gestión propia de los mejores campeones. Venció sin el mejor ritmo. Sin el coche más rápido en la fase final de la carrera. Con una ‘masterclass’ defensiva en la que se ayudó de Norris para contener a dos Mercedes furiosos que tenían neumáticos nuevos y muchísimo peligro. Carlos remató con el triunfo, su segunda victoria y la 34ª para España en el Mundial. El ministro de defensa salió por la puerta grande.
No fue la carrera más vistosa del madrileño, pero sí inteligente. En la salida defendió la pole sin aspavientos. Detrás, Leclerc salió con la blanda (el resto de favoritos, con la media), así que en plena arrancada ya se había comido a Russell y guardaba las espaldas a su compañero. Apenas hubo movimientos alrededor de Hamilton, que se coló en la primera frenada y luego debió devolver la posición a su compañero y Lando Ahí, Ferrari se posicionó: ordenaron al monegasco que dejase ir a Carlos. Primero tres segundos. Luego, cinco. El muro quemó a Charles porque la mejor opción para luchar por el triunfo en Marina Bay era el coche ‘55′.
Así se estableció el grupo hasta que Sargeant se chocó solo contra el muro y regó el asfalto de trozos de su Williams. Vuelta 19. Coche de seguridad. Parada obligatoria para todos. La de Sainz fue limpia. Tras él, Leclerc prosiguió con el trabajo de escudero y dejó marchar al madrileño para que el margen fuera holgado. Lástima que eso le perjudicara: en el cambio de ruedas le pasaron Russell, Norris y Hamilton. Verstappen se quedó fuera con sus duras usadas, pero el Red Bull fue más bien un ‘sparring’ para el resto y en pocas vueltas desapareció del camino.
El foco se marchó entonces al segundo vagón. Alonso rodaba octavo, sexto entre quienes ya habían parado, pero arrastraba una sanción de cinco segundos por colarse en la entrada del ‘pit-lane’. Presionaba a Checo, en las lonas. Pero no es fácil adelantar a un RB19 por muy tocado que vaya. Por el camino, Ocon pasó al Aston Martin. “Esto es inconducible”, se escuchó a Fernando por la radio. Un mal ‘set-up’ en el circuito propicio ha desencadenado en el peor fin de semana de la escudería británica esta temporada. El día que no estaba Verstappen delante. Triste. Y más triste fue: el francés abandonó por avería y provocó el último ‘VSC’. Alonso aprovechó para cambiar gomas y cumplir su sanción. Pero la maniobra no pudo ser más desastrosa (25.8 segundos). A partir de ahí, fin de semana a la basura. El asturiano terminaría 15º.
Una defensa agónica
Delante, más gestión y gestión de Sainz, que lleva semanas corriendo a la defensiva. Mercedes echó los dados al aire y paró a Russell y Hamilton, a los dos con el ‘virtual’, a veinte vueltas del final. Apostaron por la goma nueva, pero debían remontar una desventaja cercana a los 20 segundos. Fue una verdadera persecución, vuelta rápida tras vuelta rápida. Primero en aire limpio. Luego frente a un aguerrido Leclerc, que hizo lo que pudo. A seis vueltas, siete segundos separaban la cabeza de carrera, a Sainz y Norris, de los coches más rápidos sobre la pista. Se antojaba suficente, ¿no? Pues no, pronto se vio que no. Comenzó entonces la persecución más agónica de la F1 moderna, como aquella de Alonso y Schumacher en Ímola 2005, pero en vez de dos eran cuatro. Agónico. Esa es la palabra.
Lewis Hamilton completó el podio en Marina Bay (REUTERS/Andy Chua)
Sainz pronto entendió que los Mercedes llegarían, así que en vez de intentar marcharse, optó por todo lo contrario. Defender. Recibirlos. Mantener a Norris, segundo, a menos de un segundo de su Ferrari para que pudiera tener DRS en las rectas, y ni Russell ni Hamilton pudieran pasarle tan fácilmente. Lo decidió él, en pista. Le pidió a su ingeniero que le comunicase en cada vuelta el hueco sobre Lando. Y gestionó, en cada zona de DRS, para que el McLaren abriera el alerón en todas las zonas mientras le presionase un Mercedes. Una maniobra genial de alguien que mientras está en el coche, también está viendo la carrera.
La presión de Mercedes arreció, pero la cabeza de Sainz hizo el resto. Russell incluso perdió los nervios en la última vuelta y se fue largo, se chocó mientras intentaba lanzarse hacia Norris. La bandera a cuadros ya esperaba al ganador. También los fuegos artificiales, el show de petardos. El ruido. La gloria. Sainz cruzó la meta y gritó. Y cantó: “¡Smooth operator!”. Norris, segundo, se fundiría en un abrazo con su amigo al llegar al antepodio. Hamilton, tercero, celebró un podio que no se esperaba gracias al error bajo presión de su compañero. Red Bull dejó de ganar (Verstappen remontó hasta el quinto, increíble). Ferrari volvió a ganar. Sainz tuvo la culpa.
Por Jesús Balseiro
as.com