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Mandos del Ejército, retirados y en ejercicio, rechazan en tromba la militarización de la respuesta a las protestas raciales. El exjefe del Pentágono acusa al presidente de “abuso de poder”

Altice

La respuesta de hierro de Donald Trump a la oleada de protestas raciales, en la que defiende el uso del Ejército para contener la violencia, ha causado estupor entre los militares estadounidenses. El presidente se ha topado con una tromba de críticas públicas de mandos retirados y en ejercicio. Al rechazo del jefe del Pentágono, Mark Esper, se le ha sumado una declaración demoledora de su predecesor, Jim Mattis, que acusa al presidente de “abuso de poder” y vulnerar la Constitución. Antes, otro alto cargo del Departamento de Defensa dimitió en desacuerdo por la dispersión violenta de una concentración pacífica. El jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark A. Milley, ha enviado un mensaje a los comandantes recordando el derecho de los estadounidenses a expresarse y reunirse en asamblea.

El ardor guerrero de Trump se ha dado de bruces con los propios militares. El equipo de confianza del republicano había diseñado la jornada del lunes como un golpe en la mesa para presentar al presidente de Estados Unidos como el hombre de la “ley y el orden” ante la crisis social desatada en el país, que tuvo como detonante la muerte de un afroamericano en una brutal detención policial. Sin embargo, la amenaza de recurrir al Ejército si los gobernadores de los Estados no eran capaces de contener los disturbios con sus propios recursos -la policía y los reservistas de la Guardia Nacional- y el desalojo posterior de manifestantes pacíficos ante la Casa Blanca se ha vuelto como un boomerang y roto la habitual discreción del mundo castrense.

El miércoles por la noche, poco después de que el jefe del Pentágono rechazase los planteamientos de Trump en rueda de prensa, su predecesor, el exsecretario de Defensa Jim Mattis, arremetió contra el presidente en una declaración cargada de pólvora, publicada por la revista The Atlantic. Mattis, que dimitió de su cargo en diciembre de 2018 por discrepancias con Trump sobre la retirada de tropas de Siria, acusa al presidente de tratar de burlar la Constitución y se declara “consternado y enfadado” por la respuesta de la Casa Blanca a las movilizaciones. “Donald Trump es el primer presidente de mi vida que no trata de unir al pueblo americano, ni siquiera lo finge. En su lugar, intenta dividirnos”, afirma el general, de 69 años.

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Mattis, que pasó 41 en el cuerpo de Marines, es un militar condecorado especializado en Oriente Próximo y muy respetado en el mundo castrense, donde se le conocía por los apodos de Perro furioso y Monje guerrero. No había criticado de esta forma tan directa y pública al presidente de Estados Unidos desde que dejó su puesto, pero entonces ya apuntó que el mandatario necesitaba un secretario de Defensa “con unos puntos de vista más alineados a los suyos”. Se oponía al repliegue de tropas que había anunciado Trump sin contar con los aliados.

Este miércoles se expresó de este modo: “Nunca soñé que las tropas que hicieron el mismo juramento que yo [de defender la Constitución] recibirían bajo ninguna circunstancia la orden de violar los derechos constitucionales de sus conciudadanos y menos aún para hacer posible una foto extraña para el comandante en jefe electo”.

El general Mattis se refería al polémico episodio del pasado lunes, cuando la policía y la Guardia Nacional —el Ejército de reservistas que depende de los Estados— desalojaron con gas lacrimógeno una manifestación pacífica ante la residencia presidencial, antes del toque de queda impuesto en la ciudad, para que Trump pudiese caminar hasta la iglesia de Saint John —atacada por vándalos la noche del domingo— y posar con una Biblia en la mano: “Sabemos que somos mejores que el abuso de la autoridad ejecutiva que presenciamos en la plaza Lafayette. Tenemos que rechazar y hacer que rindan cuentas aquellos que están en el poder y que quieren reírse de nuestra Constitución”.

Ese mismo desalojo violento llevó a James Miller, un alto cargo del Pentágono, a dimitir de su cargo en el Consejo Asesor de Defensa. En una carta publicada en The Washington Post, consideró que la presencia de su jefe, el secretario de Defensa, Mark Esper, en ese acto suponía un respaldo al uso de la fuerza en la dispersión de los manifestantes. Miller, que sirvió como subsecretario de Defensa para política durante la Administración de Obama, señaló en su misiva a Esper: “Cuando me incorporé al consejo hice un juramento que le sonará, apoyar y defender la Constitución de Estados Unidos […] .usted hizo el mismo juramento el 23 de julio de 2019, cuando juró su cargo de secretario de Defensa. Creo que el pasado lunes violó ese juramento”.

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La carta fue publicada el martes y Esper salió el miércoles por la mañana en rueda de prensa a enmendar la plana a Trump y asegurar que no sabía que la foto de la discordia iba a tener lugar. Aquel mismo día, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark A. Milley, envió un mensaje a los comandantes en el que recordaba que cada miembro de las fuerzas armadas había jurado defender la Constitución, lo que “otorga a los americanos el derecho a la libertad de expresión y de asamblea pacífica”.

El presidente de EE UU solo puede desplegar tropas sin el visto bueno de los gobernadores de los Estados invocando la Ley de Insurrección, firmada por Thomas Jefferson en 1807 con el fin de evitar revueltas contra el Gobierno de la nación. La ciudad de Washington es el único lugar en el que Trump ha podido cumplir su palabra de recurrir al Ejército y el lunes había movilizado efectivos de policía militar. Según el Departamento de Defensa, hasta 1.600 soldados se han trasladado a la zona esperando órdenes. Para Mattis, “militarizar la respuesta, como hemos visto en Washington, establece un falso conflicto entre los militares y la sociedad civil”.

Las críticas van más allá del episodio concreto, abarcan la respuesta general de Donald Trump. El general de cuatro estrellas John Allen, excomandante de la fuerzas de la OTAN y de Estados Unidos en Afganistán, calificó lo sucedido el lunes como “un día horrible para la democracia de Estados Unidos y su democracia”. En un artículo publicado en Foreign Policy, bajo el título Un momento de vergüenza nacional y peligro -y esperanza, Allen, presidente ahora del think tank Brookings Institution, señala que “aunque puede haber criminales experimentados en ambos lados de los disturbios, son una minoría en número”. En el discurso a la nación del lunes, Trump “mencionó a George Floyd, pero no tocó en absoluto los problemas de fondo”. Sí lo hizo el secretario de Defensa, Mark Esper, que reconoció: “El racismo es real en América, debemos reconocerlo para confrontarlo y erradicarlo”.  elpais.com

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