Por ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO
Mí artículo de hoy no es mío. Es la transcripción de una canción, un tango, para ser preciso, que escribió el famoso escritor y poeta argentino Enrique Santos Discépolo hace muchos años, (entre 1931 y 1034), que, por fortuna un buen día mi cantautor favorito, Joan Manuel Serrat decidió grabar, incluyéndolo en su repertorio para que viajara en el potro salvaje de su música y de su voz. (Antes, y después de Serrat, muchos otros artistas de renombre internacional, como Julio Iglesias, han cantado este tango, que, en vez de llamarse “Cambalache”, debió llevar el título de “Los Inmorales nos han igualado”, porque eso es lo que ha pasado en el mundo, sobre todo en nuestro país. A pesar de haber pasado casi un siglo desde que el tango Cambalache fue compuesto, mantiene una actualidad impresionante, como si se hubiera escrito hace apenas dos o tres años. ¡Increíble!
Terminaré con unos versos del poeta uruguayo Mario Benedetti, que forman parte de mi filosofía de vida, que dicen: “Uno no siempre hace lo que quiere, uno no siempre puede, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”.
“CAMBALACHE”
Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé
En el quinientos diez, y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros, Maquiavelos y estafaos
Contentos y amargaos, valores y dobles
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en el mismo lodo, todos manoseaos
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso o estafador
Todo es igual, nada es mejor
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos, qué va a haber, ni escalafón
Los inmorales nos han igualao
Si uno vive en la impostura
Y otro afana en su ambición
Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón
Qué falta de respeto, qué atropello a la razón
Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón
Mezclao con Toscanini, va Scarface y Napoleón
Don Bosco Y “La Mignón”, Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezclao la vida
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la Biblia junto a un calefón
Siglo veinte, cambalache, problemático y febril
El que no llora, no mama; y el que no afana, es un gil
Dale nomás, dale que va
Que allá en el horno nos vamos a encontrar
No pienses más, séntate a un lao
Que a nadie importa si naciste honrao
Si es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey
Que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura
O está fuera de la ley”
Así es amigo, los inmorales nos han igualados. Da lo mismo que seas honesto, trabajador, estudioso, científico, profesor, en esta sociedad enferma, con los valores éticos y morales por el suelo; es lo mismo un “burro que un gran profesor”.
Nunca como ahora ser analfabeto, vulgar, charlatán, sinvergüenza, etc., había adquirido tanto éxito social; nunca como ahora, la estupidez y la ignorancia, se habían colocado por encima de la ciencia y la tecnología; nunca como ahora la sociedad dominicana había estado tan enferma, con un cáncer que hace mucho hizo metástasis en todo su tejido social, al extremo que hoy no sabemos quienes somos como país, ni que rumbo llevamos que no sea el matadero colectivo, donde un pelotón de fusilamiento ético y moral nos espera para el holocausto final, ante la mirada indiferente y cómplice de las autoridades.
La democracia tiene sus límites. La libertad de expresión y difusión del pensamiento, también.