¿Sabías que besar reduce el dolor y puede fortalecer el sistema inmunológico? Aunque solemos asociarlo con el afecto y la pasión, el beso es mucho más que un simple gesto romántico. Según especialistas en salud y psicología, besar influye positivamente en el cuerpo y la mente, actuando incluso como analgésico natural.
La doctora Gemma Ramón García, experta en Medicina Familiar del Hospital Quirónsalud Torrevieja, explica que el beso activa un complejo mecanismo físico y emocional. En él participan hasta 36 músculos y, en cuestión de segundos, el corazón puede pasar de un ritmo normal a la agitación. Esta reacción es parte de un proceso adaptativo que refuerza los vínculos afectivos.
Cuando besamos, nuestro cerebro libera oxitocina, serotonina y dopamina, hormonas relacionadas con el placer, la confianza y el bienestar. Estas sustancias no solo nos hacen sentir más conectados con el otro, sino que también disminuyen el estrés y la ansiedad, impactando positivamente en nuestra salud mental.
El beso también tiene un papel importante según la etapa de la vida. En la infancia, por ejemplo, los besos fortalecen la seguridad emocional y el desarrollo afectivo. En la adolescencia, aunque los jóvenes aparenten rechazo, el afecto físico sigue siendo necesario. Y en las relaciones de pareja, el beso ayuda a mantener la conexión emocional o puede reflejar una distancia cuando desaparece.
No obstante, besar también tiene sus riesgos. Algunas infecciones como el herpes labial, la mononucleosis, el catarro común e incluso la hepatitis B pueden transmitirse a través de la saliva. Por eso, los expertos recomiendan mantener una buena higiene bucal y evitar besar si se está incubando alguna enfermedad.
Aun así, la saliva también tiene un papel protector: estimula el sistema inmunitario, ayudando al cuerpo a producir anticuerpos. Por eso, besar con frecuencia —y salud— puede ser una forma natural de fortalecer nuestras defensas.
Desde la psicología, Silvia Cintrano, sexóloga y terapeuta de pareja del Instituto Centta, afirma que los besos no son solo actos físicos, sino una forma poderosa de comunicación no verbal. Según señala, la intensidad, duración y localización del beso pueden transmitir mensajes emocionales profundos, incluso sin palabras.
Cintrano resalta que el beso varía según el contexto: no es lo mismo un beso social en la mejilla que un beso apasionado de pareja. Sin embargo, todos refuerzan el vínculo emocional y ayudan a construir confianza entre las personas involucradas.
Estudios citados por la especialista han demostrado que los besos también influyen en aspectos biológicos. Por ejemplo, se ha encontrado que las parejas que se besan con frecuencia presentan sincronización en su microbiota oral y niveles hormonales similares, lo que refleja una conexión emocional y fisiológica más profunda.
Otro estudio publicado en Health Communication reveló que los besos frecuentes pueden reducir los niveles de triglicéridos y aumentar el colesterol HDL (el “bueno”), lo cual confirma que su efecto va más allá de lo psicológico y puede beneficiar incluso la salud cardiovascular.
La experta aclara que no existe una técnica única para el “beso perfecto”. Lo importante, dice, es que el beso sea auténtico y tenga en cuenta las emociones y necesidades del otro. Así, este gesto íntimo puede convertirse en una fuente constante de bienestar y conexión.
En relaciones de pareja, mantener los besos a lo largo del tiempo puede actuar como un recordatorio del amor compartido, incluso cuando la rutina amenaza con enfriar la pasión. En contextos familiares y de amistad, un beso puede reafirmar la cercanía y ofrecer consuelo.
En definitiva, besar no solo comunica amor, sino que también cura, calma, conecta y fortalece. Así que la próxima vez que beses, recuerda que estás participando en un acto profundamente humano y terapéutico, tanto para ti como para la persona que lo recibe.
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